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El ministro Eyzaguirre: entre la ceguera situacional y la negación

Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile.
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No dejan de sorprender las frecuentes salidas de libreto del ministro Segpres, Nicolás Eyzaguire. Famosas fueron sus intervenciones en los medios cuando, desempeñando la compleja cartera de Educación y, en un intento fallido por hacer pedagogía con las políticas que impulsaba el ministerio, se despachó varias polémicas cuñas. Este estilo lo ha acompañado también en su gestión en el Ministerio Secretaría General de la Presidencia.

Hace poco más de un año declaraba a El Mercurio que “la gestión del gobierno no ha sido buena”. En julio pasado, en entrevista concedida al mismo medio, señalaba que “no sembramos vientos para cosechar tempestades. Los vientos estaban instalados desde antes en la ciudadanía”. Por último, en una fecha tan simbólica como el 18 de septiembre, en La Tercera, intenta explicar la baja popularidad del gobierno como resultado de la crisis de confianza generalizada con la clase política. Al mismo tiempo, salía al paso de las presiones en el oficialismo por un cambio de gabinete, señalando que es una “demanda fácil y superficial” que no resolverá los problemas y ante la cual se suele recurrir a los ministros como el chivo expiatorio por parte de la NM.

Las intervenciones mediáticas del ministro han caracterizado su estilo de hacer política. Dicho estilo, sin embargo, parece estar fuertemente condicionado por dos hechos que con frecuencia interfieren su visión del nuevo proceso de gobernar: la ceguera situacional y la negación política.

Ciertamente, ambos deben contextualizarse en la actual crisis de conducción política ─que afecta al gobierno─ y que tiene que ver con el rendimiento social de las decisiones que estarían en la base del déficit de eficacia gubernamental de la actual administración.

[cita tipo= «destaque»]La escasa autocrítica del ministro y su evidente inconformidad con los resultados lo lleva a ubicar la responsabilidad en otros y no en los problemas de capacidad de gobierno. Se responsabiliza a otros de la brecha entre proyecto y realizaciones.[/cita]

La ceguera situacional corresponde ─como lo señalamos en este mismo medio en una columna anterior─ al halo de obscuridad o sombra que se presenta en relación con la posición que se ocupa respecto de un objeto observado. Si se tiene una posición cerrada, reducida y unidimensional, el haz de sombra resultará más amplio. Cuando el dirigente tiene una ceguera situacional muy amplia es porque observa desde una posición restringida. El resultado es un encuadre reducido, ya que no involucra otras visiones.

Por su parte, el negacionismo tiene que ver con un mecanismo de negación de la realidad para evadir una situación incomoda. No cabe duda de que la baja aprobación a la gestión de un proyecto de gobierno que se anunciaba como trasformador ha tenido un efecto de desgaste anímico y parálisis en los equipos gubernamentales. Los estudiosos del comportamiento humano asocian el negacionismo en política con el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable.

Es interesante destacar que observamos en las intervenciones del ministro una especial ceguera y negación para comprender la importancia de la baja capacidad de gobierno. Siempre atribuye las deficiencias a otros: a la oposición, a los medios de comunicación, a alguna conspiración imaginaria ─como la de dirigentes y parlamentarios de la NM que piden cambio de ministros─, a los mandos medios y bajos o a los condicionantes externos. Siempre los responsables están “abajo” o “afuera”, nunca “arriba” en la cabeza, en la dirección superior.

La escasa autocrítica del Ministro y su evidente inconformidad con los resultados lo lleva a ubicar la responsabilidad en otros y no en los problemas de capacidad de gobierno. Se responsabiliza a otros de la brecha entre proyecto y realizaciones.

Culpa a la burocracia, al simplismo del ciudadano común que no comprende los esfuerzos y alcances de las reformas en curso, a los medios de comunicación que distorsionan la obra del gobierno y que instalan en la opinión pública un cierto “pesimismo y desaliento”, y a los problemas estructurales que dice conocer solo ahora en su real magnitud.

Al final del día todo parece indicar que el ministro seguirá creyendo que son las circunstancias y no la capacidad de gobierno lo que está en la base de los problemas que enfrenta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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