Señor Director:
La coherencia en política es un asunto que se ha ido desdibujando en la transición y pareciera una condición propia del pragmatismo que inunda nuestra sociedad posmoderna desde fines del siglo pasado, cuando el mundo se nos presentaba desde una sola visión predominante, aquella donde el mercado y la globalización son los elementos constituyentes y a la vez, determinantes.
La movilización estudiantil del 2011, la irrupción de los movimientos sociales del más diverso tipo en diferentes confines del mundo nos retrotraen al sentido común, al aquí y al ahora. Es mentira que es el fin de la historia y que la política es sólo cosa de expertos. La ciudadanía es parte de este proceso y ante la ausencia de actores políticos creíbles, se toma la calle para expresar sus demandas.
En el Chile de hoy, Michelle Bachelet parece tomarle el pulso a la situación y acoge no sólo el sentimiento de aquellas manifestaciones, sino demanda que parte que sus principales liderazgos estén presentes en el nuevo Parlamento, cuestión resistida hasta al final por la nomenclatura concertacionista, en particular por la directiva del Partido Socialista.
Al mismo tiempo, exige que la nominación de candidatos al Parlamento nazca de la voluntad popular, exige primarias al igual que lo solicito Revolución Democrática y una vez más Escalona no sólo se resistió a ellas, sino que no dudó en culpar a su partido de no dar las garantías para un debido proceso, partido del cual formó parte de su dirección a lo menos en los últimos veinte años.
Por otra parte, la candidata presidencial afirma que es necesaria una nueva Constitución. Si bien no se amarra con un método en particular, no le cierra la puerta ni menos trata de fumadores de opio a quienes legítimamente vemos en la Asamblea Constituyente un instrumento para romper el andamiaje institucional, cuyos cerrojos bien pensados por Jaime Guzmán, tienen previsto que se pueda cambiar todo, menos lo fundamental.
Es por ello que, así como voto por Michelle Bachelet, me resulta absolutamente incoherente hacerlo por el otrora “enfant” terrible de la izquierda chilena, hoy “autoconvertido” en un sui generis “hombre de Estado” que acapara portadas de El Mercurio, La Tercera, La Segunda, elogios de la CPC, del CEP, de los líderes de la derecha y que además, en un nuevo arranque, le ha dado por pedir perdón haciéndole el juego a ésta, que pretende exculpar sus acciones y responsabilidades vía la teoría del empate.
No Camilo, con todo el respeto que podemos tener por tu trayectoria, por tu labor en la clandestinidad, por la reconstrucción del partido, definitivamente no. Ocupando términos propios del mercado, te sobregiraste. Por coherencia entonces, voto Bachelet, no voto Escalona.
Juan Aravena Pino
Licenciado en Sociología, Ex dirigente Regional, PS Concepción