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A propósito de feminismos: recordando a Ana Mendieta (1948-1985) Opinión

A propósito de feminismos: recordando a Ana Mendieta (1948-1985)

Paulina Faba
Por : Paulina Faba Doctora en Historia e Historia del Arte de la U. Paris, Panthéon Sorbonne Master en Antropología Social y Etnología de la École des Hautes Études en Sciences Sociales Magíster en Antropología y Desarrollo de la U. de Chile y Antropóloga Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (México)
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El día 8 de septiembre del año 1985 un estruendo se escuchó en el barrio de Greenwich Village en Nueva York. Los vecinos habían oído unos gritos y luego un golpe seco delató lo ocurrido: la gran artista cubano-americana Ana Mendieta había caído del piso 34 al suelo muriendo instantáneamente. Este trágico hecho marcó el fin de una trayectoria notable de una artista y militante feminista, que paradójicamente podría haber muerto a causa de la violencia infringida por su propio compañero: el reconocido artista minimalista Carl Andre.

Más allá de las circunstancias trágicas de su muerte, Ana Mendieta fue una artista que abrió nuevas formas de pensar el arte y lo político a través del cuerpo femenino. En una época en donde las voces feministas se han alzado, principalmente para denunciar los hechos de violencia y abuso contra las mujeres, es importante destacar que más que un sólo feminismo, a partir de los años 60 es posible vislumbrar el desarrollo de muchos tipos de feminismos y el de Ana Mendieta es uno particular que vale la pena recordar dada la contingencia actual.

El feminismo de Mendieta es especial porque no se desarrolló por medio de la participación en manifestaciones políticas, en marchas, asambleas o encuentros, sino fundamentalmente en sus obras, a través de performances, fotografías y filmes. Al igual que otras artistas contemporáneas como Mary Beth Edelson, Hanna Wilke y Caroline Schneeman, por mencionar algunas, Mendieta encontró en su propio cuerpo una dimensión central de expresión de su arte.

[cita tipo=»destaque»]En este marco, el feminismo de Mendieta no es necesariamente una batalla por la autonomía de los cuerpos, sino más bien una forma de recuperación de su lugar en el mundo, en tanto cuerpos que se piensan a sí mismos como naturaleza e historia. Así, la obra de Mendieta no debe ser recordada como la transcripción visual de un mensaje político particular. Más bien, lo que su arte plantea, a través del despliegue de siluetas en serie registradas en diversos formatos (fotografías y filmes), son formas de transformar las coordenadas estético-políticas vinculadas al cuerpo femenino, se trata de formas artísticas de hacer cuerpo con y a través de los rastros de cuerpos.[/cita]

En efecto, las distintas apuestas feministas en la historia del arte evidencian que el cuerpo de la mujer ha ocupado un lugar central como territorio de contestación y disputa frente a lo que se consideró como la prevalencia histórica de una mirada patriarcal (Mulvey, 1989).

En este marco de acción, la propuesta de Mendieta señala un desarrollo propio y particular. Esto no sólo por su posición con respecto a los movimientos feministas de la época, a los cuales criticó por su elitismo y excesiva blancura, sino también por las formas de tratamiento de los cuerpos que propone, los dispositivos que utiliza, las ideas que sustentan el desarrollo de su arte y las estrategias propias de las imágenes que presenta.

Si bien en la obra Glass on Body (1972) Mendieta fotografió su propio cuerpo desnudo deformándolo intencionalmente con unas planchas de vidrio, de manera a cuestionar la prevalencia de la mirada patriarcal sobre las mujeres, podemos decir que el carácter político de la obra de Mendieta no tiene como objetivo principal la visibilización o el desarrollo de una estética de lo abyecto a partir del cuerpo desnudo, modus operandi habitual en diversas manifestaciones feministas contemporáneas.

En la serie Silueta (1973-1978) el cuerpo es retomado por Mendieta, sólo para hacerlo desaparecer, es decir, para desintegrarlo en la naturaleza e inscribirlo en el paisaje como huella. Pero ¿por qué elegir esta estrategia? Una primera respuesta a esta pregunta, está en el hecho que la expresión del feminismo para Mendieta, parafraseando a Georges Didi-Huberman (2008), no se encontraba tanto en la operación de visibilización misma sino, más bien, en la forma en que las imágenes toman posición. Así, observando la obra de Mendieta es posible afirmar que el feminismo parte por pensar los cuerpos de manera a establecer trayectorias de articulación entre éstos, su profundidad histórica y la naturaleza.  

De este modo, en la serie Silueta la artista plasma la huella de su cuerpo en paisajes agrestes, ríos y ruinas arqueológicas que intentan restablecer lo que la artista describió como un sentimiento de “haber sido desprendida de la matriz (naturaleza) (..) Este acto obsesivo de reafirmar mis lazos con la tierra es en realidad la reactivación de creencias primordiales en una fuerza femenina omnipresente, la imagen posterior de estar abarcada al interior del útero, es una manifestación de mi sed de existir”. (Perreault, 1997:43)    

En este marco, el feminismo de Mendieta no es necesariamente una batalla por la autonomía de los cuerpos, sino más bien una forma de recuperación de su lugar en el mundo, en tanto cuerpos que se piensan a sí mismos como naturaleza e historia. Así, la obra de Mendieta no debe ser recordada como la transcripción visual de un mensaje político particular. Más bien, lo que su arte plantea, a través del despliegue de siluetas en serie registradas en diversos formatos (fotografías y filmes), son formas de transformar las coordenadas estético-políticas vinculadas al cuerpo femenino, se trata de formas artísticas de hacer cuerpo con y a través de los rastros de cuerpos.

El legado artístico de Mendieta apela entonces, a la construcción de lo político en relación al cuerpo femenino a través de las obras mismas, anclando su profundidad histórica y poder de manifestación en el contexto contemporáneo. “Por medio de mi arte, quiero expresar la inmediatez de la vida y la eternidad de la naturaleza” afirmó la artista (1980: 12).

En este sentido, la obra de Mendieta contribuye a pensar las condiciones de posibilidad de los cuerpos femeninos, a partir de su articulación con espacios y temporalidades que permiten interrogarnos acerca del pasado, presente y devenir de las mujeres. Como lo refiriere la filósofa y teórica feminista Rosi Braidoti “La definición de la identidad de una persona se establece entre la naturaleza y la tecnología, lo masculino y lo femenino, el negro y el blanco, en los espacios que fluyen y que generan conexiones entremedias de dichas categorizaciones”. Retomando estos postulados, podríamos decir que la obra de Mendieta despliega un feminismo particular, el cual devela a partir del arte “localizaciones geopolíticas e históricas sumamente específicas, en otras palabras, historia tatuada en el cuerpo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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