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La Alemania de la derecha y la Alemania de los alemanes

Aldo Madariaga E.
Por : Aldo Madariaga E. Instituto de Políticas Públicas UDP y Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).
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La última perla es la “delirante” idea que con tan sólo adoptar un sistema de “educación dual” estaremos más cerca del Rhin que del Mapocho. Curiosamente, existe una característica del modelo alemán que es fundamental para los analistas alemanes, pero sistemáticamente omitida en la discusión criolla: su modelo de relaciones laborales.


Hoy en día parece que cualquiera en Chile puede utilizar el ejemplo de Alemania para promover políticas supuestamente conducentes a un mayor desarrollo. La fórmula es simple: elija una política de su preferencia, compruebe su “Made in Germany” y ofrézcala como la cura de todos los males. Los economistas liberales celebran la independencia de su Banco Central y su fijación exclusiva en controlar la inflación; Concertación y Alianza unidas ensalzan la (mal entendida) “economía social de mercado”. La última perla es la “delirante” idea que con tan sólo adoptar un sistema de “educación dual” estaremos más cerca del Rhin que del Mapocho. Curiosamente, existe una característica del modelo alemán que es fundamental para los analistas alemanes, pero sistemáticamente omitida en la discusión criolla: su modelo de relaciones laborales.

Dos son los pilares básicos del modelo de relaciones laborales alemán: la negociación colectiva por rama y la llamada codeterminación. A diferencia de Chile, donde la negociación colectiva sólo puede hacerse a nivel de empresa, en Alemania se negocia a nivel de sector. Esto es, los sindicatos de una rama de actividad negocian con la asociación gremial correspondiente un nivel de salarios para el conjunto del sector (como ocurre también en países como Argentina y Uruguay). El grado de centralización de la negociación es alto, en la medida que la ronda de negociación la comienza el sindicato más poderoso del país: IG Metall, que agrupa a los sectores que más pesan en las exportaciones alemanas (industria metalmecánica y eléctrica, automotora, etc.). Poniéndolo de manera grosera –y con muchas consideraciones de por medio–, es como si la negociación de todos los trabajadores en Chile siguiera como referencia el nivel de salarios y beneficios que alcanza la negociación de los trabajadores del cobre.

[cita]La última perla es la “delirante” idea que con tan sólo adoptar un sistema de “educación dual” estaremos más cerca del Rhin que del Mapocho. Curiosamente, existe una característica del modelo alemán que es fundamental para los analistas alemanes, pero sistemáticamente omitida en la discusión criolla: su modelo de relaciones laborales.[/cita]

La negociación a nivel de rama sienta un referente a partir del cual cada empresa negocia con sus trabajadores según sus condiciones particulares. Es aquí donde la codeterminación juega un rol clave. Codeterminación significa que la empresa no es administrada sólo por sus dueños, sino también por los trabajadores, quienes a través de un Consejo de Empresa (Betriebsrat) inciden directamente en las políticas de la compañía (traducción: la economía es demasiado importante como para dejarla en manos exclusivas de los empresarios). Estos Consejos no sólo ajustan los salarios y beneficios acordados a nivel de rama a la realidad de cada empresa, sino que incluso pueden llegar a ocupar un sillón en el directorio y decidir su futuro. En nuestra realidad, con suerte los sindicatos pueden negociar su salario, mientras que las empresas usan todo tipo de artilugios para debilitar su ya deteriorado poder de negociación (multi-rut, etc.).

Estas dos características fundamentales del sistema de relaciones laborales alemán han sido históricamente reclamadas por el mundo del trabajo en Chile, pero sistemáticamente denegadas por gobiernos de lado y lado. Se alega que sindicatos fuertes afectan la competitividad y aumentan el peligro de inflación. Sin embargo, aquellos que conocen de cerca la Alemania de los alemanes coinciden en que el modelo de relaciones laborales es crucial, pues incide no sólo en el bajo desempleo y la baja desigualdad, sino también en su capacidad de ajuste ante crisis económicas, la baja inflación y la diversificación de exportaciones.

Un banco central independiente y una negociación colectiva con altos grados de centralización se complementan de manera positiva, pues permiten lo que al primero le cuesta hacer solo: reducir la inflación manteniendo bajo el desempleo (Hall & Franzese Jr., 1998; Cukierman & Lippi, 1999). Por otro lado, la negociación colectiva a nivel sectorial es particularmente valiosa en períodos de crisis, pues permite a empresarios y trabajadores acordar temporalmente limitaciones a una serie de beneficios, a cambio de limitar también los despidos. De esta manera, se facilita el ajuste de las empresas manteniendo el nivel de empleo (Rhodes, 2001). Por último, negociación colectiva centralizada ayuda a aumentar el valor agregado de los productos y diversificar exportaciones, pues, al imponer niveles de salario altos, empuja a las empresas a competir “por calidad” y no “por precio”. Las estructuras de la negociación sectorial permiten, en este contexto, que empresarios y sindicatos busquen constantemente nuevas formas de capacitación para aplicar nuevas tecnologías y, así, elaborar productos más especializados (Streeck, 1997).

Se ha llegado a plantear que Alemania constituye una particular variedad de capitalismo; una variedad coordinada, donde la estructura institucional fundamental para la regulación y el desempeño económico no son los mercados, sino la capacidad de los actores económicos de negociar estratégicamente y llegar a acuerdos. Este es precisamente el significado del concepto de Sozialmarktwirtschaft (esta vez en alemán para enfatizar la diferencia). El Estado es un facilitador de los acuerdos entre empresarios y sindicatos empoderados. Y, a pesar de las reformas neoliberalizantes de inicios de los 2000, el Estado alemán sigue proveyendo recursos bajo la forma de educación gratuita y redes amplias de seguridad social que refuerzan el modelo laboral, todo esto apoyado por una carga impositiva alta y fuertemente concentrada en los sectores de mayores ingresos.

Se puede hacer todo tipo de especulaciones sobre la viabilidad de importar un modelo así a nuestro país. Lo único cierto es que sin sindicatos fuertes, sin negociación colectiva a nivel sectorial y sin consejos de empresa, la receta sigue siendo la Alemania de la derecha y no la Alemania de los alemanes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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