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Por una cultura preventiva en materia de alcoholismo

Llama la atención que la UDI, que se presenta a sí misma como defensora de la familia y de los valores cristianos, sea una de las fuerzas que más se resisten a poner coto a la descontrolada propaganda de las empresas expendedoras de alcoholes.


En Chile el alcohol no es considerado como una droga dura, al contrario, es bien visto socialmente. Se le considera un instrumento que facilita las relaciones sociales e incluso se le relaciona con la obtención de goce y placer. Así lo han querido las empresas que financian la publicidad y como sociedad nos hemos rendido a sus intereses.

En Chile no se cuestiona al que bebe tres, cuatro o cinco cervezas, pero sí se cuestiona al que se fuma un pito. El alcohol no es visto como una droga, pero sí que lo es: crea dependencia, daña la salud, genera crisis sociales y familiares.

En este sentido planteamos que para combatir el alcoholismo es imprescindible la toma de conciencia de quienes lo padecen, puesto que para enfrentar una enfermedad es preciso tener conciencia de que se está enfermo.

Al promover una ley que restringe la publicidad de alcoholes e impone el etiquetado de las bebidas alcohólicas, lo que estamos haciendo es dar un primer paso hacia una cultura familiar y social que no premie el consumo de alcohol.

Es bueno señalar que muchos jóvenes, cuando ingieren alcohol, no saben medir sus propios límites. No tienen cultura etílica porque no nos hemos preocupado como sociedad de crearla. Con esta realidad en perspectiva es que planteamos que la publicidad de las bebidas alcohólicas –y las etiquetas de las mismas– contengan información sobre las estadísticas de accidentes relacionadas con el consumo de alcohol y sobre sus efectos en la salud.

[cita]Llama la atención que la UDI, que se presenta a sí misma como defensora de la familia y de los valores cristianos, sea una de las fuerzas que más se resisten a poner coto a la descontrolada propaganda de las empresas expendedoras de alcoholes.[/cita]

No cabe duda que este proyecto de ley va a ser pronto ley de la república. Pero su versión final tiene que respetar la idea matriz que le dio vida: generar clara conciencia de lo que significa beber en exceso y entregar información a ese respecto. El alcoholismo debería enfrentarse en forma similar a lo realizado con el tabaco.

Es adecuado señalar que en el caso del alcoholismo estamos frente a una pandemia. Las cifras del Ministerio de Salud y de Carabineros (SIAT) lo demuestran. Claramente la principal causa de muerte en Chile en jóvenes entre 19 y 24 años son los accidentes automovilísticos, donde el alcohol juega un rol predominante.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) han sido claras en señalar que Chile es uno de los países que lidera el alza en el consumo de bebidas alcohólicas. Según una encuesta del INJUV de 2012, más del 40% de los jóvenes chilenos (entre 15 y 29 años) declaró consumir alcohol varias veces al mes o incluso varias veces a la semana. Hay otras investigaciones que aseguran que esta cifra se acerca al 50%. La misma realidad nos dice más que cualquier cifra.

Es claro que para muchos jóvenes consumir alcohol es una forma de escapar de los malestares y falta de sentido que provoca la sociedad. Ahí hay un problema global del que hay que estar consciente cuando se aborda esta materia.

El problema del alcoholismo no se resuelve con medidas punitivas sino que con políticas preventivas, educativas. Establecer un etiquetado informativo va en esa línea. Si no hacemos algo ahora, muchos jóvenes van a seguir perdiendo la vida y el país va a seguir gastando tres mil millones de dólares al año en tratamientos de enfermedades asociadas al alcoholismo. A este respecto, es adecuado señalar que la recaudación impositiva anual producto de la venta de bebidas alcohólicas no supera los 800 millones de dólares. Esto muestra que, hasta en los fríos números, perdemos mucho como país al tener este triste récord de ser uno de los países con más alcoholismo en el mundo.

La resistencia que hemos observado en sectores de la industria evidentemente esconde un interés económico. Pero el objetivo de ganar más dinero no puede ser a costa del bienestar de nuestra población. La sociedad tiene que poner límites. La propuesta de etiquetado no persigue eliminar la ingesta de alcohol ni este lucrativo negocio. Lo que buscamos con una nueva normativa no es que los jóvenes dejen de consumir: proponemos que lo hagan de manera adecuada, con el fin de no dañar sus vidas ni su salud física y psíquica.

El etiquetado de bebidas alcohólicas no pretende ser la solución completa a este problema, pero será un paso más en la defensa de los derechos de los consumidores: el derecho a ser informados y en defensa de la salud de nuestros jóvenes.

Es dable informar que existe en Chile una fuerte resistencia de las empresas productoras de alcoholes a realizar un etiquetado que advierta de los riesgos que supone el consumo indiscriminado de bebidas alcohólicas. Esto, en circunstancias que las exportaciones que esas mismas empresas hacen a numerosos países sí contienen este tipo de etiquetado. Es lo que ocurre con las exportaciones a Europa, Australia, Canadá y Estados Unidos. Todas ellas llevan la advertencia de los peligros que el alcohol encierra, que es lo mismo que se quiere hacer con esta ley. Entonces: si los productores chilenos ya cumplen con esta normativa en otras partes, ¿cuál es el problema con que lo hagan en Chile?

Esperaríamos que esta propuesta no tuviera resistencia, pero en el debate parlamentario del proyecto de ley que aborda el etiquetado y la publicidad de las bebidas alcohólicas –que está por concluir su trámite legislativo– hemos observado que, aunque todos dicen querer restringir el consumo y la publicidad, al final del día terminan imponiéndose indicaciones que permiten aumentar y consolidar la publicidad de las bebidas alcohólicas.

Llama la atención que la UDI, que se presenta a sí misma como defensora de la familia y de los valores cristianos, sea una de las fuerzas que más se resisten a poner coto a la descontrolada propaganda de las empresas expendedoras de alcoholes.

Cabe señalar, en este sentido, que una de las indicaciones aprobadas –impulsada entre otros por el senador Iván Moreira– posibilita que las marcas de alcoholes (no los productos mismos) puedan seguir siendo promovidas en los estadios, en camisetas de los clubes deportivos, en carreteras y calles (en Europa se prohíbe la publicidad de bebidas alcohólicas en carreteras y calles).

Hoy sabemos que lo que se vende no es el producto sino la marca. Sólo con el nombre se connota un producto y sus cualidades. Por eso: el haber aprobado dicha indicación es un error que desvirtúa la ley.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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