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Legado del Segundo Kerensky Chileno


La próxima vez que escriba en este blog ya habrá otro gobierno. Con seguridad será peor que el actual, salvo en un aspecto: el de su eficacia para destruir a la derecha. Pues sólo Eduardo Frei Montalva le ha hecho más daño a ésta que su émulo Sebastián Piñera. Realmente, éste la ha demolido. A la hora de los balances, una comentarista de la Concertación, María de los Ángeles Fernández, ha reconocido piadosamente que él “fue iconoclasta frente al ideario tradicional de la derecha”, añadiendo: “La situación fue bien recogida por quien afirmó que se trataba del quinto gobierno de la Concertación”. A su turno y ahí mismo, un columnista de derecha, Axel Buchheister, hablando de la obvia ambición reelectoral del gobernante, anticipa: “Por mi parte, al menos, en ningún caso contará con mi voto, no importa lo que suceda” (”La Tercera”, 09.03.14, p. 42).

Como ha precisado otro analista de izquierda, Ernesto Ottone, Piñera es un jugador, un “gambler” de la política. Él hace “pasadas” que le dejan beneficios exclusivamente a él y poco o nada le importa a quiénes perjudican. Ahora su gobierno exhibe una encuesta según la cual termina su período con el 50% de aprobación ciudadana. Sobre la base de la misma sus panegiristas ya dan inicio a la campaña para la reelección, encabezada, por supuesto, por el mismo Piñera, que ha designado un “comando” cuya primera reunión está contemplada para el lunes 17 en su oficina de Apoquindo 3000 (“El Mercurio”, 09.03 14, C6).
Pero la misma encuesta que le da 50% a él dice que la Alianza, el pacto de gobierno, tiene una aprobación de apenas 22% y un rechazo del 64%. ¿Cómo se entiende que él tenga más del doble de aprobación que su propio gobierno? No se entiende, por supuesto, sabiéndose, como todo el mundo ya sabe, que éste es el gobierno de, por y para Sebastián Piñera. Yo creo más en otra encuesta de enero, de CERC, donde la aprobación al presidente es 36%, acusando un aumento de tres puntos con respecto a la encuesta anterior de junio. Y, muy importante, esos tres puntos porcentuales coinciden exactamente con los tres puntos que representan los que consideran como “lo mejor del gobierno de Piñera” el cierre del penal Cordillera, es decir, la tarea de denigración del Gobierno Militar y de la derecha que apoyó a este último. Obvio: ganó tres puntos mediante una jugada o pasada que le granjeó las simpatías comunistas y de la más extrema izquierda. Oportunamente en este blog destaqué los elogios que, con ese motivo, le prodigó Javiera Parada, la irreductible y más combativa representante de ese sector extremo.

Pero hubo todavía otra encuesta mucho más representativa: la elección presidencial de diciembre, donde el 68% de los chilenos dijo que no quería otro gobierno como el de Piñera (pues Evelyn Matthei se presentó como su continuadora).

Sea como fuere, los efectos de la “pasada” de septiembre en el ideario colectivo fueron devastadores. “Los 40 años del 11” constituyeron un “asesinato de la imagen” del Gobierno Militar, sobre la base de la falsificación  histórica. En los cerebros lavados chilenos se proyectó como una “película de horror” lo que concernió a dicho régimen. Todo el mundo sabe, por desinformado que esté, que la derecha y el Gobierno Militar fueron una misma cosa, pues este último recogió completo el ideario de la libertad personal, libertad política incluida, como que la misma está garantizada precisamente por la Constitución de 1980 que nos legó el referido régimen. Ergo, estigmatizarlo era destructivo para la derecha y el “lavado cerebral drástico y masivo” de septiembre la redujo a la mínima expresión que es hoy, y de la cual todos se esmeran por apartarse.

A la vez, estos cuatro años de culto a la personalidad de Piñera se caracterizaron por sus incesantes esfuerzos para congraciarse con los comunistas, retratándose sonriente con ellos en La Moneda (Teillier, Carmona y Gutiérrez), convidándolos a sus viajes internacionales, conservando el retrato de Allende en Inte rior, bajo el cual gustaba de retratarse a su brazo izquierdo, Hinzpeter, sonriente; la parafernalia de derechos humanos financiada por el gobierno (Museo de la Memoria marxista, Instituto de Derechos Humanos de la Lorena Fries, que públicamente repudio hace poco al 20% de opinión pública que todavía sostiene que el Gobierno Militar fue necesario para salvar la democracia; la Oficina de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, que triplicó el número de querellas contra militares y fue, por tanto, “cómplice activa” de la prevaricación de los jueces que desconocen la legislación y las bases ancestrales del derecho penal con tal de encarcelar uniformados); y, “last but not least”, tener a un mirista confeso como funcionario de su exclusiva confianza en el estratégico Instituto Médico Legal para que recientemente  “descubriera”, tras 40 años, que el general Bachelet murió por torturas, cuando sabidamente cayó fulminado por jugar básquetbol teniendo una condición cardíaca.

Finalmente, Piñera, tras haber proclamado en 2011 que el movimiento comunista de “la calle” (que gobernará desde el martes) era “grande, noble, hermoso” (con tal de usar tres sinónimos es capaz de decir cualquier barbaridad), nos ha conducido al segundo acceso del comunismo al poder, tras 43 años desde que el primer Kerensky chileno, Frei Montalva, posibilitara el primero. Y recogió inmediatamente una de las propuestas de «la calle» comunista: subir el impuesto a las empresas para mejorar la enseñanza estatal, lo que no estaba en su programa y contraviene un precepto fundamental de la derecha. Pero le resultó otra «piñericosa», pues al año siguiente cayó la recaudación del impuesto a la renta en 6,1% («El Mercurio», 17.02.14, p. B4).

Dicho sea de paso, tan preponderantes son los comunistas en el gobierno entrante que su poder de veto prevalece por sobre la opinión de la propia Michelle Bachelet (caso de la subsecretaria Echeverría). Lo que no es de extrañar, pues ella misma, en 1989, pertenecía al PAIS, pacto encabezado por el PC, y no a la Concertación. Y antes, también en los ’80, ella había convivido con el vocero oficial del FPMR, brazo armado comunista, Alex Vojcovich, cuando dicha asociación ilícita terrorista estaba más activa en la tarea de asesinar a uniformados. En fin, por algo varios frentistas han reafirmado públicamente que ella también era militante activa.

Entonces, no en vano los tres ejes fundamentales del régimen que se inicia pasado mañana son dictados por “la calle”, brazo urbano del comunismo: nueva Constitución, mayores impuestos y educación estatal gratuita, “sin lucro”.

Frei Montalva, el primer “Kerensky Chileno”, se arrepintió profundamente de haberle pavimentado el camino al comunismo y, probablemente, también de haber sido tan funcional a la transitoria desaparición de la derecha. Es posible que, asimismo, tardíamente se haya arrepentido de su famosa frase: “Hay algo peor que el comunismo, que es el anticomunismo”. Pues ya en 1973, en medio de su desesperación, decía a quien quería oírle: “Esto se arregla sólo con fusiles” y enviaba a los que iban a manifestarle su desesperación por el destino del país a hablar con los comandantes en jefe (“Acta Rivera”).

¿Cómo irá a ser el Acto de Contrición del Segundo Kerensky Chileno, y cuándo irá a tener lugar?

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