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Patricio Meller, el lucro y el mercado

Alexis Guardia
Por : Alexis Guardia Economista. Universidad de Chile. Doctor en Economía. Universidad de Paris IX Dauphine
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Los estudiantes señalaron, no por razones ideológicas (entendida esta última como falsa conciencia) el engranaje perverso del modelo educativo que nos rige desde 1980: lucro, mercado, endeudamiento.


En el interesante y documentado libro que acaba de publicar Patricio Meller llamado “Universitarios, el problema no es el lucro, es el mercado”, donde desde las primeras páginas se afirma que los “universitarios han confundido lucro con mercado”, la verdad es que nos parece que ellos no se  han confundido pues desde la historia y desde las más variadas teorías económicas  no es posible separar el lucro del mercado, de hacerlo sería una contradicción en los términos mismos.

El lucro o la utilidad que reporta una actividad que produce para un mercado de bienes o servicios, dicho de una manera simple, es  lo que queda una vez descontado de los ingresos derivados de las ventas: los salarios, el valor de los insumos y la amortización de los equipos. Una vez deducido de esta utilidad  el pago de los impuestos, queda definido lo que constituye la remuneración a los propietarios del capital y la tasa de ganancia que estaría obteniendo respecto al capital propio involucrado. Pero naturalmente quien consagra o realiza una u otra tasa de ganancia es el mercado, independientemente si es de competencia o no.

[cita]Los estudiantes señalaron, no por razones ideológicas (entendida esta última como falsa conciencia) el engranaje perverso del modelo educativo que nos rige desde 1980: lucro, mercado, endeudamiento.[/cita]

La búsqueda de una tasa de ganancia o lucro es consustancial a una economía capitalista de mercado toda vez que los empresarios comprometen sus fondos propios a un negocio. En la visión neoclásica del liberalismo, cuanto más cerca se ubiquen esos mercados de la competencia  más eficiente es la economía y mejores precios para los consumidores aún cuando la solución teórica de la competencia pura y perfecta no existe en el mundo real. La tasa de ganancia obtenida en condiciones de competencia es la que tiene más legitimidad. Pedir el fin del lucro en abstracto es demandar el fin del capitalismo, cuestión que aunque  pueda  ser deseable para algunos, no se avizora en un horizonte previsible. Los estudiantes con un gran sentido de realismo en su argumentación no lo están pidiendo tampoco. Lo que les preocupa con justa razón es que el lucro no se haga con recursos públicos castigando a la educación pública.

No existen mercados sin lucro o sin tasa de ganancia, pero si pueden existir en un mercado instituciones sin fines de lucro. En efecto hasta el momento en que se realiza la reforma educacional (1980) existían dos importantes universidades privadas (enseñanza pagada) sin fines de lucro: la Universidad Católica (Confesional) y la Universidad de Concepción (laica, liberal); después de décadas ambas (acompañada de la Universidad de Chile) lograron cumplir con lo que se exige a la universidad en cualquier país civilizado: docencia de calidad, centros de investigación, y difusión del conocimiento y la cultura a la población. Estas universidades no viven fuera el mercado ni del cálculo económico; pagan salarios, compran insumos, etc, pero las utilidades que obtienen por ley  la destinan al crecimiento de la actividad en las tres áreas señaladas. Con la expansión de las universidades privadas (36 creadas a partir de 1980) todas son definidas como universidades sin fines de lucro, pero en su gran mayoría, como ya es sabido, sacan las utilidades a través de empresa inmobiliarias o proveedoras de servicios  relacionadas, que a su vez son gastadas por los propietarios en bienes privados que no tiene nada que ver con la actividad universitaria.

La segunda línea de argumentación a favor del lucro del libro comentado es que ha habido una importante expansión de la matricula universitaria, arrastrando con ello una mayor movilidad social, lo cual es cierto. Pero el malestar de los estudiantes es que no obstante lo anterior el sistema tiene una persistente y elevada deserción del orden del 40%, particularmente más en las universidades privadas que las universidades públicas y obviamente, quienes más abandonan son aquellos que menos recursos tienen, abortando con ello la movilidad social; además  el informe de la OCDE del 2009 señala que en Chile la tasas brutas de titulación en universidades es de 16%, la mitad del resto de los países miembros.

Pero además todo esto se da en el contexto de aranceles universitarios que son relativamente los más caros del mundo (dentro de los cuales hay un lucro y tasa de ganancia) sin que ello signifique necesariamente un aumento en la calidad de la educación. Es cierto que el mercado de los servicios educativos no funciona de la manera elemental como  lo indican los textos, pues se trata de bienes públicos, donde hay externalidades e información asimétrica (no se trata de ir a comprar un bien de consumo como un par de zapatos donde el consumidor puede evaluar la relación calidad-precio). En esto Meller tiene razón. Sin embargo, este mercado consagra o realiza las elevadas tasas de ganancias o lucro, no solo porque es imperfecto sino porque colateralmente se ha instalado un sistema de endeudamiento “sui generis” que lo permite, además con universidades públicas que entran en la misma lógica para autofinanciarse, y dar prueba “que los recursos fiscales se usan con eficiencia”. En efecto, se ha ido configurando un sistema en que el 80% de las familias financian el acceso a la universidad a través del crédito o recursos propios y solo 20% con otros apoyos, al revés de lo que sucede en los países de la OCDE donde las familias lo hacen solo en un 30%. Además se han abiertos las puertas del endeudamiento con aval del Estado para familias con los bancos donde el montaje financiero le permite a este sector cómodas utilidades, que el propio Meller demuestra. Por eso los estudiantes señalaron, no por razones ideológicas (entendida esta última como falsa conciencia) el engranaje perverso del modelo educativo que nos rige desde 1980: lucro, mercado, endeudamiento.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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