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El glamour llegó al Sernam

Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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La Ministra Schmidt está entre los tres Ministros mejor evaluados del Gobierno. No me extraña, es la primera mujer del Sernam que no hace gala de todos los defectos que caracterizan a la feminista rabiosa.

Para empezar, es buenamoza, lo cual debería haber sido requisito sine qua non para dirigir esa cartera. Puede que yo sea frívola, pero si vamos a tener un Ministerio de la Mujer, cosa que ya es ridícula, lo menos que se puede pedir es que quien esté a su cargo sea una mujer atractiva que represente, si no lo que somos las mujeres, al menos lo que queremos ser.

Pero eso no es todo; además de buenamoza, los modales de la Ministra son suaves, nada que ver con los de las mujeres de la campaña ‘Maltrato Cero’ del Gobierno anterior, que deben haberle dado susto hasta a sus maridos, si es que lo tenían.

En una demostración de inteligencia, su discurso sobre la mujer no viene de la trinchera opuesta a la de los hombres. Muy por el contrario, sutilmente los llama a ellos a participar más del mundo de lo doméstico. Hace poco le oía decir: “la incorporación de la mujer al trabajo no ha sido como la del hombre al hogar”. Capaz que hasta convenza a algún hombre y que la famosa igualdad de oportunidades sea un hecho. Buena forma de ganar ventaja y de zafar también.

A diferencia de sus antecesoras, la Ministra no usa palabras exóticas del tipo ‘femicidio’; palabras que, dicho sea de paso, no son convenientes para el género. Ya veo que se empieza a hablar de ‘femi-choque’ para dar cuenta de esos roces sutiles que las mujeres solemos hacerle al auto; o de ‘femi-sobregiros’ para esos errores de cálculo que cometemos a veces al usar la tarjeta de crédito. Como no tiene complejo de inferioridad, la Ministra no pretende alcanzar objetivos a costa de ninguna forma de discriminación.

A veces uno quisiera que no fuera tan delicada y que tuviera menos consideración por la sensibilidad progre, pero no estoy segura de que no sea uno de ellos.

De lo contrario no habría pedido disculpas públicas por una minuta que decía obviedades sobre la sexualidad adolescente: que convenía promover la abstinencia sexual hasta el matrimonio (sí, sólo promover, nada de lapidar al que tome un camino diferente); abstinencia que, dicho sea de paso, resuelve varios de los problemas que enfrenta hoy ese grupo etario.

Si no fuera un poco progre, tampoco se habría escandalizado tanto con la otra minuta- la del Intendente- que decía otro par de obviedades sobre lo inapropiado y chocante que resulta ser atendido por una funcionaria pública disfrazada de femme fatale.

De todos modos creo que hay razones de peso para aprobar la gestión de la Ministra. Es cierto que se le oye hablar poco del problema de la natalidad, poco también de medidas concretas de fortalecimiento de la familia, pero es comprensible: está tan entusiasmada con el trabajo de la mujer que, en una de esas, no ha captado que ahí está la causa de los dos grandes problemas.

El gran error de este Gobierno (no de la Ministra, por supuesto), es que olvida que el pueblo chileno es mucho más conservador de lo que nos hizo creer la Concertación.

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