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Labbé: público, gratuito y de calidad Opinión

Labbé: público, gratuito y de calidad

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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Labbé es, sin duda alguna, un producto o una institución o una cosa pública, es decir, financiada por todos nosotros, con IVA y sin IVA, con FUT o sin él, desde que a los 14 años entrara a la Escuela Militar. Acérrimo enemigo del Estado, ha chupado de él con esmero y fruición, en diversos escalafones del Ejército, primero, hasta obtener el agradable retiro y, luego, en su alcaldía. Ha sido cadete, teniente, capitán, coronel, ministro y alcalde. Lo que se llama un servidor público.


La sonrisa de Labbé, propia de un macho alfa subsidiado por la dictadura, su entusiasmo infinito, su absoluta carencia de culpa o sentido de la responsabilidad, han sido, para muchos de nosotros, un bofetón cotidiano, interminable.

Un bofetón que avalaron en cuatro sucesivas elecciones, por dieciséis años, los increíbles vecinos de Providencia. Labbé, el encargado de seguridad de Pinochet, Labbé el paracaidista y tropa de asalto, Labbé el activo funcionario de la DINA, Labbé el ministro de Pinochet, Labbé el master en ciencia política, oh my god, en los Estados Unidos, ha sido un poco, en simetría, el guatón Correa de la derecha, la pervivencia mítica en una sola persona de los hedores de la dictadura transitando sin cesar hacia el olor desodorizado de la nueva democracia chilena, esta cosa que finalmente no ha logrado dejar de ser corrupta y disfuncional.

Dicho en términos centroamericanos, Labbé es un hijo dilecto de la dictadura que se constitucionalizó, es decir, se coló dentro de la ley después de habérsela pasado por la entrepierna muchas veces. Y prosperó, para desesperación de muchos que veíamos en su figura desafiante la faz sin bigote del dictador. Labbé ha sido un hombre de la UDI, pero la UDI, no sé, tiene algo que cuando les chorrea la sangre del abuso por las manos logran seguir con olor a limpio, con esa esencia a Jaime Guzmán que atenúa el gesto y viriliza, no mucho, el ademán, fragancia que hoy despide tenuemente el chico Penta que preside ese partido, colonia varonil en la que los sudores del coronel se hacían soportables. Y en lugar de dar explicaciones por sus conductas atroces, son ellos quienes las exigen. Y la fauna local se pone a dárselas, mal que mal son los caciques.

[cita]Dicho en términos centroamericanos, Labbé es un hijo dilecto de la dictadura que se constitucionalizó, es decir, se coló dentro de la ley después de habérsela pasado por la entrepierna muchas veces. Y prosperó, para desesperación de muchos que veíamos en su figura desafiante la faz sin bigote del dictador. Labbé ha sido un hombre de la UDI, pero la UDI, no sé, tiene algo que cuando les chorrea la sangre del abuso por las manos logran seguir con olor a limpio, con esa esencia a Jaime Guzmán que atenúa el gesto y viriliza.[/cita]

Labbé es, sin duda alguna, un producto o una institución o una cosa pública, es decir, financiada por todos nosotros, con IVA y sin IVA, con FUT o sin él, desde que a los 14 años entrara a la Escuela Militar. Acérrimo enemigo del Estado, ha chupado de él con esmero y fruición, en diversos escalafones del Ejército, primero, hasta obtener el agradable retiro y, luego, en su alcaldía. Ha sido cadete, teniente, capitán, coronel, ministro y alcalde. Lo que se llama un servidor público.

Labbé ha sido gratuito, y es que para soportar sus acciones tales como ir a visitar catorce veces al tata Pinochet a Londres, o negarse a recoger las basuras de la embajada de España cuando le detuvieron al tirano, no hemos tenido que pagar extra, quiero decir que ni las Isapres ni las AFP nos han avisado en letra diminuta de un reajuste en el pago mensual, eso que damos por nuestra inseguridad.

Labbé ha sido de calidad, y es que es preciso reconocer que bajo su mando Providencia funcionaba, un poco a lo militar, es verdad, pero con estándares más que aceptables. Traía una exposiciones italianas medio fascistas, pero con su toque clásico y oscuro. Hizo cafés literarios y ciclovías. También cuando blandía el corvo y el paracaídas en los tiempos del horror absoluto aportó sus cualidades, y sobre eso se ha de pronunciar próximamente la justicia.

Cristián Labbé es, finalmente, una persona humana, con la plenitud de sus derechos y también, por cierto, de sus responsabilidades, por mucho que él y sus amigotes siniestros le hayan negado esa condición a tanta gente. Él ve la vida colectiva como una batalla, una guerra, ocupando él dentro de esa contingencia un puesto de combatiente. Su tripa es testigo de su currículo, que todos pueden consultar en Wikipedia.

Pero además es, Labbé, un niño símbolo de lo que somos como país, del estado miserable de una democracia que parece ser sólo una continuación anestesiada de la dictadura por otros medios y en otro estilo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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