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Los Frankenstein de Occidente

Aldo Torres Baeza
Por : Aldo Torres Baeza Politólogo. Director de Contenidos, Fundación NAZCA
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En 1984, Winston Smith, tras leer del libro de Goldstein (Trotski), dice que un buen libro es aquel que ordena y sistematiza lo que una ya piensa. Chomsky, semiólogo y lingüista, un capo, escribe esa clase de libros. Y da entrevistas de la misma índole. En la última, concedida a Truthout, declara: “Creo que Estados Unidos es uno de los creadores fundamentales del EIIL. (…) Sus intervenciones destructivas en el Medio Oriente y la guerra en Irak fueron las causas básicas del nacimiento del EIIL”.

¿Es el ISIS un monstruo engendrado en Washington? Sí, en parte. Nada nuevo, en todo caso: desde Washington se organizó la ocupación de Nicaragua, que engendró el monstruo de la familia Somoza. Ocuparon Haití durante diecinueve años y engendraron la dictadura de Duvalier. Ocuparon República Dominicana, engendrando la dictadura de Trujillo. Financiaron y apoyaron el golpe militar en Chile y engendraron el monstruo de la dictadura. En sus memorias, publicadas en 1998, Milton Friedman (ideólogo de otro fundamentalismo, el neoliberal) reniega en reiterada ocasiones de lo que pasó después de su intervención en Chile, cuando el monstruo de la dictadura militar ya había escapado de sus manos.

Chalmers Johnson llamaba efecto búmeran (blow back) a la resistencia surgida como efecto de las ocupaciones estadounidense en territorios ajenos. En simple, que toda violencia genera violencia de vuelta. El monstruo toma vida y quiere vengarse. Hoy, el macabro monstruo es el Estado Islámico. Un poco antes fue al-Qaeda, y para enfrentar a ese monstruo G. Bush declaraba la guerra a Irak. Entonces Galeano se preguntaba si Irak produjera rabanitos en lugar de petróleo, ¿a alguien se le ocurriría invadir ese país? Y se invadió. Se buscaron las supuestas armas de destrucción masiva, bajo las casitas de madera y el desierto. Al final, no había armas de destrucción masiva. Ningún muerto resucitó.

Pero el monstruo venía naciendo hace muchos años, desde 1982, cuando la CIA creó campos de entrenamiento en Pakistán, reclutando yihadistas procedentes de más de 40 países islámicos para luchar contra la Unión Soviética. Para ese entonces, Ronald Reagan calificaba a esos yihadistas como “luchadores por la libertad”. Entre ellos, Osama Bin Laden, que después pasó a ser de los malos. Y es que no solo el ISIS necesita de malos (infieles) para justificar sus delirios, también necesita de malos el lucrativo negocio de las armas. ¿Qué sería de los buenos si no tuvieran malos a los que combatir?

[cita tipo=»destaque»]Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los mismos que deciden qué guerra es legal y cuál no, los mismos mayores productores de armas en el mundo. Misteriosa ecuación: quienes fabrican las armas deciden las guerras. Raro. Como también es raro que ningún país de Occidente reconozca una pizquita de responsabilidad en el nacimiento del Frankenstein ISIS.[/cita]

Saddam Hussein fue bueno cuando enfrentaba a iraníes y kurdos. Pero se convirtió en malo cuando Estados Unidos decidió invadir Irak. Stalin, malo entre malos, fue bueno durante la Segunda Guerra Mundial, pero años después pasó a ser malo, cuando dirigía el “Imperio del Mal”. Carl Schmitt describía dos clases de opositores: el enemigo político y el enemigo absoluto. El primero es necesario, porque genera identidad por oposición. El segundo, en cambio, se debe exterminar. En esa cruzada pronto estarán Francia, Reino Unido, China, Rusia y Estados Unidos. Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los mismos que deciden qué guerra es legal y cuál no, los mismos mayores productores de armas en el mundo. Misteriosa ecuación: quienes fabrican las armas deciden las guerras. Raro. Como también es raro que ningún país de Occidente reconozca una pizquita de responsabilidad en el nacimiento del Frankenstein ISIS que, paradójicamente, empieza a utilizar los mismos métodos de sus progenitores: ¡Estado! (sí, Estado) Islámico, propaganda mediática (Al Fulqa media), etcétera.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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