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Currículum educacional en Chile: deuda y desafío

Por: Rodrigo Andrés Valenzuela Zura


Señor Director:

Todos los cambios en el Currículum de Chile parecen estar dirigidos a pasar de la “enseñanza” al “aprendizaje”, buscando también formar ciudadanos “del mundo”, es decir, que el perfil de egreso de nuestros estudiantes esté dirigido a la formación de personas capaces de desenvolverse y competir en cualquier lugar del planeta; en consecuencia de ello, durante el último tiempo, el Currículum escolar ha sido objeto de cambios importantes, focalizados en responder a la revolución de las tecnologías de información y comunicaciones, preocupados de la globalización, y atendiendo además los temas reconstructivos de la memoria de nuestra historia reciente; sin embargo, tales cambios en el diseño curricular mantienen una deuda importante con el respeto a la integración de las innumerables diferencia cosmogónicas, históricas y culturales de los distintos pueblos originarios que se hallan en el país, y no sólo eso, sino que en la actualidad se ve enfrentado al desafío de la diversidad cultural producto de la gran cantidad de extranjeros que se ha radicado en nuestra nación buscando refugio, teniendo que atender tanto a una población multicultural como a una intercultural, lo que hace del diseño curricular una labor extremadamente compleja.

Pero el desafío no es nuevo, ha sido un proceso paulatino de crecimiento. En 1990 nuestro país participa de la Conferencia Mundial de Educación Jomtien en Tailandia, justo en el año en que se realizaban cambios importantes en el Currículum nacional, el que se había mantenido estático desde el siglo XIX, estableciendo por ley la distinción entre marco curricular y programas de estudio, este año, finalizando el gobierno militar, se promulga la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), que fue derogada durante el primer mandato de la presidenta Michelle Bachelet con la promulgación de la Ley General de Enseñanza (LGE).

En este encuentro se destaca el que los países puedan establecer sus propias metas para el decenio de 1990, acordando entre otras cosas la “Expansión de la atención y de las actividades de desarrollo de la primera infancia, incluyendo intervenciones de la familia y de la comunidad, especialmente para los niños pobres, desaventajados e impedidos”. Lo que llama la atención es el uso de la palabra “comunidad” pues sería el único y pobre indicio a temas culturales de un grupo en particular, sin hacer mención aún de las necesidades de la diversidad.

Más adelante, nuestro país participa del foro mundial sobre la educación Dakar, Senegal entre el 26 y el 28 de abril de 2000, convocado por la Unesco, en dónde reafirmaron los compromisos anteriores y pusieron especial énfasis en que la educación es un derecho humano fundamental y “un elemento clave del desarrollo sostenible y de la paz y estabilidad en cada país y entre las naciones”, acordando “Velar por que antes del año 2015 todos los niños, y sobre todo las niñas y los niños que se encuentran en situaciones difíciles y los que pertenecen a minorías étnicas, tengan acceso a una enseñanza primaria gratuita y obligatoria de buena calidad y la terminen”. Resultando interesante dos cosas, la primera de ellas es que se ve utilizada por vez primera la palabra “etnias”, y, en segundo lugar, se observa el pacto de colaboración internacional referente a la educación, pacto que, en el día de hoy, debido al contexto sociopolítico que enfrentamos, se torna imperativo para nosotros.

En mayo de 2015, Chile participa en la Declaración de Incheon, en la República de Corea, asumiendo compromisos frente a la preocupación de que la gran proporción de la población mundial no escolarizada vive en zonas afectadas por conflictos, acordando buscar sistemas de educación más inclusivos, que ofrezcan mejores respuestas y que tengan una mayor capacidad de adaptación para satisfacer las necesidades de los niños, jóvenes y adultos en estos contextos, centrándose en las personas desplazadas y los refugiados (Como sería el caso de todos aquellos extranjeros que hoy recibimos). Se destaca también la visión de “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos” y se abordan los desafíos de la educación en el plano (inter)nacional. La visión se inspira en una concepción humanista de la educación y del desarrollo basada en los derechos humanos y la dignidad, la justicia social, la inclusión, la protección, la diversidad cultural, lingüística y étnica, y la responsabilidad y la rendición de cuentas compartidas, junto a ello, se reafirma que la educación es un derecho fundamental. Sin embargo, pese a todo lo anterior, en el marco del diseño curricular, no se observan cambios estructurales, pues se sigue buscando la estandarización y el enfoque dirigido a la obtención de buenos resultados en pruebas como SIMCE, PISA o TIMMS, sin abordar el contexto cultural, multicultural e intercultural que esta nación posee, manteniendo una visión curricular más bien rígida.

El llamado hoy en día es a flexibilizar el Currículum y valorar la diversidad, logrando que todos estos acuerdos, no sean sólo un conjunto de buenas intenciones, ni palabras de buena crianza frente a la comunidad internacional, sino que Chile debe sacar lo mejor de la rica diversidad cultural que hemos enfrentado desde siempre y que hoy se ve enriquecida con el aumento de inmigrantes.

Rodrigo Andrés Valenzuela Zura
Profesor de Castellano UPLA

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