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Becas Chile: ¿Hacia dónde va el modelo? Opinión

Becas Chile: ¿Hacia dónde va el modelo?

Boris Santander
Por : Boris Santander Programa de Doctorado en Cuaternario y Prehistoria, URV, España. Becario del Sistema Becas Chile.
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No se ha definido en ningún minuto “para qué” estamos enviando becarios al mundo. Es mucho pedirle a estudiantes que por primera vez salen a centros de formación en el extranjero que tengan total claridad acerca de su horizonte profesional al retorno, y de la contribución que pueden hacer a Chile, sobre todo cuando el Estado no les garantiza espacios desde los cuales aportar al país cuando regresen.


Escribo esto porque siento un malestar. Y ese malestar lo sienten también varios becarios cercanos y no becarios del Gobierno de Chile… y tenemos (y de ahora en adelante escribiré en primera persona singular) la sensación de que hay varias cosas que no andan bien con Becas Chile.

¿Por qué? Porque en primer lugar el sistema pareciera no responder a ningún tipo de planificación mayor. El número de becarios chilenos en el mundo no deja de crecer en diferentes áreas del conocimiento, a una tasa muchísimo mayor que las posibilidades de inserción al retorno a Chile. Y no nos equivoquemos, me refiero al espacio en el que, por necesidad, debiesen insertarse los postgraduados formados con el dinero de todos los chilenos: las universidades y centros de investigación públicos.

La lógica neoliberal, sin embargo, dicta lo contrario y a partir de los dineros públicos con los cuales se financian aranceles, billetes de ida/vuelta y estancia de los investigadores en formación; el sector privado está beneficiándose con enorme sonrisa. La derecha que hoy gobierna y la Concertación neoliberal que gobernó desde el ‘90 en adelante, han abierto una facilidad más al lucrativo mercado educacional. A una legislación deficiente con respecto al lucro, a los créditos inmorales para estudiar en universidades privadas que lucran y a un sistema de acreditación diseñado para asegurar el acceso a la torta. El Estado le ofrece en bandeja a las empresas, una generación completa de profesionales altamente entrenados en las mejores universidades del mundo, sin que éstas hayan tenido que pagar ni contribuir por la formación de este capital humano “avanzado”.

[cita]Una vez que el postulante gana la beca, la cosa no se pone mejor: En primer lugar, la firma de papeles es un circo legal. No puede ser que los becarios tengan que hacer procesión en busca de un notario que esté dispuesto a firmar un pagaré sin fecha ni monto… ¡Sin fecha ni monto! Si alguien en Conicyt se vuelve loco, puede mandar a hacer rellenar esos pagarés por millones y millones de pesos a pagar “mañana mismo”. Y podría suceder, porque los becarios hemos firmado con sangre un pacto en el cual acordamos eso.[/cita]

Repasemos algunos de los puntos claves en las deficiencias en el sistema actual:

1.- Al adoptar un ranking de 150 “mejores universidades” como justificante per se de la calidad de una institución educacional, lo que está haciendo es limitar al postulante la posibilidad de tomar una decisión meditada y veraz acerca de su destino como futuro becario. Cuando se toma la opción de estudiar un postgrado, ésta debiera basarse en una mixtura de factores, que incluyen el interés personal de investigar o especializarse, las características personales (psicológicas, sociales, culturales), la orientación que tomó la formación de pregrado, entre otras. Por eso, al pre-marcar estas 150 universidades y en la práctica, casi preestablecer, la reflexión se trunca: pierde importancia la decisión del futuro investigador, que pasa de priorizar sus intereses académicos a preferir “asegurar la beca”. Y no hablo de que se debiese nivelar para abajo, sino al revés: tanto el que postula a la Oxford, Princeton o UCL, como el que postula a la Real Universidad de la Conchinchina, debiese justificar de la misma forma el porqué de su opción. Asimismo, el formulario debería eliminar la impertinencia actual de tener que solicitar al futuro director de tesis datos personales como el tipo de contrato o la jornada laboral, más cuando en Europa o EE.UU los datos personales son tratados con muchísimo cuidado.

2.- El proceso de evaluación de las becas anda muy mal. ¿Cuán mal? Si usted es arqueólogo, puede seR evaluado por un psicólogo o un historiador. Así de mal. Son muy pocos evaluadores para muchos postulantes, y se sobreexige a los valientes dispuestos. Si no se estimula de alguna forma la participación de más investigadores seniors en estos procesos, es lógico que haya una escasez de evaluadores suficientes e idóneos para los postulantes. Y ojo, no es por culpa de los evaluadores, que hacen lo que pueden por pura buena voluntad.

3.- Una vez que el postulante gana la beca, la cosa no se pone mejor: En primer lugar, la firma de papeles es un circo legal. No puede ser que los becarios tengan que hacer procesión en busca de un notario que esté dispuesto a firmar un pagaré sin fecha ni monto… ¡Sin fecha ni monto! Si alguien en Conicyt se vuelve loco, puede mandar a hacer rellenar esos pagarés por millones y millones de pesos a pagar “mañana mismo”. Y podría suceder, porque los becarios hemos firmado con sangre un pacto en el cual acordamos eso.

4.- Cada ejecutivo de atención al becario no es más que un operador telefónico como los de atención al cliente de las grandes empresas: hay uno cada “muchísimos becarios”, y sólo atienden dudas básicas. En algunos casos, la espera por una respuesta un poco más compleja puede demorar semanas y en caso de problemas serios, la solución puede tardar meses. Lo que puede parecer poco más que un problema doméstico, se vuelve un problema mucho mayor cuando se toma en cuenta que en los países en los cuales estamos desarrollando nuestros estudios, debemos muchas veces realizar procesos engorrosos y largos y que dependen de respuestas rápidas por parte de Conicyt, personificado en los ejecutivos, quienes sencillamente no responden de forma oportuna. A una cercana, una respuesta a todas luces lógica, le demoró 6 meses resolver y estuvo a punto de perder la renovación de sus documentos de identidad de residencia en Europa, con todos los problemas que eso implica, como por ejemplo la posibilidad de deportación.

5.- Becas Chile solamente paga, nada más. Reparte plata, sólo eso. Nada más que decir. Una vez al año tienes que enviar una carta para renovar la beca que es más bien una hoja confirmando que no quemaste tu instituto o universidad y que haces lo que tu director dice. El sistema de renovación ni siquiera es capaz de distinguir entre magíster y doctorado, o de las particularidades de los programas. En mi caso puntual, este año tuve que incluir la carta de mi directora de Tesis Doctoral explicando lo que he hecho durante el año, mi propia carta explicando lo que he hecho durante el año y una carta del director del Departamento explicando lo que he hecho durante el año. ¿Por qué? Porque no tengo notas… que ¿por qué no tengo notas? Porque soy estudiante de Doctorado en una universidad acogida al plan de Bologna, igual que todas las de la Comunidad Europea, y al igual que todo el resto de estudiantes no tengo clases. Afortunadamente, los “condoros” de Becas Chile con respecto a los pagos son menos que en el pasado, aunque siguen ocurriendo retrasos individuales cada tanto o errores inaceptables en la distribución de dineros, como por ejemplo, el mes en que se nos depositó a todos la cifra correcta… pero en monedas diferentes: U$1000 = €1000.

6.- Pero quizás lo (más) indignante de todo esto, sea el tema del retorno. Los becarios debemos volver a Chile después de terminar la beca. Pero da lo mismo a qué: tú, brillante Doctor/a en Física, si no encuentras trabajo por tu cuenta, puedes perfectamente dedicarte a hacer clases de Yoga o Flores de Bach… que “para eso gastamos decenas de millones de pesos en tu formación”. Cuando decimos que la institucionalidad científica chilena está en crisis, en parte es a esto a lo que nos referimos. Pareciera que Chile no tiene idea de para qué esta formando capital humano. Y a no ser que se enmiende el rumbo esto irá cada vez a peor.

La solución del gobierno para la inserción de los postgraduados, es ridícula: una página web con filtros poco depurados, para poder ubicar a los becarios en el mundo… ¿Han comprado algo en “Amazon” o “Mercado Libre”? Pues esto es lo mismo, pero con becarios. Seamos claros: es necesario que se estimule la creación de centros de investigación; es vital que se creen puestos de trabajo de planta y a contrata como investigadores/as del Estado. Se necesita fomentar un sistema cosolidario entre la empresa privada y el Estado que establezca la obligatoriedad de la colaboración de la empresa privada en la financiación de las becas si desea hacer usufructo de ellas. Es preciso que se abran nuevas universidades públicas y centros de investigación… A no ser que se estimule un cambio profundo y radical en la institucionalidad académica y científica en Chile, lo que haremos es seguir marcando el paso y, como hasta ahora, sólo alimentar a empresas y universidades de lucro de los doctores y magísteres que necesitan para competir mejor en el mercado; doctores y magísteres que han sido financiados a través de nuestros impuestos. Y para más desgracia, “voces expertas” han aparecido en diversos medios esperando eliminar la obligatoriedad del retorno a Chile, equiparando a un investigador con jugadores de fútbol.

Es evidente que la situación es absurda, pero debe ser corregida para bien, no estimulando la fuga de cerebros, para que nuestros becados “alimenten” a los centros extranjeros. Convenios de cooperación internacional o bien contratos universitarios con tiempos compartidos entre Chile y el extranjero, parecen mejores opciones al respecto.

Reflejo de esta falta de oportunidades para los retornados, de bases condicionadas a universidades “top”, de un sistema que te trata como mero “usuario”, en resumidas cuentas de todo un sistema de becas que parece tener más interés en alimentar a la empresa privada con nuestros impuestos que al país y el ámbito público, es la desolación de los becarios. Como es lógico, un programa de becas estatales que no tiene idea de cuál es su norte, tiene a un “capital humano” que en buena parte no tiene idea de para qué se está formando.

Entendámonos, los becarios del programa constituyen la generación mejor formada en la historia del país. Nunca antes tantos estudiantes chilenos se encontraban formándose en centros de excelencia mundial para desarrollar conocimientos e investigación relevante para Chile y, al mismo tiempo, nunca tantas personas habían tenido la incertidumbre constante de no saber si existe o no la posibilidad real de continuar en el país con su trabajo, abriendo líneas de investigación relevante y siendo parte activa en la formación de estudiantes de pre y postgrado en Chile. Cuando se abre algún concurso para inserción, es siempre en condiciones de precariedad: sin contrato, sin previsión social y con honorarios bajo la media del mercado laboral. La voluntad actual en Chile de crear espacios de formación en Ciencia, Tecnología, Humanidades, Ciencias Sociales o Arte es prácticamente nula. Baste decir que la ultima universidad creada en Chile tiene su partida de nacimiento fechada hace exactos 20 años; 20 años en los cuales ha aumentado la demanda de centros educativos, derecho fundamental que ha sido entregado como negocio único y exclusivo para el empresariado nacional e internacional.

No es de extrañar entonces, que para muchos jóvenes profesionales chilenos, las becas aparecen hoy como la posibilidad de conocer el mundo, de salir de Chile para tener una nueva experiencia, de tener contacto con la vieja Europa, la emocionante Australia o los modernos EE.UU. Y ¡ojo! no estoy en contra de viajar, pasear o disfrutar de lo que se pueda ahorrar de la beca, por el contrario, debiese ser parte importante de la formación en el extranjero, el hecho de “expandir horizontes”… pero sólo cuando eso es un anexo a la actividad académica e investigadora planificada y con proyección a futuro, que es por la cual “la señora Juanita” está pagando y que espera que ese conocimiento adquirido vuelva a Chile para consolidar un salto cualitativo en el desarrollo nacional. No me malinterprete. No estoy diciendo que esto sea un problema de los postulantes o de los becarios, lo que estoy planteando es que no se ha definido en ningún minuto “para qué” estamos enviando becarios al mundo. Es mucho pedirle a estudiantes que por primera vez salen a centros de formación en el extranjero que tengan total claridad acerca de su horizonte profesional al retorno, y de la contribución que pueden hacer a Chile, sobre todo cuando el Estado no les garantiza espacios desde los cuales aportar al país cuando regresen.

No son dos problemas aparte: el desconcierto de muchos postulantes y el mal funcionamiento del sistema de Becas Chile. Son dos caras de la misma moneda. Ambos problemas son parte de un sistema que pretende, con el impuesto de todos nosotros, formar a miles de postgraduados sin una orientación clara más allá de entregar capital humano a las empresas que necesitan a estos “cerebros”: desde las compañías mineras a las “universidades” privadas que lucran, desde las salmoneras a las clínicas privadas. Todo como parte de la gran estrategia de los “dueños de Chile” que lleva 40 años imponiéndose en el país: exprimir “la teta” del Estado –que es la mía y que es la suya– hasta más no poder.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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