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Washington estaba advertido y no hizo nada por evitar ataques del 11-S

A pocos días de cumplirse dos años de los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono, el diario The Guardian de Londres publicó un documentado artículo de Michael Meacher, ministro de Medio Ambiente de Tony Blair hasta junio pasado, quien sostiene que los ataques dieron a Washington el pretexto ideal para asegurarse el dominio global con el uso de la fuerza. La Casa Blanca, según Meacher, estaba conciente del inminente peligro terrorista y no hizo nada para evitarlo.


Aunque el artículo, destacado en la portada de The Guardian, recoge información ya publicada por la prensa y no entrega nuevos antecedentes, las acusaciones del parlamentario laborista -durante los últimos seis años miembro del gabinete de Downing Street-, tienen una particular importancia porque provienen de un político que pocos meses atrás formaba parte del Gobierno británico, el mejor aliado de Washington. Tanto es así, que de inmediato la Casa Blanca reaccionó "aborreciendo" los dichos de Meacher.



El vocero de la embajada de EEUU en Londres declaró: "Las tesis fantásticas del Sr. Meacher -especialmente su afirmación de que el Gobierno de EEUU a sabiendas se hizo a un lado mientras los terroristas asesinaban a 3 mil inocentes en Nueva York, Pennsylvania y Virginia- serían monstruosas, y monstruosamente ofensivas, si vinieran de alguien serio o creíble".



Por más polémica que sea la figura de Michael Meacher, ligado a la izquierda laborista y al movimiento verde británico, este miembro de la Cámara de los Comunes no ha hecho más que hacer público lo que muchos políticos, analistas y periodistas -equivocadamente o no- piensan, pero que muy pocos se han atrevido a decir.



La Pax Americana



El razonamiento de Meacher parte de una premisa que es, a estas alturas, bien conocida. Se basa en el texto de un documento: "Reconstruyendo las Defensas de América: Estrategia, Fuerzas y Recursos para un Nuevo Siglo ", publicado en septiembre de 2000 por el instituto o think tank Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC, Project for the New American Century) de Washington, una suerte de referente político-ideológico del grupo de neoconservadores que hoy ocupa los puestos claves de la Casa Blanca. El directorio de la PNAC estaba entonces integrado por Dick Cheney (actual vicepresidente), Donald Rumsfeld (ministro de Defensa), Paul Wolfowitz (subsecretario de Defensa) y Lewis Libby (jefe de gabinete de Cheney), entre otros.



Este documento, publicado poco antes de las elecciones que llevaron a Bush hijo a la Presidencia, ha sido ampliamente discutido por la prensa pues en él se establecieron los principios fundamentales del plan de política exterior y defensa de quienes se aprestaban a ingresar a la Casa Blanca. "Este plan", dice el ex ministro de Blair: "muestra las intenciones del gabinete de Bush de hacerse del control militar de la región del Golfo Pérsico, sin importarle si Sadam Husein estuviera o no en el poder. El documento establece que ‘mientras el conflicto no resuelto en Irak provee la justificación inmediata, la necesidad de una presencia militar estadounidense substancial en el Golfo trasciende el problema que representa el régimen de Sadam Husein‘".



El citado documento del PNAC, plagado de pasajes que no dejan de ser preocupantes, como el que habla de la necesidad de desarrollar armas biológicas para atacar sólo a ciertos genotipos humanos, apunta a la creación de una "Pax Americana Global", donde EEUU juegue un rol incontrastable y las otras naciones industriales avanzadas no osen cuestionar su liderazgo ni aspiren a jugar un mayor rol regional o mundial.



El parlamentario laborista, se limita sólo a citar alguno de sus párrafos más controvertidos. Por ejemplo, dice: "El documento define al Reino Unido, aliado clave, como ‘el mas efectivo y eficiente medio para ejercer el liderazgo global de EEUU’. Sobre las misiones de paz afirma que: ‘requieren del liderazgo político estadounidense, más que del de la ONU‘. Y agrega que, ‘si incluso Sadam Husein llegase a dejar la escena’, las bases militares de EEUU en Arabia Saudita y Kuwait debieran quedarse allí permanentemente, puesto que ‘Irán representa una amenaza mayor que la de Irak’. Respecto a China, propugna un ‘cambio de régimen’, y porque ‘es tiempo de incrementar la presencia de fuerzas norteamericanas en el sudeste asiático’".



Pero el pasaje más provocador del documento del PNAC, es el que se refiere a las dificultades políticas que enfrentará el largo proceso de transformaciones que debe sufrir EEUU para llegar a ser la "fuerza dominante de mañana". Será un camino que tomará mucho tiempo -dice el documento-, salvo que ocurra "algún evento catastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbor".



"El ataque del 11 de septiembre", escribe Meacher, "le permitió a EEUU apretar el botón del ‘vamos’ a una estrategia definida de antemano por la agenda del PNAC, imposible de implementar de otra manera, desde el punto de vista político".



Hasta aquí la lógica del ex ministro de Tony Blair es implacable. Nadie puede negar que los atentados del 11 de septiembre de 2001 vinieron a la administración Bush como un anillo al dedo. Otra cosa es afirmar que la Casa Blanca hizo a propósito oídos sordos a las amenazas terroristas para luego usar los atentados como pretexto para cumplir con sus planes de dominación mundial previamente establecidos.



Lo que Washington sabía



"Primero", escribe el parlamentario laborista, "está claro que las autoridades de EEUU hicieron poco o nada para evitar los eventos del 11 de septiembre. Es sabido que al menos 10 países advirtieron de antemano a Washington de los inminentes ataques. Dos altos expertos del Mossad viajaron a Washington en agosto de 2001 para alertar a la CIA y al FBI sobre la existencia de una célula de 200 terroristas, pronta a lanzar una gran operación en EEUU (Daily Telegraph, 16 de septiembre de 2001). En la lista que entregaron estaban los nombres de cuatro de los secuestradores del 11. Ninguno de ellos fue arrestado".



Efectivamente, además de los casos citados por Meacher, existe un cúmulo de información que apunta a que los servicios de inteligencia de Washington estaban al tanto de que el terrorismo islámico preparaba algo grande en territorio de EEUU. El ex Fiscal Federal de EEUU, John Loftus, a propósito de esto ha dicho que "la información entregada por la inteligencia europea antes del 11 fue tan extensiva que no es posible que la CIA o el FBI se defiendan alegando incompetencia".



Sólo un mes antes de los atentados, todos los aeropuertos estuvieron en estado de máxima alerta. Lo que no se conoce es exactamente qué sabía George W. Bush. Por más que el Congreso haya pedido el material de inteligencia que manejaba el Presidente antes del 11, la Casa Blanca ha siempre negado acceso a esta información, aduciendo motivos de seguridad nacional.



En los varios informes presentados el último año por la Comisión Investigadora Mixta de Inteligencia del Congreso de EEUU, acerca de las falencias de los servicios secretos para prever los atentados del 11 de septiembre, ha quedado demostrado que desde 1996, tanto la Justicia como los aparatos de seguridad estadounidenses sabían de la existencia de planes para atacar edificios en Washington utilizando aviones de pasajeros. Un memorando del Concejo Nacional de Inteligencia, del año 1999, señala que "terroristas suicidas de Al Qaeda pueden hacer chocar aviones con explosivos contra el Pentágono, la sede de la CIA o la Casa Blanca".



La conexión saudita



"Quince de los diecinueve secuestradores (de nacionalidad saudita) obtuvieron sus visas en Arabia Saudita", prosigue el ex ministro de Blair. "Michael Springman, encargado de pasaportes del consulado de EEUU en Jeddha, declaró que, desde 1987, la CIA ha entregado ilegalmente visas a mediorientales. Una vez en suelo estadounidense la agencia les ofrecía entrenamiento militar para la guerra afgana (contra los soviéticos) en colaboración con Osama bin Laden (BBC, 6 de noviembre de 2001). Aparentemente, esta práctica continuó, con otros propósitos, después de terminada la guerra afgana. También se ha reportado que cinco de los secuestradores de aviones del 11 de septiembre recibieron entrenamiento en instalaciones militares estadounidenses en los años noventa (Newsweek, 15 de septiembre de 2001)".



El rol de Arabia Saudita en los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono, es quizás uno de los puntos más oscuros de toda esta historia. La ambigüedad de una buena parte de la familia real saudita, que con una mano financia el terrorismo islámico y con la otra jura lealtad a EEUU, es sólo comparable a la de la propia familia Bush. La mañana del 11 de septiembre de 2001, mientras morían 3 mil personas en Nueva York y Washington, George Bush, el padre del Presidente, se encontraba reunido con uno de los ejecutivos del Saudi Bin Laden Group y hermano de Osama bin Laden en las oficinas del banco de negocios Carlyle Group.



Para fomentar aún más las dudas y suspicacias de muchos, hace poco más de un mes, la Casa Blanca obligó a la Comisión Investigadora Mixta de Inteligencia del Congreso a censurar 24 páginas del informe definitivo sobre las falencias de la inteligencia de EEUU, dedicadas justamente a la conexión saudita. Por su parte, un grupo de 600 familiares de víctimas del 11 de septiembre, presentó una demanda civil -patrocinada por el abogado ganador de la multimillonaria demanda contra las tabacaleras, Ron Motley- por un billón de dólares contra una serie de instituciones financieras, de beneficencia y grupos económicos sauditas, entre los que se destaca el Saudi Bin Laden Group. Varios miembros de la casa real saudita Al Saud se encuentran también demandados. Entre estos, el ministro de Defensa y padre del embajador saudita en Washington, Sultan Bin Abdul Azis, y el ex jefe del servicio secreto saudita, Turki Al Faisal Al Saud, actual embajador en Londres.



Perdiendo las pistas de los secuestradores



En el artículo de The Guardian, el ex ministro de Blair señala que muchas pistas seguidas por agentes del FBI antes de los atentados del 11 de septiembre, no fueron escuchadas por sus superiores. "El estudiante de vuelo Zacarias Moussaoui, francés de origen marroquí, y supuesto veinteavo secuestrador", escribe Meacher, "fue arrestado en agosto de 2001 luego de que un instructor lo denunciara por el sospechoso interés que demostraba en pilotear grandes aviones de línea. Cuando la inteligencia francesa informó a los agentes estadounidenses que Moussaoui tenía conexiones con islamistas radicales, solicitaron una orden judicial para registrar su computador, que contenía claves sobre la misión del 11 de septiembre (Times, 3 de noviembre de 2001), como se comprobará meses más tarde. Pero la solicitud fue rechazada por los superiores del FBI. Uno de los agentes escribió en un informe, un mes antes de los atentados, que Moussaoui podría estar planeando estrellarse con las Torres Gemelas (Newsweek, 20 de mayo de 2002)".



El caso de Moussaoui, citado por Meacher, es, según el informe de la Comisión Mixta de Inteligencia del Congreso, una de las tantas pistas seguidas por agentes del FBI que fueron desechadas o no atendidas por la oficina central de Washington antes de los atentados, ya sea por ineficiencia, descoordinación, excesiva burocracia, por incapacidad o por todas estas razones juntas.



Efectivamente, casos similares al del francés de origen marroquí, se verificaron en Phoenix, Nueva York, San Diego y Florida. Al menos 5 secuestradores estaban o estuvieron bajo vigilancia del FBI o de la CIA. antes del 11 de septiembre. Contra algunos de ellos habían ordenes para impedir su ingreso al país. Sin embargo, inexplicablemente, esa información jamás llegó a los policías de frontera de los aeropuertos. Algunos de los secuestradores, buscados por el FBI o en la lista de terroristas sospechosos, incluso fueron detenidos por conducir a exceso de velocidad. Otros convivieron con informantes del FBI.



Pero lo que más llama la atención -y que consigna el ex ministro de Blair- es el comportamiento de las autoridades estadounidenses la mañana del 11 de septiembre de 2001.



Continuará…





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