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Los Salieris de Humberto

Por: Guillermo Bilancio, Profesor de Estrategia en la Universidad Adolfo Ibáñez y consultor en Dirección


Señor Director:

Eran los fines de la década del 80 cuándo mi maestro Alberto Levy me hizo ver y darme cuenta de la relevancia del pensamiento sistémico. Es ahí donde comencé a leer a los próceres de Palo Alto (Waszlawick, Fish, Bateson, Johnson) y también a dos biólogos chilenos que siempre me parecieron de otro planeta: Humberto Maturana y Francisco Varela, a los que me costaba no solo leer sino confiar en ese lenguaje tan críptico para mi ignorancia científica.

Pasó el tiempo y siempre volvía sobre mis pasos para leer una y cien veces El Árbol del Conocimiento, y profundizar el concepto de autopoiesis y llevarlo a mi profesión de consultor en dirección de empresas (Las empresas son un organismo bio-técnico…)

Ya en Chile, a fines de los 90, y a pesar que mi foco de trabajo siempre tuvo como eje el concepto de “enacción” de Francisco Varela (Un verdadero grande), también profundicé sobre Maturana y sus conceptos sobre la Objetividad. Fue en esos primeros años de este siglo en los que conocí a nuevas “estrellas” de eso tan exótico llamado “coaching ontológico” y ontología del Lenguaje (Echeverría, Olalla y de allí hasta Flores). Pero había más.

De pronto irrumpieron en las empresas cientos de “alumnos” de Maturana que vendían desde Coaching hasta Resolución de Conflictos desde las relaciones y la emocionalidad. Una supuesta excentricidad que limitaba con la profesionalidad…

Los verbos en infinitivo se multiplicaban: lenguajear, observar, conversar, emocionar, y todos tenían múltiples autores y dueños, cuándo en realidad, había uno solo.

También aprendí en esa época (y hasta hoy) que el ego de algunos académicos y “coachs” llamados a consultores, los llevan a evitar hablar de sus maestros, por lo tanto, olvidan citarlos. Algunas veces de manera muy poco sutil.

Se llenan la boca de términos “Maturanescos”, pero sin mencionar al verdadero gestor de esto que es ciencia y que algunos han despilfarrado, aunque con buenas ganancias.

Creo que ha llegado el momento de homenaje al maestro. Leyendo su último libro El Árbol de Vivir es notable como escribe de manera defensiva enfatizando en el “yo, Humberto”, “yo, el de la autopoiesis”, intentando sacudir a los cuatro vientos que el es verdaderamente el padre de esta criatura a la que no quiere criar.

Maturana cree en la ciencia descree del coaching al que considera conductista, generador de dependencia, y de aplicación lejana a la persona, cuándo en el vivir todo es la persona. Y me parece una reflexión brillante.

Basta de verso. Y basta de “Salieris” que le roban melodías. Creo que será positivo para todos desenmascarar a quienes intentan “maturanear” sin darle crédito a la verdadera fuente. Y el “maestro”, a quién no conozco, pero admiro, lo merece.

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