Publicidad
La corbata de Boric y la reforma educacional Opinión

La corbata de Boric y la reforma educacional

Carlos Vásquez Órdenes
Por : Carlos Vásquez Órdenes Magister en Educación (Universidad de Chile). Ex Dirigente Nacional Colegio de Profesores
Ver Más

No basta que el gobierno apueste a un conjunto de transformaciones que ha demandado la calle y que convoque a la Confech para convenir cómo implementar dicha política. Es necesario elevar el nivel de educación política de sus dirigentes ante el “jaque” que le ha propinado el programa de Bachelet, para sortearlo sin perder su autonomía, pero sin ser manipulado por quienes en defensa de sus intereses se oponen a la reforma.


Viejo zorro el diputado Urrutia, censuró la vestimenta del Diputado Boric sabiendo que la réplica vendría dura, porque su objetivo no fue imponer el reglamento interno de la Cámara, tampoco ganar la discusión respecto a qué importa más: las apariencias o la expresión de las ideas. La astucia de Urrutia radicó en estigmatizar a perpetuidad a Boric, de modo que se le recuerde como el primero que entró al hemiciclo con una vestimenta que molestó a la mayoría de los honorables, pero que sólo Urrutia fue capaz de criticar.

Y es que uno no sabe quién cuida más las apariencias: el que enfrenta al sistema con la camisa arremangada y pide que se le juzgue por sus ideas o el que con terno y corbata actúa con una consecuencia doctrinaria inclaudicable. Porque nadie recuerda a los líderes estudiantiles de los años 60 por su vestimenta, a pesar de que tenían un línea de vestir, porque sus ideas eran pensamiento y acción. No luchaban por que un gobierno en el cual no creían impulsara sus ideas, luchaban para constituirse en gobierno y tomarse el poder.

Pero el pensamiento político del movimiento estudiantil actual parte del convencimiento de que todas las alternativas fueron derrotadas y se inscriben más bien en el planteamiento de John Holloway, que en su libro Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución hoy, señala: “Este cambio debemos hacerlo partiendo de la base de que la lucha por cambiar el mundo no debe ser una lucha centrada en el Estado y en la toma del poder del Estado. Es fundamental que desarrollemos nuestras propias formas de hacer las cosas”. Ese convencimiento los tiene hoy confusos al no disponer de las estructuras propias para hacer contra poder y el peligro permanente de ser cooptados por las atractivas propuestas programáticas.

[cita]Algo falta a estos jóvenes que con altanería convocan a una marcha para demostrar que un programa de gobierno, por muy bien intencionado que esté, no los va a sacar de la calle y es justamente el respaldo político-social que necesita la Reforma Educacional. Es tan carente de doctrina este movimiento que, a pesar de su declarado antineoliberalismo, su plataforma va orientada esencialmente a compartir las ventajas del modelo y no se pronuncia respecto al currículum, a un nuevo concepto de universidad y son sólo reactivos frente a los temas emergentes del mundo actual.[/cita]

Pero lo de Urrutia no fue una simple humorada, entró en profundidades cuando señaló que si alguien es antisistema debe marginarse y no entrar al sistema y ello es explicable porque, así como el capitalismo tenía como base un sistema de explotación, el modelo neoliberal se sustenta en la exclusión social y la marginación política. Se agradece la sinceridad del diputado Urrutia, pues revela a los jóvenes que no concurrir a votar es absolutamente ser pro sistema, del mismo modo que negarse a dialogar con el Ministro Eyzaguirre constituye marginarse en la concreción de una demanda muy apreciada para las bases estudiantiles.

Ello ocurre porque el movimiento estudiantil actual es tan autorreferente que su proyecto político se satisface en la medida que los gobiernos asumen sus propuestas en contenido y forma. Es así como plantean condiciones y exigencias para conversar, corriendo el riesgo de quedar al margen en la conquista de una demanda que tanto los ha prestigiado, como es la gratuidad de la enseñanza.

Por tanto, no basta que el gobierno apueste a un conjunto de transformaciones que ha demandado la calle y que convoque a la Confech para convenir cómo implementar dicha política. Es necesario elevar el nivel de educación política de sus dirigentes ante el “jaque” que le ha propinado el programa de Bachelet, para sortearlo sin perder su autonomía, pero sin ser manipulado por quienes en defensa de sus intereses se oponen a la reforma.

Algo falta a estos jóvenes que con altanería convocan a una marcha para demostrar que un programa de gobierno, por muy bien intencionado que esté, no los va a sacar de la calle y es justamente el respaldo político-social que necesita la Reforma Educacional. Es tan carente de doctrina este movimiento que, a pesar de su declarado antineoliberalismo, su plataforma va orientada esencialmente a compartir las ventajas del modelo y no se pronuncia respecto al currículum, a un nuevo concepto de universidad y son sólo reactivos frente a los temas emergentes del mundo actual.

Al movimiento estudiantil le falta mirarse en el espejo de su historia nacional y latinoamericana, reconocerse en aquellos estudiantes que en 1949 protagonizaron “La revolución de la chaucha”, desatando una violenta protesta por el alza de la locomoción colectiva, a la cual se sumaron miles de empleados y obreros. Ese movimiento fue fuertemente reprimido y no logró repuntar hasta abril de 1957, con masivas movilizaciones de estudiantes y obreros cuya expresión trágica fue la muerte de 23 personas. Conocer a los estudiantes panameños que en enero de 1964 se inmolaron por el derecho a izar su bandera en la zona del canal, a aquellos que en octubre de 1968 fueron abatidos en la Plaza de las tres Culturas en Tlatelolco.

Con ello, se darían cuenta de que la historia del movimiento estudiantil no comenzó el año 2005 ni se consolidó el 2011, que para producir los cambios hoy deben distinguir claramente quiénes se oponen y quiénes respaldan sus demandas, que tanto la lucha en la calle como la negociación con la autoridad son herramientas válidas y que su ejercicio no compromete en nada su autonomía.

Mientras tanto, será inevitable observar las sesiones de la Cámara de Diputados y reparar cómo está vestido Boric (la maldición de Urrutia) y ello ocurrirá hasta que conozcamos sus ideas, hasta el momento sólo sabemos a qué se opone, y cuando lo veamos votando, con o sin corbata, en una decisión de Estado a favor de la reforma educacional.  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias