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Mario Martínez: el héroe estudiantil olvidado

Mario Martínez: el héroe estudiantil olvidado

Ernesto Vásquez
Por : Ernesto Vásquez Profesor de la Universidad de Chile
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Qué frágil es la memoria y qué torpe somos los humanos. Lloramos tu muerte sin consuelo, hace ya varios años. Fue en un nebuloso agosto, donde te dejaron dormido para siempre, Enquistado en las Rocas de Santo Domingo, cerca de San Antonio; como el mártir juvenil que dio su vida como testimonio.  Te encontraron en el año ochenta y seis del milenio pasado,

Con la mochila en la espalda, lejos de tus padres y hermanos; el sello de un noble dirigente quedó en la retina de todos, de aquellos que amamos la patria y defendimos la vida –sin capucha ni violencia, con las manos limpias- y lloramos a mares porque no supimos cuidar la tuya.

Como si fuera hoy, luego del luto y del llanto, millares de estudiantes olvidaron tus nobles pasos. Prometimos buscar justicia y que tu muerte no fuera en vano…Y los lustros con sus noches y sus soles se nos  han pasado, empero tu ausencia nos sigue el alma lacerando. La colectividad se olvidó de tu caso querido Mario y paradojalmente, como un golpe de la vida misma o el contrasentido impropio de la naturaleza errante, tu hermano querido, sangre de tu sangre -sin olvidarte un ápice-  ahora lucha en otra justicia y para otros hombres. Declama por otras víctimas, aboga por otras heridas y deja la propia en la duramadre de su razón, acongojada por los años aturdida desde tu partida.

[cita tipo=»destaque»]Mario, fuiste valiente y consecuente, orgullosa ha de estar tu familia, tus padres han de llenar el vacío que tu partida dejó en sus corazones y la herida profunda que se rubricó en el alma de los tuyos, con la gratitud y cariño de tus camaradas que hoy como ayer te lloran. Porque has sido una eterna estrella para que otros puedan iluminar sus rutas.[/cita]

El pasar de los días y el ocaso de la dictadura, con el aflojar de las banderas y su alegría prometida en un arcoíris de fantasía, hizo esconder los juramentos, aquellos gritos de justicia de jóvenes, desgarradores.

Que con los símbolos de la patria joven, con la memoria de Frei y Tomic,

con la flecha roja que surgía por nuestros sueños al viento, rompiendo las injusticias de un ateísmo dañino y un capitalismo feroz, Declamamos la acción de los valores comunitarios. Despojad del joven la hoz y el martillo y entregarle educación y principios, para construir el colectivismo humanitario, con la inspiración del humanismo cristiano  y cuya estrella no alcanzó para cuidarte con su destellante manto; como la toga injusta que solo pudo posarse ulterior en tu cabeza.

Era el sueño que con las manos alzadas con los dedos en señal de victoria, transitamos por las calles de Santiago, sin capuchas y sin piedras.

Solo a palmas y gritos, buscando un futuro en paz para todos, con el recuerdo de un pasado glorioso con la marcha de la patria joven y eligiendo la libertad si nos pedían quedarnos con aquella o con el pan.

Muchas consignas, marchas alentadas por la vía pacífica, soportando golpes o alaridos sin más protesta que el grito de justicia; que declamamos junto a Palma, Andueza, Burotto y varios otros, con lágrimas de jóvenes soñadores prometimos no olvidarte. Eran otros tiempos eran otros valores, en la fila jamás nos pusimos al inicio, la patria estaba primero y si quedaba espacio era para los ancianos, la mujeres y los niños.

Pero los días y los años pasaron con sus otoños y tardes invernales. ( Me imagino la pena de tus padres).

Y la primavera hizo que surgiera un arcoíris verosímil, terminando la dictadura, cual cruel engaño de la vida, la democracia nos hizo omitir el juramento, era como la fiesta que se hizo en la ausencia de Moisés o el desdén de Pedro al nombre del maestro.

Al menos Judas hizo lo correcto, era su misión, no fue un torpe fariseo y buscó la muerte cuando cumplió su rol.

Nuestras mentes por años se nublaron, olvidamos las frases y los llantos, la ofrenda de buscar justicia, el justo reproche a quienes mutilaron tu vida, enlutaron tu recuerdo y a tu familia, despojándoles de tus horas de vida y compañía.

Jóvenes soñadores que jamás luchaban con amargura, corazones irresponsables que colocaban primero al país antes que sus vidas.

Con la “uve” de la victoria en su mano, estaban al frente de las marchas, en la Usach o en la Católica, en Beauchef o en Pío Nono, en la Chile o donde la Confech agendaran la caminata. Dispuestos a dar la existencia sin pensar un segundo en que podríamos perderla.

Mario, fuiste valiente y consecuente, orgullosa ha de estar tu familia, tus padres han de llenar el vacío que tu partida dejó en sus corazones y la herida profunda que se rubricó en el alma de los tuyos, con la gratitud y cariño de tus camaradas que hoy como ayer te lloran. Porque has sido una eterna estrella para que otros puedan iluminar sus rutas.

Perdón le ruego a tus padres y a tu familia, por este olvido absurdo e involuntario, (de omitir tu homenaje en tantos días y largos años)

Llegaría la alegría dijimos, pero era sin olvidar la historia, sin omitir tu nombre en la memoria.

Hoy con humildad y respeto rindo un homenaje póstumo en tu honor, Porque diste tu juventud por otros, por nuestros sueños e ideales, que tu nombre retumbe en los cielos, para nosotros eres y serás un mártir.

Mario Daniel Martínez Rodríguez, eras de los nuestros el mejor, ahora desde las alturas nos cuidas porque en el firmamento tenemos nuestro ángel.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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