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Inciativa y estrategia: Chile–Bolivia después de La Haya

Fernando Thauby
Por : Fernando Thauby Capitán de Navío en retiro
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La acción política es fundamental si queremos establecer una relación estable con las elites bolivianas. Parece claro que abordar este tema requiere la participación activa de todos los sectores políticos chilenos en un esquema comparable al empleado por Alemania con las fundaciones con que apoyan a sus diversos partidos en su trabajo de difusión y formación de grupos políticos en el extranjero. Este proceso nos permitiría establecer una comunicación fluida con las nuevas elites políticas mesocráticas, que son las que más podrían ayudar a crear la relación estable a largo plazo que deseamos.


Los países –y las personas– no siempre eligen a su enemigo, muchas veces es el otro quien los escoge como tales.

Parece claro que “Bolivia” ha decidido que seamos sus enemigos. ¿Pero quién es “Bolivia”?: ¿Evo Morales y su corte, o el pueblo Boliviano?

Evo Morales ha caído en la borrachera de los autócratas. Aprendió la práctica de la captura del poder y la reelección indefinida creada por Castro en su versión burda y estalinista y perfeccionada por Chávez en la versión insultadora y populista. Como todos los personajes de su clase, actúa como matón de micrófono y avanza en todo espacio en que sus oponentes muestren debilidad. Como Chávez, desaparecerá y solo será un mal recuerdo, pero por ahora molesta.

Bolivia, por su parte, es un país con características propias, muy rico y muy maltratado por sus propias elites. Conducido por líderes que tomaron el “camino corto” a la popularidad, llevando al país a la autocompasión paralizante y destructora de la confianza en sí mismos. Objetos de una propaganda majadera y simplona se ha consolidado en ellos la creencia de que todos sus problemas se resuelven en uno: el tema marítimo, que Evo resolverá con sus pillerías y provocaciones y que lo único que se interpone entre ellos y la felicidad es Chile.

El gobierno de Evo Morales parece haber encontrado la mejor forma de perjudicar su causa: antagonizó con la derecha y con la izquierda chilenas e insulta a nuestro pueblo hasta el cansancio. Trata de hacer creer que grupúsculos de extrema izquierda –o directamente anarquistas– tienen algún valor para su causa. Rodeado de chavistas en bajada y por politicastros de regreso, entregó el manejo de sus relaciones con Chile a adulones que buscan potenciar su propia ideología y su carrera política. El canciller Choquehuanca fue desplazado por Mesa, un oportunista fracasado, y el relumbrón mediático reemplazó a la política racional y efectiva.

Pero “Bolivia” no es nuestro enemigo, en esto no debemos perdernos, su pueblo, sus empresarios, sus intelectuales, sus trabajadores no son enemigos de Chile. Nuestra tarea es avanzar mediante la ayuda mutua para el progreso. Avanzar a paso sereno y firme, para que dure y prevalezca a los vaivenes de la vida de los estados y de sus gobiernos.

Después de La Haya, cualquiera que sea el resultado, no cambiará nada. Evo no cambiará, los demagogos como él necesitan un enemigo y nos eligió para ese cargo, más aún con el chavismo en crisis terminal. El pueblo boliviano seguirá mareado por su verborrea y presto a comprarle nuevas provocaciones y conflictos con Chile. Pero aun así, no podemos renunciar a avanzar.

Es el momento de levantar la mirada, recuperar la iniciativa y pensar “estratégicamente”.

La historia y la actualidad nos muestran que el gobierno de Morales no es interlocutor válido, pero esto no debe ser un obstáculo insalvable.

Lo primero es identificar qué es lo que queremos, cuál es el objetivo distante en nuestra relación con Bolivia. Nuestra estrategia debe considerar la realidad y determinar sus objetivos a largo plazo respecto a cómo construir una relación amistosa con Bolivia.

Parece evidente que no habrá relación estable y productiva con Bolivia mientras ese país no cuente con una clase media moderna, capaz de reconocer sus intereses e imponerlos.

En este ámbito tenemos una oportunidad de contribuir mediante el comercio, la educación y el apoyo a la acción política.

El desarrollo de Arica tiene una relación fuerte con el progreso de Bolivia, en este sentido debemos continuar tomando todas las acciones que faciliten el comercio y el turismo entre los dos países, pero debemos hacerlo con medidas y decisiones unilaterales, que consideren los intereses de sectores bolivianos específicos, pero que claramente correspondan exclusivamente a decisiones nuestras.

Es más, debemos evitar por todos los medios que ellos puedan ser atribuidos por Morales a sus gestiones o presiones. En breve, nuestros interlocutores son los grupos de interés –comerciantes, turistas, empresarios, transportistas– y no el gobierno boliviano.

La educación es el motor más potente de formación de la clase media moderna que necesitamos como interlocutores, en este sentido Arica podría ser el centro para proveer becas, pasantías y formación técnica y profesional apuntada directa y específicamente a los sectores sociales y empresariales que nos interesan, prescindiendo de la presencia y participación del gobierno de Bolivia.

La acción política es fundamental si queremos establecer una relación estable con las elites bolivianas. Parece claro que abordar este tema requiere la participación activa de todos los sectores políticos chilenos en un esquema comparable al empleado por Alemania con las fundaciones con que apoyan a sus diversos partidos en su trabajo de difusión y formación de grupos políticos en el extranjero. Este proceso nos permitiría establecer una comunicación fluida con las nuevas elites políticas mesocráticas, que son las que más podrían ayudar a crear la relación estable a largo plazo que deseamos.

En el corto plazo, creo que la aplicación sin excepciones de la ley es la mejor forma de avanzar. El reclamo boliviano en Aladi por el transporte terrestre entre ambos países es ejemplar. Chile tiene leyes que corresponden a las de cualquier país más o menos desarrollado, no hay razón para hacer excepciones con Bolivia. Ellas solo contribuirían a fortalecer su idea de autovictimización que requiere “consideraciones especiales por su condición desvalida y expoliada”.

Los vehículos de transporte deben estar en buenas condiciones, certificadas; sus choferes deben estar capacitados; la carga debe estar bien estibada y protegida; las leyes del tránsito deben ser cumplidas siempre y en toda circunstancia; el consumo de alcohol no es compatible con la conducción de vehículos y así. Así es la ley y así se cumple. Este trazado de límites y reglas es fundamental para avanzar en la impersonalidad de la ley. Ni Morales ni nadie puede imponer reglas a su conveniencia y criterio ni menos diferencias entre la ley válida para los chilenos y la que se aplica a los “pobres bolivianos”.
Esto vale para las normas aduaneras, ambientales, sanitarias, legales, financieras, comerciales, portuarias y marítimas. Especialmente en lo referente al combate al tráfico de drogas. Al tráfico de vehículos robados en Chile y al cruce no autorizado de la frontera.

No busquemos “soluciones” a corto plazo, fracasarán y crearán nuevos agravios. No ofrezcamos nada que no estemos seguros que se podrá cumplir y que la mayoría de los chilenos aceptará y, sobre todo, que avance hacia la solución real y definitiva del problema.

Pero cuidado, decir largo plazo no significa no avanzar. Significa actuar con realismo pero con diligencia, siempre de acuerdo a nuestro plan y no a las pulsaciones de los caprichos de los caudillos tipo Morales.

Convengamos en cuál es la situación final que deseamos crear en nuestra relación con Bolivia y entonces, solo entonces, emprendamos acciones decisivas.

No sigamos con respuestas reactivas ante iniciativas demagógicas o psiquiátricas de Evo Morales y sus chavistas desbocados.

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