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El nacional centralismo contra RD y los partidos regionales

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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El aparato del partido del orden de la Concertación, que pervive aliado con la derecha igualmente dura, logró eco en El Mercurio que se aparta de su tono sutil y cae en la bajeza de llamar «grotesca rebelión» a la creación de nuevos partidos. Esa rara mezcla de ultramontanos con neoliberales que les gusta el mercado sin regulación y libre competencia infinita, tiemblan ante los cuatro actores renovadores del sistema de partidos que buscan expresión institucional-política. Es el nacional-centralismo, cuasi nazistas del orden homogéneo en versión neoliberal, que temen la diversidad y la puesta al día de Chile.

Recordemos los hechos: Chile impuso sistemas mayoritarios y partidos nacionales sin transparencia, donde la directivas nacionales acuerdan los pactos y negocian, negándose a sistemas de primarias –casi no las usan–,  omitiendo dar cuenta de sus ingresos y asignación de gastos: los oligarcas, como ha quedado demostrado en los escándalos, distribuyen la chequera en los «ordenados» y acólitos fieles, el disciplinamiento financiero.

Eduardo Engel ha denunciado la negativa de los mismos a rehacer sus padrones con las mismas condiciones que les impusieron a los partidos nuevos –se bajó de 0.5 a 0.25 el número de firmas por región de los últimos votantes– «pero firmando ante el notario» con huella digital incluida. El ¨modo y costumbre» impuestos era que para juntar las firmas se reunían en cualquier parte, eran llevadas a un notario o este concurría a reuniones o alguien de su oficina, facilitando el proceso; luego los procesos de reinscripción fueron dudosos –máquinas de falsificación de firmas, se ha denunciado–, además que los nuevos militantes se inscribían directamente en los partidos, siendo centro de los aparatos el control del padrón siempre activado en las elecciones internas para resolver candidaturas o repartirse el asalto el Estado en el rol de «brokers» –intermediarios– clientelares.

El modelo tampoco aceptaba la existencia de partidos regionales y plataformas comunes de ciudadanos a nivel local, como existen en las grandes democracias incluso mayoritarias o proporcionales corregidas, como USA y Alemania –para qué decir los casos de sistemas democráticos avanzados como Escandinavia, Bélgica y otros modelos consociativos y parlamentaristas que no ven una debilidad en las largas negociaciones para conformar gobierno sobre la base de asuntos programáticos versus el juego mediático/plutocrático de los sistemas presidencialistas.  Sí es sensato pedir a los movimientos regionales o locales la regla de obtener en su territorio un 3% para evitar las pymes anómalas de maquinitas personalistas. Es decir, dar sin miedo las libertades para que se exprese la diversidad en los territorios y ensanchar la ciudadanía, pero tener una regla básica de respaldo.

El epílogo comienza en el supuesto viraje reformista y reconstituyente de Bachelet, quien en junio del 2013 asumió recomendaciones que le hicimos sectores descentralizadores de la Nueva Mayoría y en el ex Congreso en Santiago ante medio millar de regionalistas anunció elección de intendentes, universidad pública para O´Higgins y Aysén, CFTs en todas las provincias, rentas regionales, traspaso de poderes… y partidos regionales. De este modo, el Comité de Independientes –Alejandra Sepúlveda, Jackson, Boric, Mirosevic y Amplitud– pactaron con el gobierno, en la persona de Peñailillo, el apoyo a superar el binominal a cambio de permitir partidos en una región. De inmediato surgieron los papers en la Segpres y pasillos del orden, para advertir que esto podría derrumbar los actuales partidos del duopolio. Miedo e ignorancia.

Con sistema binominal hace ya quince años, el norte y el extremo sur fue derrotando al duopolio con alcaldes y parlamentarios independientes que han ido creciendo. El nazi-centralismo llama a caudillos a los líderes regionales pero sus parlamentarios se pelean los cargos con los partidos nacionales sin aceptar «poder regional autónomo». Niegan rentas regionales y acumulan riqueza y poder en Santiago. El Mercurio y La Tercera en sus editoriales –hay periodistas que se atreven a buscar verdades obvias– advierten contra el eventual caos de modelos descentralizados y el desorden fiscal, pero no piden evaluación social de los proyectos en las multimillonarias ampliaciones de metros y el mantenimiento de nuevos museos y centros culturales en la capital concentradora. Consideran «grotesco» que haya partidos pequeños, pero no dicen nada del control de los partidos con las chequeras de Novoa-Piñera o las oligarquías de la centro-izquierda oficial administradas por el gerente general Correa.

El colofón ha sido asegurarse que los partidos regionales no tengan aporte público alguno, pidiéndoles tener diputado y senador, reiterando que deben tener existencia en tres regiones –viable en el extremo sur y norte, muy difícil en el centro y centro sur, por el número de firmas en Santiago y el Gran Concepción–. En esto ha cumplido un rol clave Andrade del PS, Becker de RN, pero están entramados con la UDI, la DC, el PR y la DC, en las antípodas de todo lo que estos partidos son y han defendido: dispersión del poder, participación, subsidariedad, cuerpos intermedios, semipresidencialismo, policentralidad. Huelga recordar que la DC alemana es federal y los bávaros son libres, que el PSOE español es una asociación con los propios socialistas catalanes, que muchas derechas en Colombia y México, Nueva Zelanda y Europa son campeonas en libertades territoriales, al igual que las izquierdas comunalistas versus las bonapartistas.

¿A quiénes temen?

a.- Los grupos regionalistas verdes que a un año del Informe para la Descentralización saben que sin fuerza política no lograrán transformaciones en partidos indolentes, acostumbrados a la corrupción programática y a domesticar provincianos con la repartija de cargos públicos en un Estado con miles de personas a honorarios y contratas sin sistemas de carrera civil. La elección de intendentes, una ley de rentas regionales con coparticipacioón de las rentas pro recursos naturales y el traspaso de tres servicios nacionales –Serviu, Corfo, Indap– son una batalla difícil en el país que ha naturalizado la presicracia –presidencialismo-centralismo– como ideología y cultura de dominación y ceguera ante sus fracasos –desigualdad territorial, hiperconcentración en Santiago, alto conflicto en los territorios por el agua y tierras, contaminación en zonas mineras–.

[cita] Lo coherente es que la Presidenta de la República honre la palabra y anuncie veto del Ejecutivo a la contrarreforma y una investigación al Servel por agredir derechos democráticos básicos; este país se independizó gracias a la «revolución» americana y ella pactó con los independientes-regionalistas [/cita]

b.- La izquierda estudiantil que, a través de Revolución Democrática y eventualmente la Izquierda Autónoma, busca irrumpir con poder orgánico y agendas relevantes en favor de mayor igualdad, participación y educación de calidad como bien público. Lo del Servel contra la palabra «Revolución» no es casualidad, es el peso de la noche de las redes del orden portaliano y autoritario que se niegan a morir. Se equivoca Carlos Peña, no es una mera «lesera»; el Servel ha puesto peros a la creación del partido Walmapuwen. De perogrullo con el plebiscito de 1989, con la derogación del art. octavo de la Constitución pinochetista –exclusión de partidos de izquierda– se restableció el pluralismo partidista. El ex directivo de la DC, Patricio Santamaría, presidente del consejo del Servel, está actuando como Pilatos y probablemente como instigador. Vale la pena investigar a fondo y hacer verdad. RD debiera interponer un amparo: la Corte Suprema se ha venido convirtiendo en un garante de la democracia y el sentido común con sus fallos ante los abusos de las supuestas instituciones autónomas del Estado, lo que es un espejismo; las redes del duopolio del orden centralista-neoliberal están actuando con ferocidad.

c.- Los mapuches politizados del Walmapuwen que buscan inscribirse en la actual Araucanía y lograr materializar por la vía democrática la propuesta de región autónoma, plurinacional, donde se logren avances sustanciales en rescate de la  lengua, devolución de tierras/territorio, acuerdos para modelos de autodeterminación que respeten las formas de federalismo comunitario de las comunidades mapuches y sus lof –territorio comarcal–, pluralismo jurídico, modelos endógenos de desarrollo con respeto a la biodiversidad y fomento consistente de otras alternativas económicas en oposición al megasubsidio al extractivismo forestal del monocultivo. Dicho partido logró hace algunos años las firmas en La Araucanía, pero no en Bío-Bío y Los Ríos, como lo exigía la anterior ley que se busca restablecer.

d.- Los segmentos liberales democráticos, tanto en la centroizquierda, como Vlado Mirosevic y sus pipiolos plebeyos federalistas del siglo XXI, como los de centroderecha de Lily Pérez y Amplitud. Ambos comparten la crítica a la concentración del poder, la burocratización excesiva de los procesos –duplicidades estatales versus reformas sociales visibles–, abogan por la diversidad y la descentralización, promueven las primarias y vías alternativas a los grupos dominantes.

Lo coherente es que la Presidenta de la República honre la palabra y anuncie veto del Ejecutivo a la contrarreforma y una investigación al Servel por agredir derechos democráticos básicos; este país se independizó gracias a la «revolución» americana y ella pactó con los independientes-regionalistas.

Sí hay una mala noticia para el aparato nazi-centralista: las nuevas fuerzas ya existen, es un clivaje histórico; el viraje a la democracia de los territorios, a un modelo distinto al extractivismo depredador de commodities, liberado de la oligarquías, ya está en marcha, es discurso, agenda y sujetos sociales redimidos… aunque aprueben leyes en 48 horas, tras la cena bien regada en el Barrio Alto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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