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Ficción y realidad del retrato en PHotoEspaña


La decimocuarta edición de PHotoEspaña reúne a 370 fotógrafos de 55 países, en 57 sedes diseminadas por todo Madrid. Están las exposiciones centrales, en el Reina Sofía o en el Instituto Cervantes, y también el festival off, en galerías y salas pequeñas. Yo fui en busca de la galería Elvira González, que acogía la obra de Robert Mapplethorpe, y en el camino me topé con otras dos galerías que no conocía y que también exponían obras de PHotoEspaña. El responsable artístico de este enorme despliegue es el cubano Gerardo Mosquera, nuevo comisario del certamen.

El tema central de este año es el retrato. PHotoEspaña muestra una variedad impresionante de registros, que van desde el uso de la fotografía para dar testimonio de una realidad -las fotos del legendario paparazzi Ron Galella, por ejemplo- hasta para mostrar cómo esa realidad puede ficcionalizarse. Yuxtapuestos en el mismo certamen, los registros se mezclan hasta que no sabemos dónde termina uno y comienza otro. Galella nos muestra la «realidad» de una Jackie Onassis despeinada y de un Marlon Brando a punto de romperle la mandíbula al fotógrafo intruso. Pero no son menos «reales» las fotos artificiosas de Mapplethorpe, incluso cuando señalan claramente sus raíces clásicas para convertir en gran arte al mundo de la pornografía y de la homosexualidad en su vertiente sadomasoquista (S/M). Contagiado por la mirada de Mapplethorpe, uno comienza a ver símbolos fálicos y de dolor en las plantas y flores más inocentes: la realidad ha sido transformada por la ficción.

Irene de Andrés, una de las fotógrafas españolas más importantes de la nueva generación, dice que «la fotografía es ahora irrealidad»; su proyecto, que se presenta en la galería Marta Cervera, juega con cámaras y videos para retratar el paso del tiempo en la habitación de un hotel. El espectador se queda con la sensación de que las fotos capturan todo un día, pero tan solo se trata de ocho minutos: es el cierre del obturador de la cámara el que logra el efecto del transcurrir de las horas.

La relación de la fotografía con la ficción, sin embargo, no es solo de hoy. En la sala Alcalá de
la Comunidad de Madrid se pueden ver las fotos conceptuales de Cindy Sherman, que en los años setenta comenzó a explorar, en series como «Bus Riders», con la idea de la identidad como escenificación y performance. En sus fotos, Sherman encarna a todos los pasajeros de un autobús: la viejecita insoportable, la adolescente sexy, el joven con cara de pocos amigos, incluso los negros (en un gesto políticamente incorrecto, Sherman usa blackface para representar a los negros).

En la misma exposición de la Sherman se encuentran las fotos del mexicano Frank Montero Collado, quien ha sido para mí la gran revelación de PHotoEspaña. De Montero se conoce muy poco, y de hecho esta es la primera exposición de su obra. Su vida abarca la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. En sus autorretratos va armando su biografía, que incluye trabajos como seminarista o profesor e incluso hipnotista y cantante de ópera. Las encargados de la exposición señalan que existen muchas dudas acerca de cuán auténtica es esta biografía, sobre todo por el hecho de que todas las anotaciones al pie de las fotos –que recrean diferentes momentos de una vida– fueron hechas al mismo tiempo. Sin embargo, cualquiera que vea las fotos se dará cuenta de la teatralización de las escenas, de la mirada burlona de Montero al espectador. Más de medio siglo antes de la Sherman, el gesto de este mexicano es más vanguardista que el de la fotógrafa de New Jersey.

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