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Especialistas coinciden en que acercamiento con Bolivia fue lo mejor de 2007

Ricardo Israel critica que en el tema limítrofe con Perú »la política ha sido reactiva» y agrega que Chile »busca más ser querido que respetado». Guillermo Holzmann señala que hay »falla de comunicación» para dar a conocer los lineamientos. »Sabemos más de los temas por los cancilleres bolivianos, que por la claridad que se da en Chile», afirma.


El avance de las relaciones con Bolivia es un punto valorado por los especialistas al analizar las relaciones exteriores de Chile en el 2007. Sin embargo, critican la política reactiva hacia Perú, la falta de claridad de los intereses del país y la carencia de comunicación para dar a conocer las informaciones que atañen a esta área.

El analista internacional Ricardo Israel señala que «falta una claridad a cuáles son los intereses permanentes de Chile, si no se avanza en una modernización en una institución (la cancillería) de un país tan importante e integrado en lo internacional como Chile».

A juicio del especialista, se debe «hacer una modernización más profunda, de hecho la cancillería brasileña cumple con estos estándares. Todavía falta un aprovechamiento de la capacidad instalada, es decir, de los diplomáticos que están al interior porque generalmente las decisiones son tomadas por unos pocos a nivel político, pero no hay un aprovechamiento de la experiencia y la calidad de los diplomáticos».

Israel no ve todo malo y explica que «hay cosas positivas como el mejoramiento de las relaciones con Bolivia, aunque estoy convencido que es un tema que nos va a complicar a largo plazo porque va a plebiscitar un mandato constitucional, la salida soberana al mar, que es irrenunciable y, por lo tanto, es mandato para cualquier gobierno».

Sin embargo, agrega que «por muy buenas que sean las relaciones nos va a pasar lo mismo que con el cuestionamiento del límite marítimo en Perú. Entonces, va a surgir un tema donde Chile no tiene respuestas para las pretensiones de otro país, porque no veo ningún presidente chileno cediendo soberanía».

Diferendo con Perú

En el tema limítrofe con Perú, dice que «la política de Chile ha sido reactiva en este punto. No es algo nuevo, no me cabe la menor duda que hay mucho profesionalismo, que Chile está preparado, pero el punto de fondo es que se creó un círculo contencioso donde no existe mucha perseverancia».

Recuerda que Perú, durante 20 años, llevó este conflicto de los límites «hasta crear un tema político más que jurídico y llevarnos a La Haya. En general, en estos últimos 20 años, la respuesta chilena ha sido reactiva a lo que venía de Lima. Hay demasiadas ilusiones y poco realismo en el sentido que Chile busca más ser querido que respetado».

Por lo tanto, señala que siempre existe que «algo podemos hacer para tener mejores relaciones que lo que la historia y la geografía nos han entregado y parte de eso es la idea de que relaciones personales puede reemplazar a los intereses de estado».

Asimismo, Israel sostiene que le gustaría «ver mayor integración en Defensa y Relaciones Exteriores, el Estado debe actuar como uno solo en muchas decisiones, tanto con su brazo civil como con su brazo militar, y eso significa la mayor coordinación posible entre Defensa y Relaciones Exteriores.

Agenda bien definida, pero….

Para el analista del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile Guillermo Holzmann, la agenda del Ministerio de Relaciones Exteriores está «bien definida hacia Asia Pacífico y los países andinos, la decisión de no apoyar el Banco del Sur, pero sí el Banco Andino. Los principios y la política internacional de Chile está muy bien, lo que no queda expresamente claro es en la forma en que dan a conocer la política».

A juicio del académico, «hay falla de comunicación y de confianza con respecto a los distintos actores dentro de lo que es la implementación de una política exterior del país. Hay una postura de la cancillería de llevar los temas en forma muy reservada, por ejemplo la XVI Cumbre el contenido se perdió ya que se hicieron reuniones durante todo el 2007 y hubo escasa cobertura de prensa».

En tal sentido, detalla que «los objetivos, la agenda de la política exterior es bastante clara para quienes cubren cancillería y tienen acceso desde el extranjero, que es donde uno recaba información de Chile, pero no necesariamente en nuestro país donde no hay un acceso pleno a lo que hace ese ministerio».

Destacó que con Bolivia la prioridad la puso la mandataria y «en esa perspectiva Chile ha ido avanzando con mucho contenido reservado y sabemos más de los temas que se tratan por los cancilleres bolivianos, que por la claridad que se da en Chile».

El tema de los límites con Perú, acota que «se ha manejado al estricto apego al derecho internacional y a una visión eminentemente jurídica».

Coincide con Israel en el sentido que la relación entre Defensa y cancillería debiera ser mayor y más cercana. «Hoy existe un compromiso de establecer una cooperación y un diálogo horizontal con las distintas áreas, creo que podría ser más profundo que lo que actualmente es».

«Epopeya» fue mal manejado

En tanto, el especialista Cristian Leyton cree que la gestión del canciller Foxley ha sido «en términos globales positiva» y aplaude «el notable proceso de acercamiento al Gobierno boliviano, facilitado, claro, por la grave crisis política que vive dicho país y en particular por la existencia de un actor que ha atraído la atención del MAS: Santa Cruz de la Sierra, desviando con ello la atención y animosidad hacia Chile. El segundo acierto es la suscripción del acuerdo que consiste en la creación de un Corredor Bioceánico entre Brasil, Bolivia y Chile, hecho que esconde más de una lectura, en particular vinculada a la relación con Perú».

En tal sentido, precisa que «el corredor constituye un acierto no solo económico, sino que sobretodo político, particularmente al quedar demostrada la estatura política de Chile en la región. El gran desafío, ahora, es asociar a Perú a este corredor, sin que ello implique generar fricciones o perder el liderazgo alcanzado y reconocido por la principal potencia sudamericana, Brasil».

Destaca además «la implementación de la agenda de 13 puntos, asociada a una diplomacia militar sin precedentes, así como la imposición a Bolivia del principio de negociación sin imposiciones, sin exclusiones».

Agrega que «el Gobierno logró no sólo deshielar las relaciones sino que someterlas a un recalentamiento permanente a fin de no ceder a las exigencias de incluir la variable de soberanía sobre el espacio reclamado por Bolivia, pero tampoco quitarle el piso de legitimidad a Evo Morales frente a su electorado. No olvidemos que también logró bajar la presión de la demanda oficiosa boliviana por remplazar el corredor en el casco norte de Arica por un enclave, petición prohibitiva para las Fuerzas Armadas chilenas».

Resalta que «en este proceso de acercamiento ha sido gravitante el papel moderado jugado por el canciller David Choquehuanca, pero sobretodo el silencio que ha adoptado el presidente, Álvaro García Linera, quien ha estado concentrado, más que todo, en las problemáticas internas que afectan a dicho país, que en la cuestión de la mediterraneidad boliviana, lo que fue positivo».

En cuanto a los errores, sostiene que «el manejo de la problemática de la serie «Epopeya» en cuanto a su postergación, dejó claramente entrever una cierta debilidad política de la Cancillería chilena hacia las presiones peruanas. La lógica de los «gestos» llevada al extremo».

No obstante ello, precisa, «fuimos testigos meses más tarde de un cambio radical en la conducta del canciller Foxley, en el marco de la publicación de la nueva cartografía peruana que venía a desconocer los limites marítimos binacionales».

A su parecer, hubo un comportamiento «altamente pendular, un tanto errático, transitando desde una debilidad política absoluta, hacia una postura declarativamente agresiva y reactiva hacia el Gobierno peruano. No obstante ello, de este error, si podemos catalogarlo, así, se logró demostrar una alta cohesión política en la clase gobernante chilena, lo que constituye una señal bastante positiva frente a la demanda territorial y marítima peruana, generado, sin haberlo buscado, un efecto disuasivo nuevo hacia Perú».

Leyton expresa que «el último desacierto ha sido la postura chilena hacia Venezuela, en particular en el marco de la XVII Cumbre Iberoamericana. Se percibió que ni el Gobierno ni la cancillería habrían asumido un papel de liderazgo político en la cumbre, menos aun a nivel regional. La retórica en orden a generar consensos mas allá de las diferencias ideológicas entre los asistentes cristalizó, de una u otra forma, la idea de un Estado chileno que es, efectivamente, una potencia económica a nivel regional, pero un Estado débil a nivel político».

Lo anterior, concluye, «hace que Chile siga manteniendo la postura de un Estado conciliador, neutral, apolítico en el ámbito regional, no obstante que el tiempo puede que le de la razón al canciller en cuanto a dejar que el régimen de Hugo Chávez se debilite lenta, pero progresivamente hasta perder fuerza y desaparecer como movimiento».

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