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La educación técnica necesita un relato Opinión

La educación técnica necesita un relato

Tomás Díaz B.
Por : Tomás Díaz B. Psicólogo. Magíster en medición y evaluación de programas educacionales. Director de Docencia CFT ENAC
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El periodo 2016-2018 podría catalogarse como un breve pero virtuoso periodo para el mundo Técnico Profesional (TP). Diversas iniciativas que llevaban años gestándose y desarrollándose por personas de mucha vocación social y educacional, vieron la luz en el espacio público de forma silenciosa y extremadamente respetuosa ante el lobby y presión del mundo universitario y su rol en la Reforma en la Educación Superior.

Para muestra de lo anterior: se creó y consolidó un Consejo Asesor de Formación Técnico-Profesional (Del cual emanó uno de los textos más lúcidos vistos en los últimos años), se incluyó a las instituciones técnico profesionales en la gratuidad, el grupo de IES técnicas privadas se consolidó en su propia organización (Vertebral), se proyectaron con más o menos reparos nuevos CFTs estatales, se elaboró y promulgó por decreto un Marco de Cualificaciones Técnico Profesional que cuenta con el consenso del mundo académico TP y el mundo del trabajo, ChileValora cumplió 8 años y celebró 100.000 trabajadores certificados, la Comisión Nacional para la Productividad le dedicó un extenso y duro informe al mundo TP, el Gobierno de Chile encabezado por la presidenta Bachelet redactó una Estrategia Nacional para la Formación Técnico Profesional y para finalizar, el gobierno instalado del Presidente Piñera comprometió aumentar la cobertura de gratuidad para el 70% de las familias más vulnerables a partir del año 2019 y pretende alcanzar el 90% en los siguientes cuatro años.

Pero aun considerando estos importantes avances, como decía Cortazar «hasta la inesperado acaba en costumbre cuando se ha aprendido a soportar». No son pocos los temores de que estos avances se diluyan como las grandes ideas se diluyen cuando no hay relatos que las sustenten. Hay un terreno en el cual el mundo TP debe invertir esfuerzos mayores. Este es el mundo que tiene más que ver con el procesador de texto que con la planilla de cálculo. Es el mundo de la narrativa y del relato que da sentido y modifique la imagen que se tiene de la TP, aquella imagen que la sitúa como una hermana menor del mundo universitario, que reproduce con menor calidad y cantidad los procesos de ese mundo.

Debemos hacer un esfuerzo mayor, ideológico si se quiere, para diferenciar el mundo TP del mundo universitario y reconocer que aun cuando existen similitudes, estamos frente a ethos de naturaleza distinta, ambas legÍtimas pero valiosas en su diversidad. En un extremo, podría caer en la tentación de decir de que nada tenemos que aprender el uno del otro, salvo el valor de ver nuestra singularidad en la diferencia. Pero no es el caso.

Respecto de la imagen de la formación técnico profesional se están haciendo esfuerzos notables por mostrar la rentabilidad económica del estudio de carreras técnicas (Retornos rápidos a un costo menor), sin embargo este un discurso que no seduce que no encanta (Aun cuando los números muestran una creciente elección por este tipo de formación). ¿Por qué la ETP no logra distanciarse de esta imagen de hermane menor de la universidad?

[cita tipo=»destaque»]Por otro lado, en el mundo de las IES técnicas, existe un no despreciable 27% de estudiantes que pertenecen al quintil cinco (en comparación con un 38% en Universidades estatales, un 45% en Universidades del G9, y un 47% en Universidades privadas). Efectivamente existen más estudiantes de altos ingresos en instituciones técnicas pero de ninguna manera se puede decir que estas son instituciones que no incluyen este tipo de estudiantes. Por otro lado, cabe decir que el grupo Universidades Privadas promedia instituciones de elite y proyectos universitarios incorporados al sistema único de admisión del CRUCH con otras instituciones que pueden ser catalogadas como universidades docentes, que no adscriben a dicho sistema. Es posible pensar que el perfil de los estudiantes de estas últimas sea mucho más parecido al mundo TP que en las primeras, en lo que ha perfil socio económico refiere. Dicho sea de paso, estas universidades al igual que el mundo TP no tienen barreras académicas de ingreso como la PSU lo que acreciente las semejanzas en relación este criterio.[/cita]

Podemos explicarlo con la hipótesis de que es la propia TP la que ha alimentado sus mitologías, probablemente como residuo de una estrategia de sobrevivencia que no se puede abandonar, así como el león de circo no puede dejar de dar vueltas en círculo aun cuando ha sido liberado. Llamemos a estos mitos, para ser sólo un poco más precavidos, sesgos. Sesgos que impiden el desarrollo de una identidad TP:

1. El sesgo socio-económico

Existe un cierto nudo histórico que une a la ETP a la idea de una educación destinada a las clases más pobres. Sabemos que la ETP tiene su origen en la Escuela de Artes y Oficios (EAO) y que tenía como principio fundamental la educación de las clases populares así como la contribución al desarrollo industrial del país. Con el desarrollo del sistema universitario, esta idea se consolidó al alero del desarrollo de proyectos de formación técnica con el mismo fin; el Departamento Unitario Obrero Campesino (DUOC) y el Instituto Nacional de Capacitación (INACAP)). Probablemente el tercero pero más antiguo proyecto de formación técnica, la Escuela Nacional de Capacitación (ENAC) representaba una visión tácticamente diferente, centrada en la filantropía y el voluntariado, aunque con la misma visión. De este modo la educación técnica se presenta como una alternativa educacional y de movilidad para alumnos en situación de pobreza económica que no pueden ingresar por diferentes barreras de acceso a la educación universitaria (económicas, educativas (PSU)). Una suerte de educación de segunda opción.

Sin embargo, según datos del Ministerio de Hacienda en el 2015, del grupo de estudiantes de los tres primeros quintiles, el 52% estudia en Centros de Formación Técnica o Institutos Profesionales mientras que el 48% restante lo hace en Universidades estatales, del G9 o privadas. En el caso del cuarto quintil, un 50% estudia en Instituciones de Educación Superior (IES) técnicas y el otro 50% en Universidades. En el último quintil la diferencia es mayor con un 33% de estudiantes en IES técnicas mientras que un 77% lo hace en Universidades. Si bien es efectivo que la mayoría de los estudiantes de quintiles bajos estudia en IES técnicas (52%), no deja de ser importante que el 48% lo hace en Universidades. No es una diferencia tan abrumadora.

Por otro lado, en el mundo de las IES técnicas, existe un no despreciable 27% de estudiantes que pertenecen al quintil cinco (en comparación con un 38% en Universidades estatales, un 45% en Universidades del G9, y un 47% en Universidades privadas). Efectivamente existen más estudiantes de altos ingresos en instituciones técnicas pero de ninguna manera se puede decir que estas son instituciones que no incluyen este tipo de estudiantes. Por otro lado, cabe decir que el grupo Universidades Privadas promedia instituciones de elite y proyectos universitarios incorporados al sistema único de admisión del CRUCH con otras instituciones que pueden ser catalogadas como universidades docentes, que no adscriben a dicho sistema. Es posible pensar que el perfil de los estudiantes de estas últimas sea mucho más parecido al mundo TP que en las primeras, en lo que ha perfil socio económico refiere. Dicho sea de paso, estas universidades al igual que el mundo TP no tienen barreras académicas de ingreso como la PSU lo que acreciente las semejanzas en relación este criterio.

En fin si bien existe una tendencia, no es posible afirmar sobre la base de los datos que el sistema TP sea el sistema que reciba a los estudiantes con más dificultades económicas, con la exclusividad que el sesgo sugiere.

2. El sesgo de cualificación

Un segundo sesgo tiene relación con el tipo de cualificación que diferencia al mundo técnico del mundo universitario. El titulado del mundo técnico sería una persona de orden operativo y enfocado en la aplicación, mientras que el titulado del mundo universitario se encarga del diseño y la dirección. Esta distinción, por un lado dicotómica (con todo el riesgo que ello implica) y fundamentalmente académica, no se condice con los propios desarrollos recientes (Marco de cualificaciones técnico profesional por ejemplo) que muestran cómo las cualificaciones de los técnicos profesionales de nivel superior están sub estimadas respecto de los estándares internacionales y de lo que en el mundo global se denomina «técnico» (Y que excede lo que en la aún vigente taxonomía cognitiva de Bloom se denominaba nivel de aplicación).

Todo se ha derivado de una confusión propiamente chilena entre títulos y grados, cuestión que el porfiado mercado se ha encargado de burlar con la elegancia de un sistema auto-organizado. Llevado a un ejemplo propio de mi profesión de origen. La cantidad de psicólogos (Profesionales universitarios) que se dedican a labores de «aplicación» es por lejos superior a la de los que se dedican a «crear» y «diseñar». No es del todo cierto que los técnicos se dedican sólo a aplicar y los profesionales a crear. Requeriría más espacio y tiempo para demostrar esto empíricamente pero lo dejamos como un segundo sesgo a combatir y discutir. En un mundo posmoderno y globalizado, distinciones tan rígidamente establecidas son rápidamente difuminadas por las necesidades cambiantes del medio.

3. El sesgo de una formación para el empleo

De seguro este es el sesgo más controversial.-«La TP es una formación orientada hacia el trabajo, el empleo».

Escuchaba en un seminario a alguien que provocaba a un grupo de profesionales graduados de universidades, algunos con grado de magister o doctores vinculados al mundo TP: «¿Alguno de ustedes fue a la Universidad pensando NO entrar al mundo del trabajo?». La respuesta era esperable. La cantidad de titulados universitarios que estudian para no emplearse debe ser minoritaria. Aún en el caso de carreras artísticas o carreras de tipo académico vinculadas a la investigación, todas las personas buscan trabajar y emplearse.

Ahora bien, si esto en realidad tiene que ver con el desarrollo económico individual del agente que invierte en una profesión para aumentar sus ingresos versus aquel agente que se forma con el fin de cultivar su espíritu y fortalecer sus virtudes éticas, hay que decir que ejemplos anversos hay en ambos lados. Hace poco en una titulación en TP escuchaba a una joven egresada decir: «Yo no estudie para enriquecerme sino por vocación, porque quería ayudar a los otros…». Del otro lado, omitiré los ejemplos, pero es evidente la virtud de algunas carreras universitarias para atraer interesados en aumentar sus ingresos mientras de paso cultivan su espíritu.

Tres sesgos potentes que cultivamos desde el propio mundo TP cómo agentes activos del discurso que nos hace posibles. Todos somos parte en mí entender de ese poder positivo que hablaba Foucault, aquel poder que se ejerce no con temor sino con gusto, al servicio del discurso dominante. Yo mismo, me cuestiono la existencia de estos sesgos y repruebo tener la osadía de señalar que eso es lo que son. Pero en realidad lo que quiero es deconstruir este relato dominante y buscar en otro lugar, ideas para articular un territorio común. Digo «ideas» porque de ninguna manera me podría atribuir tamaña responsabilidad.

¿Cuáles podrían ser esas ideas? Necesitamos una agenda «narrativa» para apoyar la Estrategia TP, pero las narrativas se articulan con ideas centrales. Por ahora me limitaré a esbozar dos, pero sin duda las que me parecen más importante:

Idea 1 – Aprendizaje a lo largo de la vida: la formación TP es una educación para el futuro. Para un mundo donde la educación superior no termina en el periodo post adolescente sino que recién comienza allí. Una educación que no siente deudas con el modelo alemán humboldtiano de universidad ni menos con el francés. Una educación que puede crear programas cortos de certificación, con entradas y salidas intermedias, con fuerte vinculación con los requerimientos del desarrollo laboral y social, sin tapujos. Una educación que abre sus puertas no sólo al trabajador, sino a las mujeres, al adulto mayor y al adulto que no requiere grandes títulos sino certificaciones para mejorar su empleabilidad y potencialidades de desarrollo. Y no sólo abre la puerta a todo tipo de personas sino también a las empresas y los grupos intermedios (Piense por ejemplo las enormes posibilidades de actualización de los vínculos con grandes empresas para identificar los requerimientos de formación (Caso reciente con vínculos con compañías de telecomunicaciones), o el rol que pudieran tener las IES técnicas en la mejora de sistemas como el SENAME, o más ambicioso aún con la revalorización de las instituciones religiosas).

Idea 2 – Docencia como maestría en la experiencia laboral: no se trata de creer que por algún motivo el aprendizaje y la enseñanza funciona de manera distinta en TP que en el mundo de la Universidad (De alguna forma, esto da a entender la Estrategia Nacional TP). De lo que se trata es de consolidar un perfil docente propio de la formación técnica, cuyo arraigambre esté focalizado en la figura tradicional del maestro laboral, el cual no sólo puede encontrarse en la institución sino sobre todo en el mundo del trabajo. Sistemas desarrollados como el australiano han incorporado el perfil del docente TP a sus sistemas de competencia en el entendimiento de la necesidad de definirlo con precisión. Pasamos de un docente a un mentor, donde la didáctica basada en la experiencia profesional domina al imbricado lenguaje pedagógico que tiene serias dificultades para conversar con el mundo del trabajo. Recuerdo el discurso de un dirigente del mundo empresarial respecto del marco de cualificaciones hace un año: «Gracias a los académicos por participar de un documento que podamos entender….».

Cómo se ve, no se trata de esbozar ideas necesariamente contrarias al mundo universitario sino buscar en nuestra singularidad, potencialidades que permitan caracterizarnos. A ver si algún día, sea el mundo universitario el que busque asimilarlas en sus propios sistemas. Sin duda, son ideas que requieren más desarrollo.

En nuestro Chile el peso de la educación universitaria tiñe las ideas, los procesos y a los profesionales. Las personas llegan a TP desde la universidad tratando de mirarla con sesgos que el propio mundo TP entregó. Pero Chile es nuestro Chile, y como se dice en el «Ulises» de Joyce: «Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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