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La política como clientela

Claudio Fuentes S.
Por : Claudio Fuentes S. Profesor Escuela Ciencia Política, Universidad Diego Portales. Investigador asociado del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR)
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La reforma electoral que propicia el gobierno incentivará la competencia y mejorará los problemas de desigualdad del voto al favorecer un modelo más proporcional. No obstante, la tendencia hacia la personalización de la política se mantendrá intacta o se agudizará. En primer término, la oferta de candidaturas en la papeleta se multiplicará significativamente. En algunos distritos tendremos 40 o quizás 50 candidatos disputándose siete u ocho asientos. Pero, como los electores deben votar por un candidato dentro de una lista, el incentivo de los candidatos y candidatas será el de buscar algún tipo de identificación personal con sus electores.


La sustitución del sistema electoral abre la oportunidad de debatir sobre el tipo de sistema político que desearíamos tener como sociedad. Simplificando las opciones, existen dos grandes alternativas: promover un sistema que incentive el debate de ideas o programas (democracia programática) o incentivar el vínculo directo entre representantes y electores a partir de la personalización de la política (democracia de clientelas).

El sistema político actual favorece la segunda opción, esto es, se exacerban los atributos personales de quienes buscan representarnos y se minimizan los aspectos programáticos. Pensemos en la selección de representantes al Congreso: los votantes deben elegir no sobre la base de ideas o programas sino que por personas específicas que enfatizan sus atributos a la hora de candidatearse. La ley no les exige que deban presentar programas. Tampoco les exige que deban identificarse con los partidos a los que representan. La ley de propaganda electoral es muy limitada y sólo incluye una franja televisiva, descartándose opciones de avisaje gratuito en radio y prensa escrita. Cada cual debe proveerse financiamiento para sus campañas, lo que convierte la competencia en una lucha por obtener recursos y hacerse visible frente al electorado. Quien tiene más recursos económicos puede proyectar con más visibilidad su imagen.

[cita]La reforma electoral que propicia el gobierno incentivará la competencia y mejorará los problemas de desigualdad del voto al favorecer un modelo más proporcional. No obstante, la tendencia hacia la personalización de la política se mantendrá intacta o se agudizará. En primer término, la oferta de candidaturas en la papeleta se multiplicará significativamente. En algunos distritos tendremos 40 o quizás 50 candidatos disputándose siete u ocho asientos. Pero, como los electores deben votar por un candidato dentro de una lista, el incentivo de los candidatos y candidatas será el de buscar algún tipo de identificación personal con sus electores.[/cita]

La reforma electoral que propicia el gobierno incentivará la competencia y mejorará los problemas de desigualdad del voto al favorecer un modelo más proporcional. No obstante, la tendencia hacia la personalización de la política se mantendrá intacta o se agudizará. En primer término, la oferta de candidaturas en la papeleta se multiplicará significativamente. En algunos distritos tendremos 40 o quizás 50 candidatos disputándose siete u ocho asientos. Pero, como los electores deben votar por un candidato dentro de una lista, el incentivo de los candidatos y candidatas será el de buscar algún tipo de identificación personal con sus electores.

La enorme cantidad de candidaturas generará un problema de identificabilidad. Ello estimulará un incremento en el gasto electoral, estrategias de búsqueda de nichos electorales, y el desarrollo de más ingeniosas campañas para poder distinguirse de otras decenas de candidaturas. Quien tenga más recursos o sea más conocido en su distrito podrá obtener más votos.

¿Cómo reducir este perverso efecto en nuestro sistema democrático? Sugiero algunas soluciones: primero, permitir que los votantes puedan elegir si votar por candidatos específicos o por listas. Esto incentivaría a las listas a buscar un sello distintivo que, por lo demás, generaría estímulos de cooperación dentro de una determinada lista. Los votos obtenidos por la lista podrían distribuirse proporcionalmente entre los candidatos de ella. Segundo, obligar a que los candidatos y partidos presenten programas de trabajo al momento de inscribir las candidaturas. Dichos programas deberán también hacerse públicos. Tercero, obligar a que todo candidato militante de un partido se identifique claramente en la propaganda. Cuarto, establecer una reforma relevante al actual esquema de financiamiento electoral, permitiendo límites de gasto por partido (y no por candidatura), eliminando el financiamiento reservado y anónimo, y estableciendo acceso público y gratuito de propaganda electoral a otros medios de comunicación que no sean exclusivamente la televisión.

La democracia requiere partidos fuertes, transparentes y capaces de rendir cuentas ante la ciudadanía. La tendencia hacia el personalismo de la política erosiona el sistema democrático. Necesitamos una política que discuta y debata ideas más que una política que sólo se preocupa de sus clientelas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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