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Más acerca de la causa de las crisis

Manuel Riesco
Por : Manuel Riesco Economista del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda)
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Marx demostró que inevitablemente se produce cada cierto tiempo lo que en el lenguaje de la época denominó una ‘plétora de capital.’ Es decir, un momento en el cual debido a la caída de la tasa de ganancias, las nuevas inversiones no sólo no generan un incremento en la masa de ganancias superior a lo invertido, sino que producen un estancamiento e incluso una disminución de las mismas. En ese momento, obviamente los capitalistas dejan de invertir, provocando con ello la crisis.
La misma se precipita aún cuando en esos momentos el consumo de las personas es máximo por el alto nivel de empleo, salarios y crédito, debido a que las empresas consumen más que las personas y a diferencias de aquellas pueden reducir su consumo de modo brusco.

Al precipitarse la crisis, aumenta la cesantía, bajan los salarios y se interrumpe el crédito, lo cual reduce también el consumo de las personas y agrava la crisis aún más. Al revés, las crisis terminan cuando las personas han bajado su consumo al mínimo. En ese momento la desvalorización masiva del capital ha repuesto la tasa de ganancia y las empresas vuelven a invertir. Mucho después, Keynes introdujo el gasto del Estado en esta ecuación, como el gran amortiguador de las crisis.

La pregunta clave, es porque cae la tasa de ganancias en primer lugar. Ello resulta una consecuencia casi trivial del inmenso aporte de Marx a la teoría económica en general. Éste consiste ni más ni menos en haberla reconstruido completa sin abandonar el principal descubrimiento de Adam Smith y los clásicos: el elemento común que ya Aristóteles había considerado debía existir necesariamente entre dos mercancías para que pudiesen intercambiarse consistentemente en proporciones determinadas, no era otro que el trabajo humano contenido en ellas. Este descubrimiento «cambió la historia del pensamiento humano,» según Marx. Sin embargo, la mayoría de los economistas pronto renegaron del mismo. Les resultó una verdad incómoda: devela que los capitalistas se quedan con la parte del león del valor creado por el trabajo de sus obreros, aunque les paguen su justo salario.

Respecto de la tasa de ganancia, sin embargo, devela con meridiana claridad el porque necesariamente cae de tanto en tanto. Ello se origina precisamente en el hecho que el valor producido y por ende las ganancias, dependen solamente del trabajo humano invertido. La ganancia cae porque de modo cíclico la competencia entre los capitalistas conduce a un atochamiento general de los mercados de productos, lo que hace caer los precios. Al mismo tiempo y antes, la producción a todo vapor ha tensado los mercados de factores, haciendo subir los precios de todos ellos, desde los terrenos hasta los salarios. Naturalmente, ello hace caer la tasa de ganancia puesto que la comprime desde ambos extremos.

La crisis descomprime todos estos mercados, permitiendo cobrar mejores precios por los productos y pagar otros más bajos por todos los factores, lo cual recompone la tasa de ganancias. Este comportamiento cíclico se superpone a una tendencia de largo plazo al incremento constante de la cantidad de materias primas, maquinarias y equipos, así como edificios y otros factores de producción, que son movilizados por la misma fuerza de trabajo. Ello obliga a invertir cada vez más en estos factores para la misma inversión en salarios de la fuerza de trabajo. Es lo que Marx denominó aumento en la composición orgánica del capital. Sin embargo, el aumento en la composición orgánica es contrarrestado por una tendencia de largo plazo a la caída de los precios de los factores de producción debido al aumento en la productividad del trabajo en las ramas que los producen, entre otros factores.

Por otra parte, Robert Brenner descubrió que la emergencia de nuevas potencias económicas deprime secularmente la tasa de ganancia en las industrias ‘transables,’ es decir aquellas sometidas a la competencia del comercio internacional, en las potencias establecidas. Cuando ello reduce peligrosamente la tasa de ganancia en dichas industrias de la potencia dominante, los ciclos normales se tornan letales, como los oleajes actuando sobre alguien con el agua al cuello. Ésta puede ser la mejor explicación disponible para los llamados ‘ciclos seculares’ descubiertos por Kondratiev, como el que se vive desde el 2000, o los que se vivieron después de 1929 y 1969 en el siglo 20 y tras 1872 en el siglo precedente. Durante los mismos, varios ciclos cortos se suceden hacia abajo antes de recuperar su secuencia al alza.

Sin embargo, lo que determina la fluctuación de corto plazo en la tasa de ganancia, que a su vez genera los ciclos «cortos» o normales que se han venido sucediendo con un período promedio de siete años desde 1825, es la primera tendencia descrita. El recurrente atochamiento de mercados de productos y tensamiento en los mercados de factores comprimen la tasa de ganancia como una prensa, hasta el punto de provocar periódicamente la ‘plétora de capital’ descrita arriba, la que a su vez precipita la crisis.

Si el valor fuera agregado por todos los factores de producción, como supone la economía que Marx llamaba «vulgar,» un aumento en la composición orgánica del capital no debería disminuir la tasa de ganancia; sencillamente aumentaría en proporción a todo el capital invertido.

Por el contrario, si el valor es agregado solo por el trabajo, la masa de ganancias se determina exclusivamente por la inversión en fuerza de trabajo. Los demás factores resultan indispensables en magnitudes crecientes para hacerla funcionar en condiciones competitivas. Sin embargo, solo agregan peso al capital, sin aumentar la masa de las ganancias, la que depende solo de la inversion en trabajo. Por lo mismo, la tasa de ganancia, que es la razón entre la masa de ganancias y el capital total invertido, necesariamente tiende a disminuir a incrementarse el valor de los factores.

De hecho, los capitalistas individuales constantemente ahorran trabajo para mejorar su ganancia, con lo cual agravan el problema. Como escribió Marx, las fuerzas contrapuestas que determinan la trayectoria cíclica del capitalismo son precisamente, por un lado, esta tendencia de los capitalistas individuales  ahorrar trabajo para obtener ganancias extraordinarias a costa de sus competidores. Por otro lado, sin embargo, el conjunto de los capitalistas necesita incrementar el número de trabajadores constantemente, para incrementar el valor total producido y con ello la masa de ganancia general.

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