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Selección: Algoritmo vs. Compromiso y Calidad

Nicolás León R. y Luis Robert V.
Por : Nicolás León R. y Luis Robert V. Nicolás León Ross es Director Ejecutivo IdeaPaís; y, Luis Robert Valdés es investigador IdeaPaís
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Curiosamente la solución del gobierno comparte el espíritu neoliberal que pretende erradicar. Como dice Michael Sandel en su obra Justicia, no hay demasiada diferencia entre vender los cupos de admisión de una institución educativa, como si fueran entradas para un concierto de rock o un evento deportivo, con pasar por alto la finalidad que las instituciones educativas persiguen.


Uno de los puntos de la reforma educacional que merece mayor atención es el “fin de la selección escolar”. La pretensión del actual gobierno es terminar con toda clase o tipo de selección, ya sea por motivos económicos, sociales, académicos o conductuales.

Actualmente, uno de los criterios es el llamado “selección por proyecto educativo”, conforme al cual cada establecimiento selecciona a sus alumnos en virtud de la adherencia que tengan al ideario del plantel en particular. La finalidad es que tanto alumnos como familias se sientan identificados y comprometidos con estos ideales, de manera de formar una colaboración hacia objetivos de aprendizaje compartidos.

Según algunas declaraciones del ministro Nicolás Eyzaguirre, la propuesta del gobierno se encaminaría hacia una plataforma de admisión única, de tipo aleatorio, que no permitiría a las instituciones educacionales de colegios particulares subvencionados y municipales seleccionar sobre la base de sus propios proyectos educativos.

Conocido es el método de admisión aleatorio diseñado por los economistas norteamericanos Roth y Shapley. El sistema, que funciona sobre la base de un algoritmo matemático, ha sido implementado recientemente en las escuelas públicas de Boston, Estados Unidos. El problema es que este mecanismo no atiende a lo que es verdaderamente la función primordial de los padres en la educación de sus hijos: lograr el desarrollo integral de los niños en cuanto a principios y valores, como personas.

[cita]Curiosamente, la solución del gobierno comparte el espíritu neoliberal que pretende erradicar. Como dice Michael Sandel en su obra Justicia, no hay demasiada diferencia entre vender los cupos de admisión de una institución educativa, como si fueran entradas para un concierto de rock o un evento deportivo, con pasar por alto la finalidad que las instituciones educativas persiguen.[/cita]

En sentido amplio, implica una enseñanza entendida como el conjunto de conocimientos y aprendizajes necesarios para el desarrollo de las potencialidades de la persona para vivir en sociedad. Razón por la cual los padres tienen el derecho a elegir el mejor proyecto educacional para sus hijos, conforme a sus convicciones y a los valores que pretenden para ellos.

El modelo de selección aleatoria establece una línea de separación entre los padres y los establecimientos educativos que no permite que estos últimos tomen decisiones sobre la admisión: sólo valora, teóricamente, las preferencias de los padres, respecto de criterios de prioridad, tales como: presencia de hermanos en el establecimiento, distancia del hogar a la escuela y asignación aleatoria.

La excesiva confianza en instrumentos técnicos, frente a una realidad compleja como la educación, espacio donde debe predominar un trato de persona a persona, termina por validar una idea atrofiada al entender a la escuela como un mall que presta servicios, cuyos sostenedores persiguen intereses egoístas, o su propia utilidad, y sus alumnos son meros clientes. Esta idea choca abiertamente con la realidad, donde las escuelas funcionan como un todo coherente en relación a los padres. La diversidad de proyectos sí es un aporte al sistema, porque permite que las familias sean incluidas, participando de dichos proyectos dentro de la comunidad educativa y ayudando, con su compromiso y cooperación activa, en la enseñanza de sus hijos.

Hemos olvidado que las escuelas son comunidades, donde las familias, alumnos, profesores, directivos y auxiliares colaboran y trabajan por un propósito común. Las experiencias educativas exitosas exigen una afinidad familia-escuela, como lo ha demostrado contundentemente la evidencia empírica sobre las escuelas efectivas.

Si en la práctica existen abusos, el Estado debe regular estas materias de modo más eficiente, ya que si bien la aplicación de criterios técnicos es necesaria, no se puede pretender su sola aplicación: se debe velar por que estos no alteren el sentido y la finalidad de la educación.

Curiosamente la solución del gobierno comparte el espíritu neoliberal que pretende erradicar. Como dice Michael Sandel en su obra Justicia, no hay demasiada diferencia entre vender los cupos de admisión de una institución educativa, como si fueran entradas para un concierto de rock o un evento deportivo, con pasar por alto la finalidad que las instituciones educativas persiguen.

Valorar el rol de los padres en el proceso educativo pasa por asegurar su compromiso con el proyecto al que postulan a sus hijos, reemplazar esto no contribuye a aumentar la calidad, la integración y las oportunidades de las futuras generaciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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