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«Guatemala aún tiene gusto a genocidio»

La Premio Nóbel de la Paz guatemalteca habla en Europa sobre las elecciones parlamentarias y presidenciales de su país, en las que pone sus esperanzas pese al clima de mafia y corrupción que existe en torno al candidato presidencial, y ex dictador de la nación centroamericana, Efraín Ríos Montt.


"Aprovechando que estoy en Europa, me gustaría preguntar por los nombres de las empresas suizas que le compraron los bonos a Estados Unidos para que éste le pagara al ex dictador de Guatemala Efraín Ríos Montt por las matanzas que hizo", comenta Rigoberta Menchú frente a un público que guarda un respetuoso silencio.



La Premio Nóbel de la Paz 1992 es dulce y tiene buen humor, pero cuando defiende algo, una causa, es directa e irónica. No le hace cumplidos al país que la hospeda ni acude a eufemismos para salir del paso ante preguntas que la podrían poner en una situación complicada.



A los italianos que la invitaron a Módena para saber más de ésta mujer maya- quiche, pueblo víctima de persecuciones y genocidio en Guatemala, les narró con tristeza parte de la historia de su nación, bromeó sobre la actualidad, pero también les habló de las responsabilidades que tienen como europeos.



"Europa tiene que trabajar por la paz, porque todos tenemos un destino común. El primer mundo ya quiere vendernos a nosotros, los guatemaltecos, nuestro fríjol y nuestro maíz. ¿Se imaginan que los mayas tengamos que venir a comprar a vuestras multinacionales nuestra comida? Cuando nos dejen sin fríjol, vamos a tenernos que venir para acá y ustedes, italianos, van a tener que compartir el país con nosotros. Sería un caos. La misión de Europa no es convertirse en fuerza militarista que enfrenten a la potencia trasnacional de las armas. La fuerza europea es el diálogo, el multelaterismo, la interculturalidad, la multietnicidad. Todavía tenemos la esperanza de que Europa juegue este rol civilizado. Preferimos creerlo así, si no quedamos desarmados".



La historia de Rigoberta Menchú es dolorosa. Vivió su infancia en la miseria, aunque la convivencia familiar le dejó hermosos recuerdos. Comenzó a trabajar a los ocho años junto a sus hermanos en fincas, en condiciones tan espantosas que dos de ellos murieron. Cuando cumplió 13 años se fue como sirvienta a la capital, donde la trataron como un animal despreciable y humillada por su origen indígena, que además no le permitía comprender bien el castellano.

Mientras en Chimel, su tierra natal, los latifundistas guatemaltecos luchaban contra los mayas para quedarse con sus tierras, su padre, Vicente Menchú, lideraba levantamientos populares. Secuestrado, torturado y encarcelado muchas veces, fue quemado vivo junto a otros indígenas frente a la embajada de España. Su madre fue otro ejemplo de lucha por los derechos de los pueblos originarios, por lo que fue violada, torturada y asesinada. Rigoberta aun no ha podido dar sepultura a sus padres; tampoco a su hermano, que fue exhibido al público después de semanas tortura junto a 23 prisioneros, y quemado vivo frente a sus familiares.



Mebchú dice que su dolor no es un drama personal, sino representativo de su pueblo, pues ella no ha sufrido más que otras familias mayas guatemaltecas. Basta recordar las matanzas de aldeas completas en el altiplano occidental de Guatemala, que buscaban terminar con el movimiento guerrillero de orientación marxista. Sólo en una incursión 400 niños fueron asesinados a cuchillazos tras sufrir torturas mientras los escuchaban sus madres, que también fueron asesinadas. Los hombres del pueblo murieron en otras también horrorosas circunstancias.



Rigoberta Menchú alentó a los indígenas, lideró movimientos revolucionarios que luego reemplazó por vías pacíficas. Hoy -desde su categoría de Premio Nóbel de la Paz- trabaja contra la guerra. Por estos días lo hace especialmente porque su país está a punto de votar por un nuevo presidente y de renovar el parlamento.



-¿Qué piensa que sucederá con las elecciones de este domingo?
-Las elecciones presidenciales tienen como candidato de la presidencia al autor de todos estos genocidios: Efraín Ríos Montt -general retirado, dictador de Guatemala desde marzo de 1982 a agosto de 1983, y actual presidente del Congreso Legislativo Unicameral-, que debería estar en la cárcel. Tengo todas las esperanzas puestas en que él no gane. Pero los defensores de los derechos humanos hemos recibido amenazas de muerte. Creo en nuestra fuerza guatemalteca y espero que la comunidad internacional no sea una observadora silenciosa.



– ¿Qué le da esperanzas para creer que Ríos Montt no ganará?
-La elección es el ejemplo ilustrativo de que la paz no es sólo papeles blancos rellenos con letras negras. Hay una fuerza nacional importante en la Cámara de la Industria y el Comercio. Afortunadamente, porque los principales afectados de Guatemala son los pobres, los que vivieron los resultados del dolor, el miedo, la angustia. El genocidio es el grado más alto de la destrucción de una forma de vivir, de una cultura. En Guatemala tenemos aún la piel con gusto a genocidio. De 3.500 exhumaciones pendientes, sólo hemos logrado hacer 210. La exhumación es la parte más dolorosa del pueblo guatemalteco, porque revela el tipo de atrocidades cometidas. Los victimarios muchas veces están mirando desde una esquina como enterramos a nuestros muertos, pero eso no lo muestran en la televisión.



-¿El tratado de paz no los ha beneficiado?
-Todos nosotros perdimos una batalla con la firma de la paz en 1999. Mientras formábamos una policía civil, cuando creíamos que teníamos una agenda para los años venideros, la mafia y la criminalidad organizada se preparaban. Todo se diluyó con la firma de la paz. La comunidad internacional se dejó de interesar porque encontremos nuestros muertos y los juicios siguen postergándose. Yo no comprendo las medidas internacionales para defender los derechos humanos. Creo que no existe aún un tribunal en el mundo que se atreva a enjuiciar un genocidio.



-¿Cómo recuerda a su familia?
-Todo lo que uno proyecta es lo que ha aprendido desde pequeño. Si tuve un padre luchador, sería una vergüenza que yo no lo fuese. Si bien querían borrar de la historia a mi familia porque era un caso paradigmático de genocidio, y no pudieron hacerlo en su totalidad porque me dieron el premio, puedo seguir en contacto con mis seres queridos porque tengo la espiritualidad maya de mi madre. Mis hermanos me vienen a visitar en la noche. Tal vez ya nacieron en otras vidas, en un coyote o en un niño, porque no pueden haber dejado la vida con tanta injusticia. Si ven a alguien que se les asimila, ríndanle un homenaje.



Vea video de la entrevista:



Reportaje a Rigoberta Menchú (Arcoiris.TV)-(56 kbps)

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