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«¡Y qué fue… y qué fue… aquí estamos otra vez!»

«¡Y qué fue… y qué fue… aquí estamos otra vez!»

«Tenemos que sancionar a Jara, dejar de hacer trampas en la Copa América aunque no la ganemos y empezar a enseñarles a nuestros niños el valor de la honradez, para que en veinte años más ellos no sean como la gran mayoría de los chilenos de hoy, sino mejores».


Digámonos la verdad, aunque sea peligroso: ganamos con trampa a Uruguay. Mediante una provocación de Jara, primero, y su simulación después, como si hubiera sido derribado por la palmada leve de Cavani, conseguimos la expulsión del mejor jugador uruguayo. Y posiblemente esa expulsión haya sido decisiva para que pudiéramos meterles un gol y evitar que ellos nos hicieran uno a nosotros. Resumen: ganamos con trampa.

¿Y qué fue? Si en estos días estamos casi todos los chilenos pillados haciendo trampas, los del gobierno y los de la oposición, los de izquierda y los de derecha, los del “sí” y los del “no”.

¿Qué vamos a hacer? Tratar de ocultarlo, por supuesto, porque ganamos el partido y, si hacemos unas pocas trampas más, podemos ganar la Copa.

¿Que no es lo que todos sabemos que va a pasar con las demás trampas en que hemos sido pillados? ¿Que no se han levantado ya hasta voces doctas proponiendo llegar a “algún arreglo” que nos permita barrer todo bajo la alfombra? Por supuesto. Hay que esconderlo.

Pero es que hay otra pregunta, incómoda, impopular, inaceptable, “impresentable”, en el lenguaje chileno de ahora: ¿qué DEBEMOS hacer? Es muy distinto de lo que “vamos a hacer”. Pues si fuéramos un pueblo honesto, probo, decente, lo que deberíamos hacer sería castigar nosotros a Jara, aún antes de que lo hagan las autoridades del fútbol y aunque esas autoridades no lo hicieran.

Hace dos décadas vino a Chile un moralista norteamericano, autor de un libro que no cito porque lo tengo fuera de Santiago, pero que mencionaré por su título cuando vaya donde lo tengo, y dio una charla en el Centro de Extensión de la Universidad Católica, que es una entidad más próxima a la moral que la casi totalidad de las demás instituciones chilenas. Y en su charla y su libro el moralista americano predicaba la probidad y la honradez. Y citaba un caso que no olvidé más, porque representa todo lo contrario de lo que mayoritariamente, abrumadoramente, somos y hacemos los chilenos. Lo voy a sintetizar: en una licitación por miles de millones de dólares de la Armada norteamericana, un proponente olvidó en la sala donde se dieron a conocer las bases algunos antecedentes que sirvieron a otro proponente para saber cuál iba a ser la propuesta del primero. Y, con ese conocimiento, el segundo ganó la licitación. Pues bien, cuando en SU firma supieron lo que había hecho, le pidieron la renuncia y le revelaron a la Armada norteamericana la trampa con que habían ganado. Y entonces perdieron la licitación. Pero fueron honestos.

¿Qué diría un chileno típico de hoy ante eso? Yo sé: “¡qué imbéciles!” Y lo sé porque me lo dicen a mí frecuentemente, cuando critico las trampas de los de nuestro lado a la par con las del otro. Acá eso se llama despectivamente “moralina”. Acá de lo que se trata es de hundir al adversario por sus trampas y ocultar cuidadosamente las propias, porque lo que importa es ganar y no se repara en cómo.

Si queremos, de una vez por todas, dar algún paso hacia la probidad, confiar en que el mundo se va a olvidar de la trampa del Cóndor Rojas y va a creer que lo de Jara no es representativo del país, y va a olvidar que nuestra principal “exportación no tradicional” es la de ladrones, lanzas y escaperos a Europa, bueno, tenemos que sancionar a Jara, dejar de hacer trampas en la Copa América aunque no la ganemos y empezar a enseñarles a nuestros niños el valor de la honradez, para que en veinte años más ellos no sean como la gran mayoría de los chilenos de hoy, sino mejores.

Pero no creo que lo vayamos a hacer, así como tampoco creo que la escandalera en que todos han sido pillados en la política vaya a terminar en que sean los propios sectores sorprendidos en falta los que castiguen a sus representantes que han incurrido en ellas.

Pero, por lo menos, algo se avanzará si alguien dice lo que DEBERÍAMOS hacer, aunque después no lo hagamos y sólo nos riamos cantando, como los comunistas perdonados de sus delitos tipificados en la Ley de Defensa de la Democracia, hace sesenta años: “¡y qué fue, y qué fue, aquí estamos otra vez!”, tras lo cual reanudaron sus trampas y estuvieron a punto de tomarse el poder gracias a ellas en 1973… pero esa es otra historia…

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