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La derecha perdida

Stéphanie Alenda
Por : Stéphanie Alenda Directora de la Escuela de Sociología de la UNAB.
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El libro “La derecha perdida” de la historiadora y militante de Evópoli, Valentina Verbal, recientemente presentado en el think tank Libertad y Desarrollo, defiende un argumento central: “la derecha sólo puede derrotar moralmente a la izquierda recurriendo a su anclaje ideológico histórico: el liberalismo clásico”. El libro ofrece así una genealogía de la construcción de la identidad de la derecha rescatando dos tradiciones de pensamiento (liberal y conservadora) en las cuales se identifica un mínimo denominador común: la defensa de libertad económica.

Dando cuenta de una batalla por la hegemonía de las ideas en el sector, cuestiona también la postura de los intelectuales públicos ligados a otro think tank, el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), por apuntar a la superación de la identidad histórica de la derecha con referencias a un comunitarismo con raíces en la izquierda.

La novedad del libro no radica precisamente en la defensa del liberalismo económico, tampoco en la temática del desdibujamiento de la centro-derecha, que ya formaba parte de las críticas a la “nueva derecha” de los inicios del gobierno del presidente Sebastián Piñera (véase, entre otros, el libro del director ejecutivo de Libertad y Desarrollo, Luis Larraín, «El regreso del modelo», 2012), sino en la actualización de este planteamiento. Primero, atenuando la visión típicamente economicista de la ortodoxia neoliberal, puesto que la autora construye sus argumentos desde la historia; segundo, cuestionando el enfoque sobre el mercado de los investigadores del IES, que si bien reconocen el agotamiento del discurso neoliberal-mercantilista típico de los años 80-90, no dejan de creer en las virtudes de la economía de libre mercado. Sí advierten sobre sus posibles y comprobadas desvirtuaciones, en perjuicio de la competencia.

Ahora bien, ¿qué validez empírica tiene la tesis central del libro de Valentina Verbal? Según los resultados de una encuesta realizada en mi investigación Fondecyt (F. Regular #1151503) a alrededor de de 700 cuadros dirigenciales de ChileVamos, y aplicada a los cuadros partidistas de esa coalición durante 2016, la tesis se comprueba: más del 80% de los dirigentes responden que están de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación «el libre mercado es el mecanismo más justo para distribuir recursos en una sociedad”, recogiéndose los porcentajes más altos en Evópoli (92%) y la UDI (91%).

[cita tipo=»destaque»]más allá de un núcleo común que contribuye a explicar la unidad de ChileVamos, la identidad de la derecha actual, analizada a partir de las estructuras dirigenciales de los partidos y de sus intelectuales, refleja tensiones entre los guardianes del modelo, no siempre liberales en lo valórico, los liberales culturales, no siempre ortodoxos en materia de libertad económica y una sensibilidad más socialcristiana, conservadora en lo valórico, pero no ortodoxa en materia de libertad económica. [/cita]

No sólo se confirma la existencia de un núcleo ideológico duro pro-mercado sino que éste parece consolidarse en el tiempo a través de Evópoli. Las respuestas sobre la legitimidad del lucro en la educación corroboran esta tendencia. El 56% de los cuadros de la UDI y Evópoli está “muy en desacuerdo” o “en desacuerdo” con terminar con él, el 52% en RN, y apenas el 25% en el PRI, lo que se podría explicar por el ADN democrata-cristiano de ese partido.

Si examinamos por último la relación de estos cuadros partidistas con el Estado, basándonos en un índice de estatalidad construido a partir de diferentes variables como “terminar con el lucro de la educación”, “aumentar la cantidad de impuestos que pagan las grandes empresas”, “aumentar la carga tributaria personal para financiar políticas del ámbito de la protección social” y “obligar a los partidos a llevar un porcentaje fijo de candidatas mujeres en las elecciones al Congreso”, el PRI aparece como el partido con mayores inclinaciones a las políticas orientadas por el Estado, pero no existen diferencias entre los demás partidos cuando son comparados entre sí.

En Evópoli, los que tienden a rechazar en mayor medida las políticas estatales son los más jóvenes, quienes tienen estudios superiores y adhieren en mayor medida a la ortodoxia liberal, además de los gerentes versus las profesiones ligadas a las Humanidades, Artes y Ciencias Sociales. Existe efectivamente un piso común que une a los diferentes partidos de ChileVamos, en particular a los dos partidos más antiguos de la coalición y Evópoli.

Sin embargo, uno podría preguntarse si la identidad de la derecha chilena se agota en este denominador común. Sobre este punto también la encuesta a dirigentes de ChileVamos arroja ciertas luces. En primer lugar, da cuenta de la existencia de una derecha más liberal en lo cultural, que milita por lo general en Evópoli. Aunque el libro de Valentina Verbal no se dedica a la promoción de un liberalismo integral, repara en que la libertad individual, “inicialmente económica”, debe también estar “abierta a un sentido mucho más profundo que el habitualmente destacado por la derecha”. Es sobre este aspecto, y no en relación al mercado, donde se observa a mi juicio la principal diferencia con los investigadores ligados al IES.

En segundo lugar, la encuesta muestra una apertura de los cuadros de ChileVamos a temáticas propias de la izquierda. Más del 60% de ellos se declara de acuerdo o muy de acuerdo con aumentar la cantidad de impuestos que pagan las grandes empresas (el porcentaje sube al 75% en el caso del PRI) y un tercio apoya el aumento de la carga tributaria individual para financiar políticas del ámbito de la protección social (38% de Evopoli, 42% del PRI).

Asimismo, más allá de un núcleo común que contribuye a explicar la unidad de ChileVamos, la identidad de la derecha actual, analizada a partir de las estructuras dirigenciales de los partidos y de sus intelectuales, refleja tensiones entre los guardianes del modelo, no siempre liberales en lo valórico, los liberales culturales, no siempre ortodoxos en materia de libertad económica y una sensibilidad más socialcristiana, conservadora en lo valórico, pero no ortodoxa en materia de libertad económica. Es tomando en cuenta estas diferentes sensibilidades que la derecha debería avanzar en la construcción de un sincretismo identitario.

En este camino, siempre resulta útil mirar hacia otras experiencias de renovación de la derecha. A primera vista, tanto la diversidad de sensibilidad identificadas a través de la encuesta como la necesidad de encontrar formas de reconexión con la ciudadanía asemejan más el proceso chileno a la renovación del conservadurismo británico liderado por David Cameron que a la “revolución conservadora” de Margaret Thatcher. Emulando al nuevo laborismo, los conservadores británicos supieron entonces actualizar su ideario hablando del fortalecimiento de los vínculos sociales, de comunidad y de calidad de vida, y defender los principios de la economía de libre mercado: el acceso a la propiedad, o la valoración del emprendimiento. Acompañaron así las transformaciones profundas de la sociedad dándoles una forma y un lenguaje político que se tradujo por una adhesión masiva. En este éxito político, fue también clave la actividad de una nebulosa de intelectuales públicos y think tanks que buscaron fijar los términos del debate público y construir una hegemonía cultural. La derecha chilena se encuentra en esta etapa, buscando el camino hacia su propia renovación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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