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Vacio de la subpolítica

Rodolfo Fortunatti
Por : Rodolfo Fortunatti Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Autor del libro "La Democracia Cristiana y el Crepúsculo del Chile Popular".
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La subpolítica es una forma de democracia directa no colectiva que a menudo emplea las redes sociales y es practicada fuera de los cauces institucionales para abrir y ensanchar brechas entre el gobierno y la ciudadanía. Su razón de ser es la crítica al poder. De ahí su invectiva contra el Partido Comunista a quien imputa haber saltado desde la calle a la arena política para acomodarse al establishment.

Censura su abandono de la tradición forjada a lo largo de una centuria, su baja densidad ideológica, escasa solvencia intelectual y académica, moderación de la lucha política y propensión a las transacciones, distorsión de la representación popular, ineptitud para liderar e inclinar la correlación de fuerzas a favor de la genuina transformación social, fingida convocatoria a cambiarlo todo para dejarlo todo igual, simulada certeza de que los pobres son beneficiarios de las reformas y que la coalición gubernamental es una fuerza nueva y amplia, conformismo burocrático que permuta dádivas estatales por reformas mínimas, desactivación de la movilización social, conversión en vagón de cola de la DC y el PS, legitimación de las elites, colaboración con su reproducción y tolerancia a sus desprecios. En el sumun, incapacidad para provocar un vuelco que, en el curso de… ¡cuatro años!, haga de Chile un país democrático y participativo y menos elitista y consumista.

En otro contexto histórico, las vías institucionales promovidas por Enrico Berlingüer, Santiago Carrillo y Luis Corvalán fueron objeto de iguales impugnaciones que, repetidas en nuestra modernidad tardía —cuando la teoría política ha revolucionado su vocabulario conceptual—, se tornan vacuas e infecundas. Se reducen a fabulaciones sesentañistas sin eficacia metodológica para encauzar las luchas de reconocimiento que advienen tras el derrumbe de los socialismos reales.

Impresa en mimeógrafo y leída en cristal líquido, la ficción subpolítica no consigue siquiera resolver su propia crítica al poder, a la política y a los comunistas: ¿Cómo recuperar de manos del Estado la gestión de la demanda social? ¿Cómo, más allá de poner temas, programas y palabras en boca de quienes deciden, influir realmente en las instituciones y en las políticas públicas, si no es desde el gobierno? ¡No se oye, padre!

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