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Operadores políticos… el otro lumpen Opinión

Operadores políticos… el otro lumpen

Eddie Arias
Por : Eddie Arias Sociólogo. Academia de Humanismo Cristiano. Doctorando en Procesos Políticos y Sociales.
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Los actores interesados alimentaron al animal hasta hacerlo indispensable, y este amplió sus influencias, se transformó en experto, alguien debía hacer ese trabajo, y él fue un articulador magistral, sin escrúpulos. Un tipo ganancista, un engendro neoliberal, porque él tejió la madeja de la privatización de la política, dinamizó los flujos del dinero en los patios interiores del consenso.


Es un personaje curioso, una excentricidad, es un oficio especial. Son tipos astutos que tienen la red de contactos requerida, el cuero duro y la incapacidad de sonrojarse. Son personajes que sobrevivieron en el tramado del “consenso de la transición”, ese pacto elitista que trató de construir una democracia por arriba, una democracia controlada, cercada, que al final ha terminado en una escena formal y ficticia, un espejismo de rayo de luna que perdió su primario encanto.

Este personaje articulador de recursos se transformó en un topo de la historia transicional, en este cuento contado del tránsito hacia la democracia, y donde algunos varios intentaron definir puntos de inicio y término, todo muy cuestionable a la luz de los hechos. Pero este animal siguió trabajando con sigiloso reparo, con un silencio cómplice que involucró una relación morbosa entre política y negocios, él fue el alma de esta operación.

[cita]Estos operadores operaron Chile hasta la última gota, extirparon hasta el último gesto de dignidad y transformaron todo en un espectáculo tragicómico. Armaron un cómic país con el diálogo semiótico de los negocios, un diálogo pornográfico, un descubierto que refleja una precaria y burda realidad, el país siempre para unos pocos, para los más grandes y fuertes; y las comunidades y la ciudadanía y la democracia, pamplinas, tan solo pamplinas, más bien el guión será: “Todo hombre tiene su precio” y “todo precio cubre una necesidad”.[/cita]

Su impunidad legitimada entre un discurso de modernidad y pragmatismo llegó a vociferar de forma obscena «que debíamos reconocer que la política necesita lucas, se financia”. Por tanto debíamos asumir que nos metieran la mano al bolsillo de todos los chilenos, estafando a un Estado permisivo.

Los actores interesados alimentaron al animal hasta hacerlo indispensable, y este amplió sus influencias, se transformó en experto, alguien debía hacer ese trabajo, y él fue un articulador magistral, sin escrúpulos. Un tipo ganancista, un engendro neoliberal, porque él tejió la madeja de la privatización de la política, dinamizó los flujos del dinero en los patios interiores del consenso.

Su hábitat quedo demarcado por el dinero, todo lo que se pudiera comprar en la tienda de intereses estratégicos nacionales se ofrecía, el perímetro de la ley estaba cubierto y la idea espiritual era privatizarlo todo. Durante más de dos décadas se armó un circuito mafioso y operativo, lumpen, pero revestido de un sesgo de gestión operativa, era la naturalización necesaria de una corruptela barata, la creación de un relato con seminario y todo, un balsismo solo entendido bajo la democracia neoliberalizada, o sea una democracia sin democracia, una escena pirotécnica.

La política es un nicho de oportunidades, un enclave más de la cadena de valor para amarrar la productividad legislativa. Este tipo supo diligenciar un mercado de representaciones en el Congreso, entendió esta correspondencia económica entre oferta y demanda, hizo el marketing necesario hasta perfilar una comunidad de intereses. Estos son los tentáculos que conocemos, quién sabe qué recovecos nunca conoceremos, los alcances terminan por contaminar cualquier mito republicano.

Esta es una operación nacional donde compraron la estantería y restringieron la política al teatro de una farsa. Un personaje así debía existir, porque alguien debe hacer ese trabajo, desde una sombra entreabierta, porque al final casi se mostraba bufonamente.

Estos operadores operaron Chile hasta la última gota, extirparon hasta el último gesto de dignidad y transformaron todo en un espectáculo tragicómico. Armaron un cómic país con el diálogo semiótico de los negocios, un diálogo pornográfico, un descubierto que refleja una precaria y burda realidad, el país siempre para unos pocos, para los más grandes y fuertes; y las comunidades y la ciudadanía y la democracia, pamplinas, tan solo pamplinas, más bien el guión será: “Todo hombre tiene su precio” y “todo precio cubre una necesidad”, y punto, puedes ir a la universidad y tener valores, pero da lo mismo, el tema es el arte de la venta, si no pregúntenle a los profesionales operadores.

Su mercadotecnia fue sigilosa, durante muchos años, creó estrategias a través de conversaciones en cafés, su oficina era el mundo de los negocios y su conexión al ciberespacio era la más rápida del oeste. Efectista de palabras fáciles y rectas, concreto, sin especulación teórica, cuánto y para qué, no necesitaba corbata ni credenciales pero entraba a toda la intimidad del consenso transicional. Entraba y salía con propiedad, sin freno, en su cuatro por cuatro recorría las venas del engaño público, mientras privatizaba las esperanzas democráticas de los chilenos.

Seguro que operadores hubo y hay de distinto tamaño y pelaje, que están repartidos en distintas posiciones público-privadas, porque al final se trata de eso, de unir y hacer efectiva una relación de intereses, que son las cosas que no se pueden decir, pero que todos saben que ocurren. Freud hablará de lo manifiesto y lo latente. Y así han actuado estos operadores como un inconsciente absolutamente disociado de un superyó republicano, en el que nadie cree. Un inconsciente que revela lo que en definitiva somos: marionetas para una teleserie de Chile donde los manipuladores operadores hipotecan el erario nacional.

Es muy probable que este animal tan furtivo perdió su rumbo, y dejó demasiadas huellas, es muy probable que comenzó a ponerse chabacano y que alguien, como siempre en nuestro país del edén, sapeo. Es seguro que tendrán que sofisticar las condiciones de supervivencia de esta bestia, pero alguien puede creer que se extinguirá, ¡no! , mejorará sus atributos, trabajará con más inteligencia, el perfil podrá ser el de misión imposible, para una misión indispensable: vender la política como una mercancía.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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