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Las sorpresas de la familia Venegas

Osvaldo Torres
Por : Osvaldo Torres Antropólogo, director Ejecutivo La Casa Común
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La renuncia de Gajardo era previsible –según las señas dadas con anterioridad por los conflictos con el diputado, los equipos de asesores y el Concejo- pero no hay partidos que se hagan responsables de monitorear, asesorar y prever los conflictos pues sus directivas jamás han desarrollado una relación entre las estrategias políticas generales y el espacio que ocupan las estrategias territoriales para un proyecto nacional.


Los dirigentes socialistas han dado relevantes sorpresas en el último tiempo. Primero fue su presidente Andrade que decidió apoyar el proyecto de reajuste a los empleados públicos impulsado por el gobierno, dejando a sus compañeros de bancada  y militantes en la estupefacción. Luego vino la renuncia del diputado Aguiló, producto del apoyo del PS a la reforma educacional de Lavín, que era rechazada por Colegio de Profesores y  la brigada socialista del magisterio; y ahora renuncia el  alcalde de la principal comuna que dirigían, asombrando a sus habitantes y  a los líderes políticos nacionales, aunque no a los concejales y asesores comunales.

La renuncia del alcalde Gajardo condensa un conjunto de datos que es bueno considerar respecto de lo que ocurre con el sistema político. La situación ratifica que actualmente el individualismo en política está por sobre las consideraciones colectivas, pues la tendencia que se impone es la de tomar decisiones sin debates en las instancias que originan esos cargos y tampoco asumen lo que se representa.  Así, el sistema político se vacía  de potenciales sujetos interesados en ingresar a la cosa pública como actividad que expresa intereses societales, quedando los propietarios de los cargos como únicos soberanos de sus decisiones.

[cita]La renuncia de Gajardo era previsible –según las señas dadas con anterioridad por los conflictos con el diputado, los equipos de asesores y el Concejo- pero no hay partidos que se hagan responsables de monitorear, asesorar y prever  los conflictos pues sus directivas jamás han desarrollado una relación entre las estrategias políticas generales y el espacio que ocupan las estrategias territoriales para un proyecto nacional.[/cita]

Lo segundo, es que los dirigentes políticos nacionales no tienen ningún vínculo, interés sistemático y comprensión de lo que sucede en el ámbito territorial de la política. La renuncia de Gajardo era previsible –según las señas dadas con anterioridad por los conflictos con el diputado, los equipos de asesores y el Concejo- pero no hay partidos que se hagan responsables de monitorear, asesorar y prever  los conflictos pues sus directivas jamás han desarrollado una relación entre las estrategias políticas generales y el espacio que ocupan las estrategias territoriales para un proyecto nacional. Esta debilidad ha sido construida, pues relevar el mundo local lleva necesariamente a fortalecer las organizaciones sociales, la participación y los procesos de emergencia de nuevos liderazgos, cuestiones claves para la democratización del país, pero no para el modelo de democracia limitada que ha dibujado  la elite política. Esta se ha conformado con la negociación de pasillo, la liquidación de nuevos liderazgos para asegurar sus re-elecciones y la ausencia de lo popular pues puede ser “desestabilizante” para sus intereses.

Una tercera cuestión involucrada en los hechos de La Florida es que las fronteras políticas, que definieron los proyectos alternativos por los que la ciudadanía es convocada a votar periódicamente, se han hecho porosas (líquidas diría un sociólogo), confusas y móviles. Vemos en la escena de esa comuna ex concejales socialistas ahora de RN, una concejala PPD que prefiere a un UDI y los RN que dicen detestar al postulante UDI. En fin, las diferencias se han “gasificado”, todos  en política respiramos el mismo aire tóxico. Esto también fragiliza la democracia, pues el ciudadano no sabe por quién votar si “son todos iguales” o más precisamente si “todos los partidos son iguales” (de malos);  los caminos que le dejan son votar por los atributos de las personas o desertar de la consulta.

Otra componente. La “crisis de la familia socialista” expresa la “crisis de liderazgos” en la oposición la que no se resolverá –como creen algunos- esperando a la ex Presidenta. Este factor político argumentado por los “realistas” se sustenta en las encuestas descendentes para el gobierno y que mantiene a Bachelet bien posesionada. Así, la consigna es que “nadie se mueva” para no estropear su retorno triunfante el 2014. Esta posición parece no entender que la política, como el fracaso socialista en La Florida, no esperará  esa fecha y que permanecer sin consensuar las profundas razones de la derrota presidencial, los nuevos desafíos que tiene el país y los motivos de la impotencia ciudadana ante las alzas (del transporte, alimentos, educación, etc.), los abusos empresariales y  la lenta reconstrucción, seguirán cambiando el escenario político y harán emerger nuevos liderazgos menos comprometidos con los intereses de los poderosos, no atados a esta “vieja política” y más ligados a las dinámicas reales de los que no tienen cargos que perder.

Una última reflexión sobre el tema.  El país, la oposición y el PS en particular viven una carencia de autoridades legítimas –no digo legales-.  La presidencia actúa sin ideario, con muchos proyectos  y activismo tecno-empresarial; la oposición concertacionista no es tal y no propone ningún ideario compartido y el PS se consume sin recuperar un pensamiento de izquierda. La legitimidad se constituye en la coherencia  del vínculo entre autoridad y representado, cuando el discurso los une en torno a proyectos y a través de las personas que puedan generar adhesión porque son creíbles y fiables.  Como señala el historiador M. de Certeau, la mera razón de retener o retornar al poder para su usufructo no construye convicciones,  tampoco  la entrega militante  se constituye  por un supuesto beneficio futuro. Lo que esas autoridades están perdiendo es la adhesión –como muestran las encuestas y las elecciones- y no porque las virtudes por las que luchan los ciudadanos estén destrozadas en éstos, es que ya  no habita entre aquellos. No es que falte. Les falta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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