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Las películas van a la guerra: la década de Osama Bin Laden vista por Hollywood


(*) Texto publicado en Somosblogs.cl de VTR.

Muchos de los que leen estos post eran menores de edad cuando cayeron las Torres Gemelas. Para esa generación, no existe un Hollywood pre-Osama Bin Laden, salvo a través del encuentro de las películas de las décadas pasadas en algún trasnoche del cable.

Para la gente de mi generación, los ataques del 11 de septiembre se convirtieron en un hito porque fueron, al mismo tiempo, una sorpresa y la encarnación terrible de profecías apocalípticas que Hollywood venía entregando desde la Guerra Fría. Nueva York, Washington y Los Angeles deben haber ardido, explotado o desaparecido decenas de veces en toda clase de malas películas de desastres.

En Nueva York aterrizaron algunos de los extraterrestres más carismáticos o perversos del cómic. En sus calles patrullaron tipos como el Hombre Araña y el Punisher. Alguien en el sur me dijo una vez que conocía más lugares de Manhattan que de Santiago gracias a las películas y las historietas.

Y cuando las Torres cayeron, la ficción se volvió realidad. Hubo un par de horas esa mañana en que muchos creímos que el terror se volvería en verdad global y que alguna clase de amenaza impensada saldría a la luz para confirmar que tipos como Roland Emmerich y Tom Clancy no eran charlatanes sino profetas.

Hollywood comenzó a reaccionar al desastre ese mismo día. Una película de Arnold Schwarzzenegger llamada Daño Colateral, que lidiaba con terrorismo y atentados explosivos, retrasó su estreno y el estudio a cargo puso en salas Heist, un pequeño y amable drama de ladrones dirigido por David Mamet.

La década durante la cual Osama Bin Laden fue el hombre más buscado del mundo tuvo varias aristas, desde lo mundial hasta lo doméstico. El cine norteamericano, en mayor o menor medida, tocó cada una de ellas.

Manhattan y la zona cero del miedo

No sé si me lo contaron o lo leí, pero recuerdo que un supuesto teaser trailer de El Hombre Araña, donde una gran red se extendía entre las dos Torres, fue desechado tras los ataques. El mismísimo Tony Soprano debió lidiar con agentes de la Homeland Security en una temporada de su serie, que en más de un sentido giraba en torno a la impotencia del macho americano por mantener ya no la simple cordura, sino una mínima sensación de seguridad en el mundo moderno.

Las Torres Gemelas aparecen brevemente al final de Munich, de Spielberg, ambientada en los ’70 pero filmada en plena guerra de Irak. Se las ve arder por unos segundos en un montaje de Superman Regresa, cuya lectura no era nada de ambigua: si el Hombre de Acero no hubiera estado turisteando por el espacio, habría evitado los ataques y el país no habría caído en el miedo.

Oliver Stone hizo un drama bastante mediano sobre dos bomberos atrapados en una de las torres. Lo mejor que tenía era su inicio, cuando veíamos los últimos minutos de inocencia de la ciudad, la gente despertando, bebiendo café, leyendo los diarios, subiendo al metro. La vida normal justo antes que las calles se cubrieran de ceniza.

Lo que nos lleva a La Hora 25. Ninguna otra película estrenada hasta hoy capta mejor la castración simbólica de los edificios derrumbados y la indefensión del individuo no sólo frente al terrorismo, sino también al Estado. El traficante Montgomery Brogan (Edward Norton, en el papel de su vida) pasa su último día de libertad en Manhattan antes de presentarse en la cárcel del estado a cumplir siete años de condena.

En ese lapso, Brogan piensa en huir, pero –a diferencia de los héroes de John Grisham, otro inventor de ficciones paranoicas- no tiene adónde. No hay paraísos tropicales, ni pueblitos africanos ni cafés parisinos donde pueda escapar, porque Brogan carece de dinero y sus amigos en el fondo opinan que merece lo que le está tocando.

En La Hora 25 Bin Laden aparece en un poster de Más Buscado en una oficina de brokers. El guiño es un chiste macabro: lo han puesto ahí como burla, pero también como un símbolo. Algunos intentan seguir con sus vidas, pero ni siquiera el personaje más egoísta de la historia –que tiene su departamento a unos cuantos metros de la Zona Cero- puede sustraerse de su figura.

Irak Recargado. La guerra en el desierto.

Con el argumento de las armas de destrucción masiva, George Bush Jr. invadió el país que su padre había atacado en 1991. No fue una ocupación vista con simpatía por el cine. Red de Mentiras, La Ciudad de las Tormentas, Vivir al Límite y El Reino tuvieron en común el ser thrillers de procedimiento policial ambientados en un territorio ocupado, pero no conquistado. No fueron grandes épicas de combate y el triunfo del Modo de Vida Americano. Quizás la película más cercana a ese espíritu fue La Caída del Halcón Negro, ambientada en Africa durante los ’90, pero cuyo foco estaba más en la lealtad entre soldados antes que en el amor a la bandera.

Irak Recargado. El frente hogareño o la guerra en casa.

Cuando estaba allá, quería volver aquí. Ahora que estoy aquí, sólo pienso en volver”. Así resume un recluta su experiencia de guerra en La Conspiración, el hermoso y subvalorado filme de Paul Haggis sobre un ex-militar (Tommy Lee Jones) que investiga las circunstancias de la muerte de su hijo, enlistado para pelear en Irak.

El frente hogareño de los soldados destacados en Irak o Afganistán fue un lugar de familias rotas, viudas jóvenes, poblaciones bajo la línea de la pobreza y un país sofocado por los canales de noticias y escándalos como Abu Ghraib. Fue la Norteamérica triste y desesperanzada donde transcurría Ella se Fue, con John Cusack o el paranoico remake de El Candidato de Manchuria con Denzel Washington. Fue la década de Jack Bauer, el agente especial que veía a todo Estados Unidos como una zona de guerra permanente, donde el terrorismo era pan de cada día y cualquier acción era válida contra los invasores.

La serie 24 es un caso particularmente triste en ese sentido: la estructura general de todas sus temporadas era que, luego de rastrear enemigos externos, Bauer siempre terminaba encontrando un traidor en las altas esferas o un empresario corrupto. La mano de obra venía de afuera, pero la enfermedad estaba en el corazón del sistema.

Las conspiraciones

Syriana intentó usar la estructura del thriller coral para hablar de un mundo contemporáneo donde terroristas, empresarios y espías se cruzan y se saludan a diario y donde nadie es inocente o culpable por completo. No es un filme muy logrado, pero lo menciono porque es una especie de contraataque a la moral 24. Donde los creadores de Jack Bauer sugieren que un puñado de patriotas son capaces de reestablecer el equilibrio a costa de sus vidas, Syriana indica que ese mismo equilibrio es una falacia y que la idea del héroe que salva el mundo se acabó hace mucho tiempo. Quizás murió el día en que los agentes de la CIA estacionados en Saigón debieron abandonar la embajada en helicóptero.

Al lado de Syriana, Control Total es casi un chiste, un tecno-thriller de adolescentes heredero de bobadas ochenteras como Juegos de Guerra, la misma película cuya moral de computines chistosillos se coló en Duro de Matar 4. Pero su idea de tecnología fuera de control tiene una vuelta irónica muy divertida: al final, tal vez estemos llegando a un punto donde las computadoras sean más sensatas que sus programadores.

La no-ficción

Hablar en detalle de los documentales conectados con las Torres Gemelas y la guerra de Irak, desde Bowling for Columbine hasta Restrepo, tomaría demasiado tiempo y espacio. Quien mejor resumió el rol que los filmes de no-ficción han tenido en esta década fue –era que no- Michael Moore, quien dijo hace casi cinco años: “Nuestros documentales no serían tan provocadores ni causarían tanto escozor si la prensa cumpliera con su deber, informando de las cosas que nosotros terminamos investigando”.

Algunos, como Gunner Palace, se abocaron a la experiencia de los soldados en el frente. Otros, como Why We Fight, intentaron una mirada general sobre los motivos reales de por qué el gobierno norteamericano decidió usar los ataques como aliciente para invadir Irak.

Pero uno de ellos me parece el más importante: Standard Operating Procedure, el monumental vistazo que Errol Morris le dio a la historia de torturas y humillaciones rituales del penal de Abu Ghraib. Alejándose de la tesis oficial que habló de excesos y carceleros mal entrenados, Morris reveló una estructura interna donde los abusos no eran la excepción, sino la regla.

Los predecesores

Casi dos años antes de los ataques, El Informante de Michael Mann aludió a las espinosas relaciones entre la prensa y el terrorismo. Incluso se dio el lujo de vislumbrar un futuro cercano donde periodistas fueran tratados como subversivos y perseguidos por las empresas privadas que intentaban fiscalizar. Al final de la película, Al Pacino recibe un soplo que le permite reportear de primera mano la captura del Unabomber, el ya legendario terrorista norteamericano. Pero para el personaje, el criminal es sólo una historia, un titular periodístico que le da un respiro antes de que pasen los días y sus jefes le exijan otra noticia explosiva. La prensa como fábrica de salchichas para el noticiario de trasnoche.

En la misma época, Martin Sheen interpretaba a un presidente en The West Wing, la serie que convirtió a la Casa Blanca en el escenario de un drama laboral como cualquier otro. Veinte años antes, Sheen subió hacia el delta de un río en medio de la selva siguiendo órdenes superiores para asesinar a un ex aliado de Estados Unidos, un militar vuelto loco y convertido en líder de una tribu que le veneraba “como a un dios”. Con un par de machetazos a la calva regordeta de Brando, Sheen terminó de matar la imagen de Vietnam como una guerra justa y, de paso, le dio algo así como un broche de oro a la Era de Acuario y el sueño hippie de fugarse al Tercer Mundo y fundar la paz.

La paz, nos enseñó el final de Apocalipsis Ahora, no existe en ninguna parte. Cuando estás aquí, quieres estar allá de vuelta en la selva. Alguna vez, Bin Laden peleó junto a consejeros norteamericanos para expulsar a los soviéticos de su territorio. De ahí que muchos vociferaran que las Torres Gemelas eran nada más que el ataque de un monstruo creado por las necesidades de la Guerra Fría.

No necesito ver el inevitable filme sobre la muerte de Bin Laden (hay tres estudios preparando proyectos en paralelo) porque lo vi años atrás. Lo vi cuando era joven e impresionable y me conseguí una copia en video muy vieja y sucia de Apocalipsis Ahora y desde la pantalla de un televisor de 14 pulgadas Brando me preguntó: “¿Qué se hace cuando los asesinos persiguen a los asesinos?”.

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