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La mirada femenina de una sociedad vacía y sin perspectivas

Este monodrama relata fragmentadamente las historias de tres mujeres que se ven enfrentadas a una sociedad hostil y sitiada por el imperialismo. Sin embargo, la obra lucha por salir airosa ante el abismo temático que, tal vez, sin querer creó. Uno de sus errores más grandes radica fundamentalmente en la dificultad de integrar teatralidad y video instalación en armonía.


Escrita e interpretada por Carola Jerez, y dirigida por Ricardo Balic, Electroshock nos entrega un montaje unipersonal que devela la naturaleza femenina desde sus debilidades y problemáticas cotidianas. No nos habla de las mujeres «ganadoras» que muestra la televisión chilena, sino de jóvenes que no logran estabilidad laboral, que luchan contra la gordura y que viven constantes desencuentros amorosos.



En este contexto, Jerez nos intenta trasmitir su mirada crítica de la sociedad, basándose en conceptos visuales y monólogos que no logran unificarse. Si bien la obra muestra el lado oscuro de una sociedad en declive, corrupta y desarticulada, la muestra cae en algunos excesos temáticos y escénicos, como la representación de una mujer que orina sobre una gorra militar, en rechazo total al Ejército.



Mezclando teatro y video instalación, Electroshock relata fragmentadamente las historias de tres mujeres, que se ven enfrentadas a una sociedad hostil y sitiada por el imperialismo, los bombardeos de los mass-media y una nueva era, quedando de manifiesto el estado de una sociedad enferma, que devela el paso a una generación vacía y sin perspectivas.



Desde Santiago, la provincia, el sur y desde la memoria de las mujeres, se hace alusión a las normas que rigen los medios de comunicación y cómo muestran una imagen uniforme y heterogénea para controlar la información y así también «el borde» de lo público y lo privado, que se desvanece en un medio árido y sin sentido. Además, con un humor negro e irónico se abordan los temas de la soledad y el individualismo.



Apoyada por fuertes imágenes visuales, la autora nos intenta representar su particular mirada hacia la sociedad, sustentada por videos en los que se puede observar el bombardeo a La Moneda, registros audiovisuales de enfermos mentales sometidos a tratamientos de electroshock, fragmentos de reportajes acerca de la reciente guerra en Irak y trozos de películas pornográficas, entre otros estímulos.



Electroshock en su esencia es un montaje interesante y creativo. Sin embargo, en la práctica, se presenta como un trabajo un tanto trabado en su desarrollo dramático (principalmente por textos deslucidos) que descuida vestuarios y puesta en escena en pos del impacto que genera la interacción entre video instalación y actuación.



La obra de Carola Jerez pretende, mediante el subconsciente de una mujer depositada sobre una camilla en un hospital siquiátrico, analizar y dar una visión muy íntima a la realidad del país, unida también, a una mirada femenina de algunas acciones discriminatorias. El gran problema de Electroshock es que abusa del monólogo liviano y se pierde la posibilidad de profundizar sobre ciertos temas y conceptos (expuestos mediante los videos).



Lamentablemente el tono de humor negro y el seudo dramatismo, que por momentos Jerez intenta representar, se queda en el mero diálogo trivial y las frases lanzadas al aire más como desahogo interno que como expresión artística. Es indudable que la intencionalidad de la obra es de un gran interés, vista como un montaje transmutador de conceptos como la sobrevivencia, la angustia, la soledad, el desconsuelo y las represiones. Sin embargo, la materialización de las ideas se trasforma en la deformación de una propuesta lucida y punzante por naturaleza.



Electroshock lucha en un umbral de mediocridad, por salir airosa (o medianamente) ante el abismo temático que, tal vez, sin querer creó. Uno de sus errores más grandes radica fundamentalmente en la dificultad de integrar ambos registros (teatralidad y video instalación) en armonía, dejándolos expuestos y desajustándose por separado.



Esto, sumado a la imposibilidad de Jerez por conformar un relato dinámico, creíble e intenso, dan a este montaje una irregularidad que en apariencia no se auguraba. En general, la experimentada autora da atisbos de impericia dramática y expresiva (aspecto extraño, tomando en cuenta su bagaje), generando un ambiente de irrealidad y vacío que terminan por mermar casi por completo el normal desarrollo del montaje.



Es conocida la capacidad de Carolina Jerez por desarrollar de manera autónoma la "vivencia de la memoria y la simbología femenina", destacándose por un teatro performancista y una dramaturgia multidisciplinaria de excepción. Pero al parecer en Electroshock, sus interesantes "galvanos" se desvanecen en su mayoría dentro de un montaje que no logra generar reflexiones, profundizar temáticas, trasmitir ideas y mucho menos remover la historia.



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