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Los riesgos se ceder soberanía

Cristian Leyton
Por : Cristian Leyton Profesor Civil Academia de Guerra del Ejército. Investigador Asociado Centro de Estudios Estratégicos ANEPE.
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Todos los tabúes, todas las trabas y todas las “lineas rojas” en cuanto a lo que Chile estaba dispuesto a negociar y no negociar con Bolivia se han caido estos últimos días. Desaparecieron.

Para algunos, la amenaza de Ilo, como un puerto “útil” constituye una amenaza real para la estructura de comercio de Arica. Por el contrario, para sectores académicos y políticos bolivianos, la “movida de Ilo” no constituye más que un volador de luces, el desplazamiento de una pieza de poca relevancia en el ajedrez que juegan Perú y Bolivia con Chile. En cambio, aqui en Santiago, la lectura es completamente distinta: el riesgo es real en cuanto a presenciar lentamente un desplazamiento de la relevancia estratégica comercial de Arica hacia el puerto peruano.

Resulta paradójico observar que mientras políticos chilenos señalan que Chile debe “buscar soluciones del siglo XXI” para el enclaustramiento boliviano, lo que implica necesariamente abrir todo el abanico de posibilidades para garantizar el acceso al mar de La Paz, los mismos bolivianos advierten que la única solución real y efectiva es la entrega de un espacio territorial “soberano”. Eso exigen, lo “útil” es completamente secundario. Es decir, la solución definitiva es propia del siglo XIX: la entrega de territorios a cambio de paz y normalización diplomática.

Chile, su clase política así como la población en general deben evaluar las consecuencias de mediano, pero sobre todo, de largo plazo que una modificación del actual orden geopolítico vecinal y regional traerá consigo para nuestro país. La cesión de territorios a Bolivia transformará, sin lugar a dudas, el orden político y espacial que otorgaban a Chile una estabilidad -relativa-, un sentimiento de previsibilidad, asi como certidumbre en cuanto a las relaciones con dichos paises. En más de cien años no hemos tenido guerra con dichos Estados, aunque tampoco paz.

Dejar de tener frontera con Perú no modificará en nada la competencia de potencia que dicho páis tiene con Chile, tal vez incluso la exacerbe. De la misma manera, la cesión de un enclave boliviano en territorio chileno solo podría traer consigo problemáticas impensadas, como es hacer frente a políticas de poblamiento acelerado del enclave por parte de La Paz, procesos de inmigración bolivianos en zonas periféricas al enclave, y el más conocido, la interrupcion de la continuidad territorial del pais. Los tres, fuentes de conflictos mayores.

Por otro lado, Chile no debe permitir que un sentimiento de culpabilidad lo embargue, tal y como esperan sectores políticos al norte y nor-este de Arica. La Guerra del Pacífico fue un conflicto que respondía, en ese entonces, a la manera “civilizada” de resolver disputas internacionales. La guerra, la anexión, ocupación y el uso de la fuerza eran un medio “legal y legitimo” de solucionar problemáticas políticas entre Estados durante ese período histórico, lo fue en Europa, lo fue en Asia y lo fue en Sudamérica. La guerra, no lo olvidemos, solo fue puesta fuera de la ley internacional después de 1945.

Si efectivamente se quiere buscar una solución al tema boliviano, siempre de acuerdo al siglo veintiuno, la transferencia y cesión de territorios asi como la entrega de soberanía que señala Bolivia es, digamoslo, propia del siglo XVIII o XIX. Una total contradicción.

Señalémoslo, la solución del  siglo XX y XXI ya ha sido ofrecida a Bolivia, incluso ha sido implementada con éxito por más de cien años: la integración comercial. El enclaustramiento no ha generado el subdesarrollo boliviano, que mejor prueba que la misma provincia boliviana de Santa Cruz de la Sierra, encerrada en La Sierra, pero que conoce hoy un despegue económico privilegiado.

Con la nueva postura de la clase política chilena, hoy se podría estar abriendo una caja de pandora que podría traer los efectos contrarios a los deseados. Esperemos el día después de La Haya, aún es muy temprano para identificar los caminos a seguir. Como una estrategia anti-Ilo hoy puede funcionar, pero recordemos que el escenario pos-Haya será vital para conocer si el orden geopolítico merece o no ser modificado.

¿Estamos dispuestos a absorber los cambios en nuestra frontera norte en el plano político-estratégico, en el diplomático y en el de la seguridad interna chilena? ¿Que gana Chile con modificar el status quo y que pierde?

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