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Por unos votos más…

Fernando Thauby
Por : Fernando Thauby Capitán de Navío en retiro
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«Hoy enjuician a Juan Cheyre, ex Comandante en Jefe del Ejército, el “general del nunca más”, que creyó que estaba haciendo política y ahora se enfrenta a la realidad de que la guerra sigue mediante la judicatura. Fue su elección, lo triste es que perjudicó a sus subordinados y a la Patria».


Un programa de televisión del día domingo recién pasado mostró a Cecilia Pérez expidiéndose sobre el caso Cheyre.

Para todos los efectos prácticos y políticos fue Sebastián Piñera hablando por interpósita boca.

Su argumentación, lanzada de corrido y evidentemente preparada de antemano para ser expuesta a modo de manifiesto electoral en esa tribuna televisiva, apuntó a ese electorado democratacristiano y concertacionista “de salida”, que necesita una justificación para explicar el abandono de su fidelidad al “no” con todo su contenido sociológico y afectivo y dar excusa y sustento a su abandono explícito de la utopía chavista y allendista.

Nadie podría negar -de hecho los izquierdistas mas emblemáticos no lo hacen- que los gobiernos radicales de izquierda han resultado un fracaso completo y total en Sudamérica y en Chile.

La Socialdemocracia a la Lagos se impuso por mayoría abrumadora. ¿Cómo puede “un desertor” salir de ese embrollo manteniendo cierta dignidad?

La izquierda no es capaz de dar a los arrepentidos lo que necesitan ni lo que quieren, no es capaz ni siquiera de mantener lo que han logrado con su esfuerzo.El discurso revolucionario, chavista, lulista, dejó de ser creíble. Fracasó en todos los países, aun en aquellos que comenzaron con recursos de sobra. Los gobiernos revolucionarios fueron cooptados por “los poderosos de siempre” mediante la corrupción público – privada, poderosos que resultaron ser las oligarquías políticas y sindicales.

Donde no fueron cooptados, se corrompieron abusando de la administración del estado en su beneficio personal, creando una verdadera clase social de operadores y ladrones.

La pirueta siquiátrica que se les ofrece a estas personas que quieren escapar de los restos de sus amores juveniles es evidente: empleando un análisis básico y superficial condenan a la dictadura en forma inapelable, execran “los crímenes de los militares”, abominan de Pinochet, se niegan, sin matices, a que se respeten los derechos de los militares prisioneros. Esto los exculpa de arrimarse a Piñera por “razones prácticas” y dejar atrás la “verdadera fe” marxistoide.

Esta escuálida argumentación planteada por Pérez, es razonable para los miembros de algunas comunas de clase media baja agotados por el miedo a los delincuentes, asustados de perder sus trabajos y temerosos de regresar al proletariado. Escuálida, pero útil para ser consumida también por la burguesía que ya transitó de “emergente” a clase media consolidada, esa de Chicureo y similares.

Esta es la cuerda que pulsa la campaña de Piñera: simplificar el pasado complejo presentando una versión light de la historia al alcance intelectual de sus consumidores, aunque esté alejada de la verdad y potencie los vientos que ya se han sembrado.

Por unos votos mas … .

Otro valor y consecuencias tiene este tipo de argumentos cuando tratamos de interpretarlo en el nivel intelectual, de responsabilidad política, histórica y de estado que se esperaría del candidato presidencial y de su grupo. Creo que sería mucho citarles a Clausewitz, pero valga el comentario correspondiente que hizo Stalin: “La Guerra es dialéctica política que incluye el uso de la fuerza”.

La izquierda chilena lo entiende muy bien y lo aplica en forma magistral, en ambos sentidos. La derecha no lo entiende, es demasiado arrogante e intelectualmente pobre. Para que comprendan, esto dice que cuando se incorpora el uso de la fuerza para hacer política, hemos ingresado a la guerra y al revés, que cuando la lucha se lleva a cabo sin armas, estamos en el reino de la política.

En pocas palabras, la izquierda, la Unidad Popular, particularmente el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Mapu, la Izquierda Cristiana el MIR y en la segunda fase del conflicto, el FPMR y sus colgajos llevaron a cabo una guerra interna, con acción política y con armas y la derecha la siguió armando sus propios grupos. Los militares que se suponía serían divididos por el gobierno de Allende con el concurso de su aliado, Prats, para arrastrarlos detrás suyo a la Revolución socialista, pusieron fin a esta guerra manteniéndose unidos, neutralizando a un bando y desmovilizando al otro, luego vino la política.

A algunos militares (vg. Cheyre) se les jugó la mas magistral (y sucia) de las jugadas: se les hizo creer que la crisis, que era de naturaleza política, iba a ser resuelta políticamente y en realidad fue resuelta mediante la aplicación de los tribunales y la policía, los recursos de fuerza del Estado.

En forma crecientemente abusiva, a medida que los sucesivos gobiernos de izquierda iban apoderándose del aparato judicial su acción fue cada día mas arbitraria, injusta y escandalosa.

Hoy enjuician a Juan Cheyre, ex Comandante en Jefe del Ejército, el “general del nunca más”, que creyó que estaba haciendo política y ahora se enfrenta a la realidad de que la guerra sigue mediante la judicatura. Fue su elección, lo triste es que perjudicó a sus subordinados y a la Patria.

Si, a la Patria, ya que aunque por ahora no se aprecie, la memoria histórica de esta “jugada”, no será olvidada por los militares ni por los muchos chilenos que los aprecian.

Pedir imaginación a la fronda de derecha es pedirle peras al olmo. Su mentalidad concreta carece de sentido histórico y de sensibilidad política, por eso están condenados a la extinción. Son un arcaísmo.

Si otros creen que por este camino harán un gobierno exitoso, no pueden estar mas equivocados, puede que ganen una elección, pero no mucho más.

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