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Una estrategia de salud para Chile

Rafael Urriola U.
Por : Rafael Urriola U. Director Área Social Chile 21
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Cualquiera sea la encuesta que se observe, de seguro que la salud estará en los dos primeros lugares de preocupación de la población. Sin salud no hay felicidad, se dice. Es muy difícil que una persona que no es atendida en sus necesidades de bienes y servicios de salud logre compensaciones suficientes para sentir satisfacción con la vida.

El programa de la Presidenta Bachelet centró sus propuestas para este segundo período en la construcción de establecimientos, tanto hospitalarios como en la red primaria. Esto, aun siendo una falencia detectada, puede ser inútil si no está acompañado de los demás componentes de la logística sanitaria (personal en todas las calificaciones y con las capacitaciones adecuadas, equipamiento, flujos de medicamentos y, sin descuidar, los elementos de gestión que maximicen el uso de la infraestructura).

Si bien no hay indicadores robustos acerca de si la atención en el sector público ha mejorado o empeorado, la reiterada mención a que la salud es un problema parece indicar que en el futuro cercano (el del nuevo Gobierno) será necesario encarar una reforma más profunda en el modelo de atención de salud chileno. Esta requiere mucho debate y participación política y ciudadana.

Como acostumbran a decir los líderes de las potencias asiáticas, “antes de inventar hay que copar lo bueno que pueda existir”. En este contexto, resulta pertinente recordar que el Instituto de Medicina de los Estados Unidos publicó hace pocos años su estudio “The future of the public’s health in the 21st Century”, lo que, por cierto, tiene principal importancia al menos por cuatro razones.

  1. Es el país que, según la OCDE, más gasta en salud del mundo, tanto en porcentajes del PIB (17%) como en valores absolutos (alrededor de 9.400 dólares per cápita)

  2. Es el país que más confía en el aseguramiento privado del mundo. Aún así los dos sistemas de ayuda pública sanitaria (el Medicaide para pobres y el Medicare para adultos mayores) aportan la mitad del gasto sectorial.

  3. Un 9% de la población –27 millones de estadounidenses– no disponen de un seguro de salud.

  4. No se trata de un país “estatista” que podría parecer desfasado de la lógica nacional en Chile.

En efecto, la Reforma de salud del presidente Obama consistía esencialmente en incorporar a esta población vulnerable y desprotegida a sistemas de aseguramiento con participación pública (cerca de 10 millones disponen de seguros después de 2013). Cabe recordar que la mayor parte de los trabajadores de EE.UU. tiene seguros de salud vinculados a los contratos de trabajo.

[cita tipo=»destaque»]En efecto, según el INE, la población mayor de 60 años llegará a 3,2 millones de personas en 2020. Esto implica aumento de los costos sanitarios; atención creciente para enfermedades crónicas; implantación de técnicas de telemedicina; cuidados domiciliarios; y una estructura de disponibilidad de medicamentos en la red pública que es mucho más compleja que lo que se está haciendo con las farmacias comunales.[/cita]

El Informe de cerca de 500 páginas, elaborado por expertos de las principales universidades y organismos públicos de salud del país, llegó a conclusiones que deben ser tomadas en cuenta en Chile, en que se ha descuidado muy notoriamente el desarrollo del sector público en esta área. El documento del Instituto de Medicina propone seis áreas de acción para asegurar una población saludable.

Estas son: i) adoptar un marco analítico que considere los múltiples determinantes sociales que influyen en los estados de salud de la población; ii) fortalecer la infraestructura gubernamental pública en salud, la cual es la columna vertebral del sistema público de salud; iii) construir una nueva generación de alianzas intersectoriales que tomen en cuenta las perspectivas y los recursos de las diversas comunidades y las comprometan a participar activamente en las acciones de salud; iv) desarrollar sistemas de rendición de cuentas que aseguren la calidad y oportunidad de los servicios públicos de salud; v) hacer públicos los fundamentos de las tomas de decisiones y de los criterios para evaluar resultados de las acciones; y, vi) fortalecer y facilitar la coordinación en el sistema público de salud, es decir, entre todos los niveles (estatales, municipales, etc.) y entre los profesionales del sector público y la comunidad.

Estos principios básicos parecen suficientes para orientar la discusión de la reforma al modelo de atención en salud que requiere Chile. Adicionalmente, será necesario adecuar la oferta a los cambios demográficos y epidemiológicos.

En efecto, según el INE, la población mayor de 60 años llegará a 3,2 millones de personas en 2020. Esto implica aumento de los costos sanitarios; atención creciente para enfermedades crónicas; implantación de técnicas de telemedicina; cuidados domiciliarios; y una estructura de disponibilidad de medicamentos en la red pública que es mucho más compleja que lo que se está haciendo con las farmacias comunales.

Asimismo, los cambios epidemiológicos están siendo notables en el país. Algo de ello tiene que ver con los hábitos de vida: sedentarismo/obesidad, abuso de sustancias como tabaco, alcohol o drogas; aumento de muertes por violencia, entre otros. La salud en todas las políticas deviene entonces una urgencia nacional para lograr lo que dijese Franklin Delano Roosevelt: “El éxito o fracaso de cualquier gobierno en último término debe estar medido por el bienestar de sus ciudadanos. Nada es más importante para un Estado que su salud pública. La preocupación central de un Estado debe ser la salud de su pueblo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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