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A propósito del género

María José Codina
Por : María José Codina Profesora de Filosofía. Coordinadora de Igualdad y Convivencia, Instituto de Educación Secundaria El Ravatxol, Valencia, España.
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“Ideología de género” es el término que la asociación Citizen Go, HazteOir.org en España, emplea para criticar y desacreditar los pasos que se han ido dando hacia el respeto de las distintas formas de identidad sexual en los centros educativos, a las que denominan “leyes de adoctrinamiento sexual”.

Estas palabras se incluyen en el título de un panfleto que esta asociación ha repartido por los centros educativos de toda España, cuyo mensaje han paseado con el-autobús-de-la-vergüenza y que ahora pretenden hacer llegar a Chile. En España ya hemos tenido que sufrir sus insultantes e intolerantes mensajes. Ponen el grito en el cielo porque creen que mostrar con normalidad la homosexualidad y la realidad trans va a confundir a los niños, y abogan por la inversión en la investigación científica que cuestione la existencia de la homosexualidad y la transexualidad, pudiendo así “sanar o curar” a quienes adolecen de esos males.

Pues bien… ¡¿cómo se puede hablar de algo tan absurdo como el pseudo-término “ideología de género”?! Hagamos unas aclaraciones básicas.

Primero, según la RAE, ideología es un “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político”. Las leyes que defienden el respeto a la diversidad e identidad sexual de cada cual, jamás, en ningún caso, podrán pues considerarse ideología. ¿Por qué? Lo explico sencillito. Estas leyes reconocen la libertad del individuo para vivir su vida con derecho a ser feliz. No son leyes que se identifiquen con ninguna ideología. No pertenecen a nadie porque lo que pretenden es reconocer que la diversidad existe, que no somos, ni hemos sido nunca iguales ni homogéneos. Nacer hombre o mujer no te marca el camino de cómo has de vivir. Todos los pasos que se den para reconocer la diversidad existente nos alejarán cada vez más de las ideologías de los grupos homogéneos.

Segundo, defendéis que las leyes de identidad de género “desorientan a los niños al imponerles la “diversidad sexual””. Bien… una pequeñita aclaración, la diversidad sexual no se impone, ¡Existe! ¿Quién desorienta a quién?

Recoger y normalizar una realidad existente no es desorientar a nadie, es dar normalidad a lo que es de por sí un hecho. Pretender hacer creer que la diversidad sexual no existe, que solo hay posibilidad de ser heterosexual, y que además has de serlo cumpliendo con unos rígidos mandatos de género… ¡eso sí es desorientar! El mundo que vosotros defendéis, ¡no existe! No es real. Como mucho es la expresión de un deseo. Otra cuestión de mayor calado sería hacer una seria reflexión de por qué deseáis eso.

[cita tipo=»destaque»]Pretender hacer creer que la diversidad sexual no existe, que solo hay posibilidad de ser heterosexual, y que además has de serlo cumpliendo con unos rígidos mandatos de género… ¡eso sí es desorientar! El mundo que vosotros defendéis, ¡no existe! No es real.[/cita]

Tercero, resulta como poco curioso, el uso de términos como censura y adoctrinamiento por vuestra parte. No son términos propios de quienes buscan la real y efectiva igualdad entre los individuos; sino más bien de aquellos movimientos ideológicos, políticos y religiosos intolerantes con quienes no comulgan con ellos. Defendéis que “la libertad de conciencia se encuentra hoy en día amenazada” y os quedáis tan anchos.

Eso es tergiversar los términos y su significado. Son acciones como las vuestras las que censuran la libertad de conciencia. Censura es negar la posibilidad de conocimiento (y el conocimiento nos hace libres), cosa que proponéis al negar la existencia de una realidad que está ahí, ante vuestros ojos cerrados y asustados. Adoctrinamiento es ejercer presión para evitar que las personas sean capaces de pensar por sí mismas y ser críticas con el orden imperante. Por tanto, quien censura y adoctrina nunca puede ser quien quiere que todo ser humano sea libre, se sienta seguro y pueda conducir su vida, bajo principios de justicia, buscando su propia felicidad. En términos de Austin, y siguiendo a Apel, esto es una contradicción performativa, es decir, os sentís censurados cuando realmente no os está censurando nadie, sino que sois vosotros los censores.

Y, en cuarto lugar, alertáis de que se ha convertido en sospechosa a la heterosexualidad: “ser heterosexual comienza a convertir a los individuos en sospechosos de homofobia”. No sé hasta qué punto vale la pena replicar esto por absurdo. Lo único que hace a alguien sospechoso de homofobia son sus actitudes, no con quién se acuesta.

Y siguiendo el hilo de este último argumento concluyo con una cita que deberíais tener más presente: “Por sus obras los conoceréis” (Mt 7, 15-20). Si existe un criterio para juzgar a las personas, este criterio son sus actos, sus actitudes, no con quién mantienen relaciones sexuales o a quién ama. Conoceréis a una persona justa por sus actos justos, lo demás sobra.

Lo más importante que tenemos en los centros educativos son nuestros alumnos y alumnas, y hemos de procurar que crezcan y maduren con autonomía y sentido crítico, solo así podrán ser auténticamente felices. Queremos una ciudadanía sana, honesta y libre, que busque y persiga la construcción de un mundo más justo, y necesitamos gente convencida de que este mundo mejor es posible. ¿No estaría bien que todos y todas trabajásemos en esa misma dirección?

¿Por qué no empleáis ese dinero que os habéis gastado con llevar esta vergonzosa campaña a Chile en aquello que realmente importa? En los centros educativos trabajamos arduamente para educar en el cuidado del medio ambiente, en la inclusión, la protección del débil, luchar contra el bullying, la violencia machista, el maltrato animal… Por eso no se entiende que os gastéis todo ese dinero en algo tan absurdo como lo que planteáis.

Llegáis a defender que hay terapias que curan lo que denomináis anomalías: homosexualidad y transexualidad. Las tratáis como enfermedades. Y, si hay alguna enfermedad de la que adolece nuestra sociedad y que nos está llevando a la deriva moral, esa no es otra que la intolerancia. La intolerancia religiosa, racial y cultural está causando estragos en nuestro mundo. Dejen de interpretar el amor entre personas o cómo es feliz cada cual, como un acto peligroso y delictivo, y preocúpense del odio que inspira barbaries. Cuando queráis hacerlo, volved a enviar otro panfleto que aborde los problemas reales de nuestra sociedad y nos encontraréis a vuestro lado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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