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Populismo tonto Opinión

Populismo tonto

Nicolás Shea
Por : Nicolás Shea Fundador de Cumplo y presidente del G100. Fundador Asociación de Emprendedores de Chile (ASECH)
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Las revoluciones parten siempre en una idea que rompe el statu quo y nos fuerza a realizar cambios. En la historia, hemos sido testigos de revoluciones políticas, productivas, económicas y, cada vez más, de aquellas que vienen desde la tecnología.

Una de las más recientes revoluciones que vienen desde la tecnología -pero que logra permear a las economías del mundo y la forma en que se ejecutan las políticas públicas- son las innovaciones que han dado respuesta a los problemas de transporte público, presentes en todo el orbe: las aplicaciones de ridesourcing o ridesharing, como Cabify y Uber, entre otras.

El mexicano Juan Enríquez Calbot, referente mundial en asuntos de ciencia y tecnología, se refiere frecuentemente a este tipo de aplicaciones y usa como ejemplo a Uber, señalándola como un “meteorito tecnológico”, por la serie de cambios que genera en las industrias, agregando que el principal error de los policy makers es verlo como una simple “app”.

Es tan impactante el cambio que ha generado este tipo de aplicaciones en el mercado, que, según los cálculos de Enríquez, aquellos conductores que manejan menos de 16.000 kilómetros al año -es decir, el 78% de los automovilistas-, en Estados Unidos, simplemente no debiesen comprar un auto. El ahorro que genera este tipo de aplicaciones en estacionamientos, seguros, gasolina y todos los costos asociados a mantener un automóvil en la ciudad es impresionante.

[cita tipo=»destaque»]Si entendemos por populismo tomar decisiones malas para el país en pos de un retorno electoral, frenar la movilidad digital no solo es malo, sino también tonto. Porque además de los beneficios en la economía personal antes expuestos, y la generación (y, esperamos, eventual formalización) de cientos de miles de empleos, ya son más los electores usando Uber, Easy Taxi u otras aplicaciones de movilidad digital, que el sistema tradicional.[/cita]

En el plano local, hace poco más de tres años que llegaron las apps de ridesharing a nuestro país y han generado una ola de creación de nuevas fuentes de ingresos (por no decir empleos) medianamente remunerados (un chofer de Uber full time, por ejemplo, gana más o menos tres sueldos mínimos en Chile), podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que la más alta en nuestra historia, y en la menor cantidad de tiempo.

Sin embargo, hace 300 años, Maquiavelo ya lo advertía: “No hay nada más difícil que liderar el cambio; quien lo haga se enfrentará con un tímido apoyo de quienes puedan verse beneficiados y un férreo rechazo de los que se vean afectados”.

Hemos sido testigos de cómo, en varias partes del mundo, Chile incluido, los conductores de plataformas de ridesourcing son perseguidos por las autoridades como si fueran delincuentes, con el único objetivo de mantener contentos a dirigentes del transporte “tradicional” y engañados a miles de taxistas que creen que sus respectivos gobiernos realmente pueden frenar la innovación.

Hace algunas semanas, la Comisión Nacional de Productividad dio a conocer un estudio en el que aseguraba que, si Uber pagara impuestos al Estado -tanto por viajes realizados como por renta presunta-, estos habrían sobrepasado los US$ 50 millones en 2017.

Pero no. Preferimos mantenernos al margen de la inminencia de los nuevos tiempos, la recaudación de más impuestos y aferrarnos al pasado: frenar la innovación a como dé lugar, en vez de fijar reglas sensatas y delinear las reglas para que estas innovaciones emerjan.

A nuestros ojos, es bastante simple lo que se debe hacer: debemos dar siempre la bienvenida a la innovación, al emprendimiento, a la competencia con reglas parejas en lo laboral, en lo tributario, en lo ambiental para todos los actores y que así, en ese contexto, se promueva la buena y sana competencia.

Si entendemos por populismo tomar decisiones malas para el país en pos de un retorno electoral, frenar la movilidad digital no solo es malo, sino también tonto. Porque además de los beneficios en la economía personal antes expuestos, y la generación (y, esperamos, eventual formalización) de cientos de miles de empleos, ya son más los electores usando Uber, Easy Taxi u otras aplicaciones de movilidad digital, que el sistema tradicional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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