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Todos para uno y uno para sí mismo


Los diarios importantes dan muestras de sagacidad y comienzan a darse cuenta de que este es el gobierno de Sebastián Piñera, por Sebastián Piñera y para Sebastián Piñera.

«El Mercurio», en la «Semana Política» de hoy, se pregunta: «¿Pero debe ser necesariamente el Presidente quien presente todo esto en público?», al aludir al «cambio de gestión» envuelto en un nuevo ministerio. Y añade más adelante: «Al respecto, no hay dos opiniones en que fue un error la aparición especial del mandatario para celebrar el acuerdo logrado en Magallanes».

Es que ¿cómo iba a tolerar que se le atribuyera mérito a Golborne, si él sabía que éste (como todos los méritos) también era de él?

En «La Tercera», el sagaz analista Héctor Soto titula su análisis «El Gobierno de Uno», y al cabo del mismo subtitula: «El Gobierno Soy Yo», concluyendo: «Los partidos, los equipos y los cuadros son contexto, acompañamiento, detalle anecdótico o decorado incluso. El que pone la música es el Presidente. Y el que la compone, también».

¿Creen ustedes que esto se limita al gobierno? ¡No!. También quiere administrar a la oposición. Quiso apropiarse de un evento opositor por antonomasia, como lo era el centenario del nacimiento de Eduardo Frei Montalva. Justificado, en parte, porque su ADN es DC (por algo uno de los apelativos con que este blog suele referirse a él es el de «IV Presidente DC»).

En la Coalición por el Cambio, si ella hubiera existido (porque para efectos prácticos lo único que existe es la Alianza por Chile) no habrían sabido qué hacer, y en la Alianza, entonces, tampoco. ¿Cómo es esto de que el gobernante protagoniza los actos de la oposición? Muy sencillo, ambas son de él. Tanto, dicen en la Concertación, que a ésta la está haciendo desaparecer. Y por eso, cuando Carmen Frei se rebeló y organizó un acto paralelo en el centenario de su padre, y cuando hubo gente que advirtió sobre posibles contramanifestaciones al mandatario, éste resolvió trasladar «su» acto opositor al interior de La Moneda y ceder de mal grado la plaza de la Constitución a la DC, sin entender bien por qué se estaba produciendo semejante anomalía.

Como el tema (para él) es él y nada mas que él, ahora ha abordado el problema (que no existe) de los estadios. En «La Tercera» de hoy, pág. R3, se explica por qué: «Piñera ha comentado que tiene claro que hubo dos momentos políticos en los cuales Bachelet subió en las encuestas: cuando apareció en un tanque del Ejército y cuando inauguró estadios, explica un cercano del mandatario». Entonces quiere que el fisco le financie, para subir en las encuestas, un megaestadio similar al Stade de France y que se llamará «Estadio de Chile». Ya le quedó chica la idea de duplicar la capacidad del Nacional a 70 mil espectadores. Pues ese estadio ya nunca va a ser de él, porque lo hizo Arturo Alessandri y lo deshizo (casi) Michelle Bachelet, de modo que, aunque vuelva a recibir a 70 mil espectadores, nunca le dirán «estadio de Sebastián Piñera». De modo que, aunque el megaestadio costará 85 mil millones de pesos (la ampliación del Nacional ya costó 23 mil millones; entre ambos equivalen a más de dos tercios de lo que costó «comprar» el apoyo de la Concertación para la reforma educacional, precio que todo el mundo estima excesivamente caro), quiere hacerlo.

Se discute si se va a emplazar en el Parque O’Higgins, a raíz de lo cual éste desaparecería, o en Los Cerrillos, aprovechando que Ravinet ya lo hizo desaparecer. Pero en ambos casos será un estadio perfectamente innecesario, porque ya los hay numerosos en la capital y rara vez se llenan. El único club importante que no tiene uno es la «U», que considera para todos los efectos al Nacional como propio y no necesita otro lugar en el cual «los de Abajo» vayan a perpetrar depredaciones.

Lo que le sucede al Presidente se llama «megalomanía» y ha afectado otros gobernantes a lo largo de la historia, cuyos nombres no voy a citar, para no ofender a nadie.

En todo caso, los chilenos tenemos las cosas claras: sabemos quién gobierna y para quién. Y sabemos que no es para nosotros.

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