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Activistas y servidores públicos

Jean Masoliver Aguirre
Por : Jean Masoliver Aguirre Cientista político, Investigador Fundación para el Progreso
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Hace poco en Twitter emergió de la cuenta institucional del mencionado ministerio, el siguiente esperpento: «Me sumo a los #SupermercadosVacios, aunque me quede sin las compras del domingo. Iré al negocio de la esquina q no se colude en mi contra» (sic). El tuit fue eliminado minutos después. Esta situación demuestra que los roles de activistas y servidores públicos están confundidos.

Claramente pudo haber pasado que el administrador de la cuenta tenía su cuenta personal y la cuenta del ministerio en su dispositivo móvil y se confundió; o quizá el administrador se desubicó y publicó aquello en representación del ministerio, luego su supervisor lo reprendió y tuvo que eliminar el tuit. Cualquiera haya sido la razón de este evento, se demuestra la liquidez de la frontera entre el rol de activista (actividad eminentemente privada) y el de servidor público (actividad que está sometida al escrutinio de la opinión pública). Entre ambos roles debe haber distancia para no herir las susceptibilidades propias de quienes creen que los miembros de la administración pública deben actuar para «todos los chilenos» y no solo para quien los gobierna. No obstante eso, ese límite es imposible. Siempre detrás de un trabajador del Estado está una persona con intereses y pulsiones políticas. Querer eliminar eso, sería injusto para el funcionario, dado que le sería imposible.

[cita tipo=»destaque»]Siempre detrás de un trabajador del Estado está una persona con intereses y pulsiones políticas. Querer eliminar eso, sería injusto para el funcionario, dado que le sería imposible.[/cita]

Sin embargo, existe cierto grado de decoro que los miembros del servicio civil deberían guardar para evitar hacer sentir incómodos a quienes no comparten sus ideas. Por supuesto que en nuestro país ya no existe esa deferencia: los funcionarios utilizan el aparato del Estado para discursos de odio y separación con dinero de todos nosotros. El tuit es un ejemplo casi suntuario, pero recordemos el episodio de la ex vicedirectora de la JUNJI del gobierno anterior al instalar una virgen en la entrada del edificio estatal. Nunca olvidemos que los puestos de la administración pública son dispositivos de poder, por lo que es natural hacerse de ellos para establecer un discurso determinado.

Si los ciudadanos quieren más neutralidad en la acción del Estado, deberían pedir el control de su extensión, donde la crítica diaria es fundamental. El tuit es algo público: no puede ser más fácil rastrearlo; pero ¿cuántos discursos no neutrales ocurren en los lóbregos recovecos de la administración pública? ¿Cuántos enfermeros dicen a sus pacientes que el mercado es la razón de todos los problemas del país? ¿Cuántos profesores educan a sus alumnos en los beneficios del gasto fiscal en las vidas de los ciudadanos? No olvidemos que siempre hay un discurso detrás de la acción del Estado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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