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El final de Osama

Leonardo Aravena
Por : Leonardo Aravena Abogado. Voluntario de Amnistía internacional y académico de la U. Central
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A los malos se les mata. ¿Qué mundo queremos para nuestros hijos y nietos?, ¿el de la “Ley de la Selva” o de la “Ley del Talión” por propia mano? Yo no. Yo estoy por el juicio, por el imperio del derecho y de la razón, sin excepción.


No se trata de que lo sucedido sea bueno o malo. Osama era de lo peor, como Stalin, Hitler, Idi Amín o Pinochet. El asunto no es si su muerte nos alegra o no. Es probable que el mundo esté mejor sin él o no, si se intenta venganza. Lo grave es cómo murió. Ningún país puede decidir, sin juicio, quién vive y quién muere ni a quién asesina, disfrutando sus altas autoridades “en vivo y en directo” incluido un “Premio Nobel de la Paz”, marcando notoria diferencia con uno de sus antecesores que, sin premio, dispuso juzgar a los nazis en Nüremberg y no sembró más odio.

Con el criterio empleado, mañana matan a Fidel o a Chávez, que no son de su agrado. ¿Quién podrá alegar si el mundo felicitó a los asesinos? Y bailaron y celebraron en una muestra de depravación moral. Nadie puede celebrar un asesinato con abuso de la fuerza. Hoy ha sido Osama, mañana todos estaremos expuestos a que cualquier loco con poder, en un país donde no son pocos los locos y fanáticos, por cualquier mal entendido, las emprenda a cañonazos en nuestra contra, bastando con recordar, a manera de ejemplo, Abu-Garib, Guantánamo, el KKK, la muerte de los Kennedy, los crímenes raciales y otras sutilezas del mismo tono.

[cita]A los malos se les mata. ¿Qué mundo queremos para nuestros hijos y nietos?, ¿el de la “Ley de la Selva” o de la “Ley del Talión” por propia mano? Yo no. Yo estoy por el juicio, por el imperio del derecho y de la razón, sin excepción.[/cita]

Nadie tenía derecho a asesinar a Osama, quien debió responder de sus actos ante sus captores o ante un tribunal internacional con inclusión de jueces musulmanes. Entonces sí que sería para celebrar y EE.UU. se convertiría en el faro moral de la humanidad y no en el verdugo ilegal, atropellador, abusador e inclemente que ha demostrado ser.

¿Podrá mañana quejarse el pueblo norteamericano si sufre otros atentados? ¿Si matan a sus nacionales donde los pillen? Cualquiera podrá, de hoy en adelante, decir “Ese no me gusta” y, simplemente, matarlo, haya o no hecho algo reprobable. Total, no importa. Tengo la fuerza, hago lo que quiero y, al que no le guste, que vaya a llorar a la Iglesia, a la FIFA o lo mato también. ¿Cómo explicar a un adolescente este asesinato? ¿Cómo decirle que no se le ocurra cruzarse en su camino o mirar mal siquiera a un norteamericano, porque éste tiene poder para matarlo, a él, a su padre y a su madre?

¿Cómo explicaríamos el valor y vigencia de los Derechos Humanos si hoy justificáramos la muerte impartida sin juicio por el más poderoso? ¿Cómo nos oponemos a que nuestros hijos sean golpeados en el colegio sin razón sólo porque no agradan al más fuerte? Cuando nos pregunten qué hizo Osama y les contemos del 11/9 y sus horrores y los sufrimientos que causó o cuando los jóvenes conozcan o vivan cualquier hecho violento ¿cuál será la reacción natural de sus mentes en formación? Matar. A los malos se les mata. ¿Qué mundo queremos para nuestros hijos y nietos?, ¿el de la “Ley de la Selva” o de la “Ley del Talión” por propia mano? Yo no. Yo estoy por el juicio, por el imperio del derecho y de la razón, sin excepción.

Así como protesté por la muerte, con juicio y aplicada en un país donde rige la pena de muerte, de Saddam Hussein, así como reclamo por los más de 12.000 muertos al año en China, así como estoy en todo el mundo contra la pena de muerte, hoy me levanto, reclamo, me horrorizo por el abuso de poder y el asesinato de Osama Bin Laden. ¡Que la ira del poderoso nos pille confesados!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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