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¿Colegios de excelencia o colegios para las élites? Opinión

¿Colegios de excelencia o colegios para las élites?

Mónica Peña
Por : Mónica Peña Académica e investigadora Facultad de Psicología Universidad Diego Portales.
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En la revista Paula recientemente se publicó el reportaje “Coaching para el examen de admisión” que muestra cómo niños y niñas son sometidos a estresantes pruebas para entrar a los colegios de élite de la ciudad de Santiago. A estos colegios en el reportaje se les llama de excelencia y muchos padres consideran que estos colegios llevan a los niños, que allí se educan, al éxito académico. Se muestra cómo las familias se concentran en procesos fuertemente estresantes para los adultos y los niños, se habla de pruebas de selección y de un listado de profesionales de dudosa ética que preparan niños y niñas para estos exámenes. El reportaje muestra, más que procesos racionales de selección, un enorme despliegue de discriminación contra niños, niñas y sus familias, y un fuerte sesgo de clase en ello.

Primero, ¿por qué una prueba de admisión? Una prueba de admisión, como por ejemplo, la PSU, supone su valor en la predicción que hace de éxito posterior en la educación superior. Sabemos que esto no es así y que más bien asigna un puntaje a los jóvenes postulantes según el capital cultural (aquellos saberes que se heredan del mundo familia y que suelen ser más reconocidos por la escolaridad tradicional). El capital cultural suele estar correlacionado con la clase social, aunque no implica que no pueda “comprarse” vía colegios, clases particulares y preparación para pruebas. Una forma de repensar esto es fortaleciendo a la educación pública ayudando a aquellos que no pueden comprar ese capital, a tenerlo, de base.

Segundo, no hay evidencia alguna de que estas pruebas a que se someten a los niños de 3 años tengan la capacidad de predecir el éxito de esos pequeños en la sala de clases. Si alguien tiene esa evidencia debió haberla obtenido a través de largos estudios de cohorte, caros y complicados que difícilmente aíslen la variable “prueba” de otras que permitan el éxito escolar. Entonces, lo que estas pruebas hacen es eliminar a los niños que no se muestran a la altura y generar una falsa racionalidad técnica para algo que es fundamentalmente sesgo de clase.

Los colegios de élite -aquellos que posicionan a sus estudiantes en carreras de élite, en universidades de élite y que tienen fuertes procesos de selección externa e interna- se caracterizan justamente no sólo por cobrar fuertes sumas que impiden el acceso de cualquier hijo de vecino, sino que delimitan que los postulantes sólo sean miembros reconocidos de esa élite. Es por ello que las pruebas de admisión van de la mano de la demostración de pertenencia a esa comunidad particular, ya sea a través de parentesco o bien mediante cartas de recomendación de otros miembros. En otras palabras, los postulantes pueden ir con el dinero, pero si no tienen lo que se llama “capital social”, no serán parte de esas comunidades.

[cita tipo=»destaque»]Finalmente, estamos en presencia del simulacro de elección educacional, ese que se supone es el puntal de la educación chilena. La educación de excelencia que se supone que estos colegios brindan es más bien, pura y simple educación de élites segregadas a través de múltiples prácticas arbitrarias y derechamente discriminatorias. Es por ello que el fortalecimiento de nuestra educación pública es tan fundamental: una educación de excelencia no es aquella que genera aprendizajes en niños elegidos con pinzas, es aquella abierta, inclusiva, que no deja a nadie afuera. Cuando las familias de las clases sociales con mayores capitales culturales entiendan esto de verdad y no sólo como una posición políticamente correcta para otros niños, de otras clases sociales, nos encontraremos con un verdadero país educador e inclusivo.[/cita]

El “capital social” son aquellas redes entre miembros de una comunidad que se traducen en acceso a oportunidades como estudios, trabajos o puestos importantes dentro de esas comunidades. Para acceder a estas redes se debe ser reconocido como parte de ese grupo, y es el grupo el que pone las reglas para la pertenencia. Básicamente se trata del funcionamiento del club privado que tiene como labor generar y reproducir privilegios de clase en un grupo social definido. Los colegios de la élite chilena tienen ese tipo de funcionamiento.

Finalmente, estamos en presencia del simulacro de elección educacional, ese que se supone es el puntal de la educación chilena. La educación de excelencia que se supone que estos colegios brindan es más bien, pura y simple educación de élites segregadas a través de múltiples prácticas arbitrarias y derechamente discriminatorias. Es por ello que el fortalecimiento de nuestra educación pública es tan fundamental: una educación de excelencia no es aquella que genera aprendizajes en niños elegidos con pinzas, es aquella abierta, inclusiva, que no deja a nadie afuera. Cuando las familias de las clases sociales con mayores capitales culturales entiendan esto de verdad y no sólo como una posición políticamente correcta para otros niños, de otras clases sociales, nos encontraremos con un verdadero país educador e inclusivo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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