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Competir electoralmente en tiempos de Doxocracia

Rafael Pastor Besoain
Por : Rafael Pastor Besoain Profesor Escuela de Gobierno y Gestión Pública, Universidad de Chile
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Qué tienen en común Laurence Golborne y Franco Parisi? Que los dos compiten principalmente desde el refugio que les otorga la doxocracia; aquello que Ernesto Ottone y otros autores han llamado el gobierno de la opinión pública ligada al imperio de la imagen efímera y las encuestas, y cuya emergencia ha sido posible gracias a la revolución de las telecomunicaciones, las tecnologías de la información y el internet.


¿Qué tienen en común Laurence Golborne y Franco Parisi? Que los dos compiten principalmente desde el refugio que les otorga la doxocracia; aquello que Ernesto Ottone y otros autores han llamado el gobierno de la opinión pública ligada al imperio de la imagen efímera y las encuestas, y cuya emergencia ha sido posible gracias a la revolución de las telecomunicaciones, las tecnologías de la información y el internet.

La doxocracia ha permeado todo. Los negocios, la política y la función pública han caído rendidos al rigor que la velocidad y atomización doxocrática impone. Más aún, el sistema de representación que sustenta las democracias modernas se ha visto especialmente afectado por esta forma posmoderna de gobierno factual.

En efecto, la ciudadanía se hace cada vez más reticente en delegar la construcción de la solución de sus problemas a los partidos políticos, que han ido perdiendo la legitimidad que detentaban para expresar los encargos de la soberanía popular en los principales lugares públicos, como el Congreso y La Moneda. La res pública ha ido cediendo cada día más espacio a la informalidad de la doxocracia, generando espacios donde surgen emprendimientos políticos individuales y carismáticos en desmedro de aquellos que pertenecen a la institucionalidad partidaria y que representan cosmovisiones colectivas que perduren en el tiempo. Ejemplos doxocráticos hay a raudales. Es cosa de recordar las campañas presidenciales de Francisco Javier Errázuriz, José Piñera o Marco Enríquez-Ominami.

[cita]Qué tienen en común Laurence Golborne y Franco Parisi? Que los dos compiten principalmente desde el refugio que les otorga la doxocracia; aquello que Ernesto Ottone y otros autores han llamado el gobierno de la opinión pública ligada al imperio de la imagen efímera y las encuestas, y cuya emergencia ha sido posible gracias a la revolución de las telecomunicaciones, las tecnologías de la información y el internet.[/cita]

De alguna forma la doxocracia se impulsa por la emoción de las imágenes que las encuestas otorgan, mientras que la democracia, a través de los partidos políticos, lo hace en base a la racionalidad y la tradición de las instituciones públicas. Doxocracia alude al corto plazo y al olvido caudillesco, mientras que la democracia al largo plazo y a la memoria republicana. Obviamente las instituciones democráticas han tenido que también recurrir a medios doxocráticos para subsistir, pero esta distinción sigue siendo clara e importante a la hora de votar.

Traigo todo esto a colación puesto que estamos en plena competencia electoral, y me parece clave diferenciar los tipos de liderazgos u ofertas políticas en carrera para la centro derecha. Por uno lado, tenemos la candidatura independiente y doxocrática de Parisi, que ataca constantemente a la política tradicional, ya sea por acción u omisión, y sustenta su candidatura simplemente en una plataforma de internet donde se acumulan imágenes en los medios y retórica vacua que probablemente no tendrá ninguna trascendencia o permanencia temporal.

Por otro lado, tenemos a Golborne que coquetea firmemente con la doxocracia todo el día desde su cuenta de Twitter y en sus apariciones en la televisión, donde inaugura obras de poca importancia pero mantiene vivo el capital político que le cayó del cielo tras el rescate a los mineros. Su silencio en materia programática sólo confirma su alineación con el oportunismo doxocrático.

Una forma efectiva de desnudar estos liderazgos doxocráticos la encontramos en el análisis de la actitud que los mismos tendrían frente a una potencial derrota. Es altamente probable que Parisi volvería a la academia o a sus consultorías si no gana, y con ello olvidaría su emprendimientos o preocupaciones públicas. Lo mismo ocurriría con Golborne, quien frente a una derrota, probablemente no aboque todas sus fuerzas a fundar un partido o militar en uno, sino más bien, volvería a sus negocios o gestionaría una empresa multinacional.

En la otra vereda, tenemos las candidaturas de a Andrés Allamand y Pablo Longueira que justamente representan la antítesis de la doxocracia. Sus candidaturas reflejan una identidad institucional y el trabajo de toda una vida dedicada a servir un partido político y sus convicciones. Son la expresión misma de lo que exige la fase agonal de una democracia moderna. Ambos seguirán en política, ya sea desde el triunfo o la derrota, y esto posee un valor que no debe descuidarse.

Frente a esta disyuntiva, sólo queda optar por la precariedad, informalidad y cortoplacismo de la doxocracia, o por el arraigo, la profundidad y largo plazo de la democracia. Esperemos que tanto Renovación Nacional y la UDI no caigan presos del canto seductor y el facilismo de las encuestas  de la doxocracia, y sigan firmes en el camino institucional democrático que vienen pavimentando hace años.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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