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La gran lección de Nelson Mandela

Durante sus 27 años de presidio, Mandela recibió más de 6 ofertas de indulto por parte del gobierno, pero él las rechazo todas, porque las condiciones que se le imponían significaba renegar de la lucha que se estaba dando en Sudáfrica en contra del apartheid y además, y esto es algo muy importante, para entender la fuerza de su legado, se le pedía dejar a un lado expresamente la lucha armada que se estaba realizando, pero él como miembro del Consejo Nacional Africano seguía reivindicando y justificando la lucha armada por la violencia que, según él, ejercía el gobierno.


Bill Clinton escribe, en la introducción de la autobiografía de Nelson Mandela, que una vez le preguntó si al salir de prisión después de 27 años no odiaba a todos los responsables.

Mandela respondió: «Absolutamente sí, porque ellos me tuvieron preso por tanto tiempo. Fui abusado, no vi a mis hijos crecer, perdí mi matrimonio y los mejores años de mi vida. Estaba enojado y tenía miedo, porque no había estado libre hacía mucho tiempo. Pero cuando estaba cerca del auto que me llevaría lejos, descubrí que cuando cruzara la puerta, si yo seguía odiándolos, ellos todavía me tendrían. Yo quería ser libre y entonces, lo deje ir»

La vida de Nelson Mandela es una lección para la política actual, tantas veces teñida de odios y resentimientos. Su historia, es la historia de cómo un político que defendía la lucha armada en su país, se liberó primero a sí mismo del odio, y después liberó a su pueblo de ese mismo odio y lo guió por el camino de la libertad.

Ingresó a la cárcel a los 44 años y salió de 72. Cuenta Mandela que en la prisión de la isla de Robben podía recorrer toda su celda con tres pasos.

Rápidamente aprendió que el principal desafío de un prisionero es sobrevivir a la experiencia de la prisión intacto, salir sin haber sido destruido moralmente, y lograr mantener sus creencias. La cárcel está hecha para romper el espíritu y destruir la voluntad y él no estaba dispuesto a rendirse.

[cita]Durante sus 27 años de presidio, Mandela recibió más de 6 ofertas de indulto por parte del gobierno, pero él las rechazo todas, porque las condiciones que se le imponían significaba renegar de la lucha que se estaba dando en Sudáfrica en contra del apartheid y además, y esto es algo muy importante, para entender la fuerza de su legado, se le pedía dejar a un lado expresamente la lucha armada que se estaba realizando, pero él como miembro del  Consejo Nacional Africano seguía reivindicando y justificando la lucha armada por la violencia que, según él, ejercía el gobierno.[/cita]

Lo primero que tuvo que combatir en la prisión fue la rutina. Señala Mandela que la rutina es una amante peligrosa, porque uno pierde la noción del tiempo y eso puede hacer perder el interés e incluso llevar a la locura. Por eso, una de las primeras cosas que hizo fue tener un calendario en su celda y luchó por vivir conscientemente cada día, no perdiendo nunca la ilusión de que algún día saldría en libertad, de que no iba a morir en prisión.

Sabía que debía crear una vida propia dentro de la cárcel y, para eso, él y sus compañeros trataban de vivir su experiencia en la cárcel, como un microcosmos de la lucha total que se estaba dando en Sudáfrica. Así fue como nunca renunciaron a luchar por mejorar las condiciones de todos los presos y se enfrentaban a todas las injusticas que veían en su vida diaria, porque esa lucha era parte de la lucha general contra el apartheid.

Es así como Mandela cuenta que trabajaban a pleno sol y solicitaron a las autoridades carcelarias que les entregaran lentes para proteger sus ojos. Se los negaron una y otra vez y sólo después de 3 años de lucha se los dieron. Sólo luchando contra todas las injusticas sin importar el éxito de esa lucha es que mantenían su propia dignidad y humanidad.

Cuenta también Mandela que, como luchadores por la libertad y prisioneros políticos, sentían que tenían la obligación de mejorar y fortalecerse y por eso aprovecharon todas las oportunidades para estudiar y mantenerse informados de los temas políticos del exterior. Por ejemplo, pronto descubrieron que los sándwiches de los guardias estaban envueltos en papel de diario y cuando los botaban los recogían para leerlos, los compartían, los analizaban, los discutían. Cualquier información del exterior era valiosa.

Pero Mandela no sólo luchaba contra sus captores, sino que también contra su propia debilidad, y por eso mantenía una constante rutina de ejercicios y se hizo una disciplina de otras actividades como cultivar un huerto en la propia cárcel, que pasó a convertirse en una importante fuente de alimentos para los presos y también para los guardias.

Su madre y su hijo mayor de 25 años, murieron mientras estaba en prisión y en esos momentos se cuestionaba sobre si era correcto colocar primero el bienestar del pueblo por sobre el de su familia.

Durante sus 27 años de presidio, Mandela recibió más de 6 ofertas de indulto por parte del gobierno, pero él las rechazo todas, porque las condiciones que se le imponían significaba renegar de la lucha que se estaba dando en Sudáfrica en contra del apartheid y además, y esto es algo muy importante, para entender la fuerza de su legado, se le pedía dejar a un lado expresamente la lucha armada que se estaba realizando, pero él como miembro del Consejo Nacional Africano seguía reivindicando y justificando la lucha armada por la violencia que, según él, ejercía el gobierno.

El 10 de febrero de 1985, por primera vez pudo hacer pública, en una carta leída por su hija, las razones para negarse a un nuevo indulto ofrecido por el gobierno. Señalaba Mandela que:

«Yo aprecio mucho mi libertad, pero me preocupa mucho más la libertad de ustedes….. la libertad de ustedes y la mía no pueden ser separadas», sentenciaba Mandela en su carta de respuesta.

Después lo pusieron en aislamiento, lejos de sus compañeros y llegó a una conclusión sorprendente para alguien con su historia política. Se dio cuenta, después de más de 20 años, que la vía armada no tenía destino y que en esa soledad podría servir de puente para iniciar un proceso de diálogo real con las autoridades. Sin decirles nada a sus compañeros de prisión comenzó unas negociaciones. Asumía así la responsabilidad del político y no sólo la del luchador testimonial.

Sobre este punto, Mandela relata en sus Memorias que:

«Hay momentos en que un líder debe moverse hacia adelante dejando de moverse con el rebaño, ir en una nueva dirección, con la confianza de que está liderando a su gente en el camino correcto».

Un líder no es sólo aquel que representa a los estados de ánimo de la gente, sino principalmente aquel que asume la responsabilidad de guiarlos cuando ve el camino correcto.

La gran lección de Nelson Mandela es que, para poder reformar la sociedad, primero debemos reformarnos nosotros mismos. Sólo venciendo el odio en el propio corazón, se es capaz de guiar a un país a la reconciliación, sólo manteniendo siempre en alto el espíritu de lucha por sus ideales, es que se puede guiar a un pueblo en el largo camino de encontrar la paz y la libertad. Sólo perdonando podremos ver que un país no está formado por amigos o enemigos, sino que por personas que en el caso de Sudáfrica viven distintas esclavitudes: la esclavitud del odio, de la discriminación y de la incapacidad de mirar al otro como un igual.

Señala Mandela en sus Memorias que:

«Una de las cosas más difíciles no es cambiar la sociedad sino cambiarse uno mismo»

«Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar también se les puede enseñar a amar».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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