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Fuck America

Rodrigo Pinto
Por : Rodrigo Pinto Crítico de libros
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Si el título suena duro, la novela cumple ampliamente las expectativas que despierta; el protagonista, Jakob Bronsky, es un sobreviviente del exterminio nazi que llega a Estados Unidos en 1952 solo para encontrar otras formas de la humillación y la exclusión. Mucho menos dramáticas, por cierto, pero también desoladoras; aunque hay que agregar que el acidísimo humor del autor rescata la novela, por completo, del tremendismo y la auto compasión.

Edgar Hilsenrath (Leipzig, 1928) es muy poco conocido en el ámbito del castellano; solo Maeva, una editorial dedicada más bien a la literatura masiva, le había publicado previamente una novela, El nazi y el peluquero (2004), que ya desapareció de su catálogo. Fuck America, a su vez, fue editada en 2010, treinta años después de la primera edición alemana, por Errata Naturae, una editorial independiente que cultiva tanto el rescate literario (por ejemplo, varias novelas de Jean Genet) como la filosofía y el fuck-america-de-edgar-hilsenrath-388x600ensayo. La novela progresa rápido, con diálogos veloces y directos que sitúan a Bronsky como un real paria, que sobrevive con los peores trabajos posibles, que estafa a quien puede y, por las noches, en las mugrientas mesas del café donde se reúnen los expatriados, escribe una novela de la que solo se dicen dos cosas: que se llama El Pajillero y, casi al final, que intenta contar su experiencia en los años de la guerra. Hilsenrath tuvo esa misma experiencia vital, de modo que es obvio el contenido autobiográfico; pero no es nada obvio el tratamiento que le da a través de frecuentes conversaciones de Bronsky consigo mismo y con la permanente invención de diálogos y el desarrollo de situaciones imaginarias donde se confunden el deseo, la posibilidad y la culpa que suelen portar las víctimas.

-¡América es la tierra prometida!
-América es una pesadilla.

El diálogo es entre Bronsky y Mary Stone, una muy exitosa animadora televisiva que proclama un abominable rosario de máximas de pensamiento positivo:

«¡Quien cree en sí mismo tiene el mundo a sus pies!» – «Quien irradia amor es hermoso». – «El que ama no necesita mirarse al espejo para contarse las arrugas». – «Escoja al compañero adecuado, y no tendrá problemas de pareja». – «Deje pasar una o dos noches antes de tomar una decisión importante». «Si le cuesta comunicarse no le eche la culpa a los demás». (…) «Si fracasa, no culpe a la tierra de Dios, sino a usted mismo. Pregúntese. ¿Qué me ocurre? ¿Dónde está la confianza en mí mismo? Aquí todos tenemos una oportunidad».

Naturalmente, no es la real Mary Stone quien acompaña a Bronsky en la cama, donde este último le ha aplicado una técnica milagrosa para curar la frigidez; es la Mary Stone que Bronsky imagina y que ha pasado directamente desde la pantalla de televisión a su lecho. Pero es aquella confidente imaginaria, la encarnación absoluta del sueño americano, de la fe en Dios, en la voluntad y en el optimismo, la elegida para que Bronsky narre finalmente su historia y se atreva a sumergirse en el hoyo negro de la memoria para iluminar, por fin, la atroz vivencia de los años del dominio nazi. Ahí el relato alcanza otra consistencia y el humor negro abre paso a un relato descarnado, preciso y sin mayores adjetivos que quizá por lo mismo es más impresionante. Y sirve también para entender por qué Bronsky y tantos otros refugiados son incapaces de incorporarse al sueño americano, a ese tejido de ilusiones, publicidad y pragmatismo que apenas acepta la diferencia y segrega con fiereza. Y todo para aprender una verdad tan amarga como el libro: «He aprendido que el nacimiento de cada individuo es a la vez su condena a muerte y me pregunto qué sentido tiene todo esto». Si no fuera por la infalible intuición de Hilsenrath para el humor negro y para atrapar al vuelo las situaciones donde el ridículo gatilla la risa, sería una novela mucho más dura aún; aunque, si se piensa bien, no pierde una gota de su capacidad crítica y de su desarmante lucidez.

Edgar Hilsenrath. Fuck America. Errata Naturae, Madrid, 2010. 262 páginas. Traducción de Iván de los Ríos.

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