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La cancillería paralela que precipitó la renuncia de Foxley

Conocido por su carácter irascible, pero siempre bajo control, el ex Canciller tuvo un difícil paso por el Minrel. Además de lidiar con los anticuerpos que generaba al interior, donde muchos le sacaban en cara su condición de técnico, se molestaba con las filtraciones en la prensa que desnudaban sus diferencias con Bachelet. El rol que poco a poco fue tomando Fernando Ayala, el encargado de Protocolo de la mandataria, nunca fue de su agrado. En Cancillería comentaban ayer que «los peruanos no son los únicos que celebraron la salida del ministro».


Pese a que Foxley sorteó de manera impecable, como comentan en el Minrel, el incidente de Cuba, cuando Fidel Castro filtró la conversación privada que sostuvo con Bachelet, las mismas fuentes coinciden en que la aventura habanera terminó por colmar la paciencia del ex ministro. La imagen de la mandataria corriendo a la cita con Castro, luego del mensaje al oído de su jefe de Protocolo, Fernando Ayala, en medio de una actividad oficial, aún le causa molestia al ex titular de Hacienda. Sobre todo porque la agenda de ese periplo nunca estuvo en sus manos. 

Foxley, al interior de la DC, es conocido por su fuerte carácter, aunque muchas veces se contenía frente a su jefa. Con ella tenía una buena relación, pero no así con su círculo. La renuncia de ayer, que la había consensuado privadamente con Bachelet hacía un tiempo, fue de todos modos imprevista, aseguran en Palacio. En la DC afirman que aprovechó de pasarle la cuenta al segundo piso y que apuró el enroque ministerial que se tenía pensado.

Foxley siempre representó sus diferencias a Bachelet y si bien se respetaban, en varias oportunidades le salió al paso. Como cuando la mandataria citó a todos sus ministros a participar del acto de conmemoración del triunfo del No en el plebiscito de 1988 en el Court Central del Estado Nacional. Pero el ex ministro decidió no asistir, porque le daba «lata».

Luego vendrían los llamados y las recriminaciones de los asesores de Bachelet a los de Foxley, aunque a él no le importaban. Como ese episodio, existen otros, que siempre fueron un mal rato para el Segundo Piso de La Moneda. En una oportunidad, según comentan en La Moneda, tenía que ocupar el cargo de vicepresidente, pero decidió irse a su refugio en Cachagua, donde veranea todos los años. Su decisión cambió cuando de Palacio lo habrían mandado a buscar.

Estas diferencias domésticas, como las califican en el gobierno, son las mismas al comparar las agendas políticas y proyectos de cada uno. Mientras Foxley apostó siempre sus fichas para una política exterior que mirara primero a Estados Unidos y el mundo desarrollado, Bachelet se independizaba de su «hombre de confianza» en las relaciones internacionales para dar más prioridad a Latinoamérica, más cercana de su propia nostalgia sesentista.

Pero, sin duda, lo que más irritaba al ex ministro era la «cancillería paralela», que había montado Ayala.

De trato cordial con quien debía relacionarse en Palacio, las patadas debajo de la mesa eran evidentes y los llamados para bajar sus pautas eran habituales.

Ayer, por ejemplo, luego de la conferencia de prensa que ofreció a los periodistas del sector, Foxley comentó a sus asesores que prefería salir en su auto por la puerta de atrás para esquivar a los reporteros que lo esperaban. Pero finalmente decidió abandonar el ex Hotel Carrera tal cual entró cuando asumió como ministro, por la puerta ancha. Quienes lo acompañaban eran su círculo más cercano, su jefe de gabinete, el equipo de prensa y su escolta. Ayala y otros, como esperaban algunos, nunca aparecieron.

En Cancillería comentan que «los peruanos no son los únicos que celebraron la salida del ministro». 

El pijecito

Una de las situaciones que más enojaba a Foxley eran las filtraciones por la prensa sobre sus diferencias con la mandataria. Nunca confió en los asesores más cercanos de Bachelet, especialmente Ayala y Marcos Robledo, y muchas veces atribuía esas versiones a Palacio, específicamente a Juan Carvajal, director de la Secom. «Lo miraban como pijecito», dice una fuente DC sobre el ex Canciller. Y para graficar agrega, en tono irónico: «La mayor diferencia de Alejandro es que él toma whisky y los asesores presidenciales piscola».

El viaje a Cuba fue la gota que rebasó el vaso. Foxley siempre se opuso. A distintos periodistas del sector les comentaba que el análisis hecho por sus asesores, indicaba que Fidel Castro le daría la mano a Bolivia con el tema marítimo, información que venía en las notas diplomáticas desde La Habana. Pero en La Moneda nuevamente, como en otras ocasiones, no fue escuchado. De hecho, la agenda del viaje quedó en manos de Protocolo y de Programación de la Presidencia.

Mucho antes, en el 2006, tuvo sus primeras diferencias en este gobierno con el embajador de Chile en Argentina, el PS Luis Maira, cuyas actuaciones fueron vistas como una pretensión de ser canciller en las sombras. Foxley solía ausentarse de las cumbres latinoamericanas, sobre todo cuando entre los asistentes estaban los mandatarios Hugo Chávez y Evo Morales. 

La agenda propia del ex Canciller era evidente. Sin embargo, sus cercanos matizan las desavenencias y aseguran que su proyecto de trabajo en Cieplan, centro de estudios del cual es fundador y donde retomaría actividades desde el próximo martes, también pesó en su decisión. «Yo era Senador por la región Metropolitana y al final del período tuve unos espectaculares resultados en encuestas como para seguir en el Senado. Pero tomé una decisión de no continuar, porque quería dedicarme a algo que para mí siempre ha sido muy fundamental, que es ayudar en la generación de ideas. Porque este país necesita mirar más allá y tener  claridad de objetivos, de aunar voluntades y de movilizar gente para que esos objetivos sean posibles», dijo ayer en la conferencia y cerró el tema respecto a sus diferencias con Bachelet y las especulaciones sobre si era o no la mejor fecha. 

 El nuevo ministro

Foxley se sentía ayer liberado de una pesada mochila, sin embargo, en su despedida con los funcionarios se le vio emocionado y no pudo continuar su discurso. En la Cancillería distintas fuentes no se explican el cambio de gabinete, ad portas de la demanda de La Haya, por la desventaja de poder simbólico frente a Perú. Por esta razón valoran que haya llegado Mario Fernández, a quien llaman la «Mary Rose Mac Gill» de la Cancillería. Según dicen, se mueve «como pez en el agua» en la socialité diplomática, es un hombre que ya fue subsecretario y conoce bien los vericuetos de poder interno del servicio exterior chileno. Cuenta con buenos contactos en Perú, Bolivia y Argentina a nivel de alta política.

Fernández no es de carrera, pero ha encabezado varias de las mejores legaciones diplomáticas: Madrid, Londres y Roma; cuestión que le ha pesado en su relación con algunos círculos de Cancillería a los cuales se les hace difícil tragarse la idea de que ahora será el jefe.

Íntimo amigo de Juan Gabriel Valdés, con quien se ha reunido en Washington, a poco de llegado a la capital de Estados Unidos se enfrascó en una soterrada disputa con Alejandro Foxley, asegura una fuente de su entorno. Uno de los factores que gatilló el conflicto se debió al nombramiento del actor Cristián Campos como agregado cultural de la embajada. «Campos había sido colocado por Pablo Halpern y eso le molestó a Mariano porque el actor imponía su propio horario y se fue a filmar a República Dominicana durante sus vacaciones, sin avisar», afirma otro asiduo a la legación. Sin embargo, el tema latente que más habría tensionado la relación con el Canciller fueron los rumores que llegaron a oídos de Foxley de que Fernández aspiraba a su puesto. Según un chileno residente en Washington que supo del entrevero, Foxley lo llamó a Santiago a comienzos de 2008 para aclarar el tema. El último impasse habría ocurrido la semana pasada cuando un funcionario de carrera de larga trayectoria fue removido de la embajada. «A Mariano le salía humo por la cabeza», grafica un testigo. Pero ahora él tendrá la última palabra, o más bien la penúltima si las cosas siguen como fueron con Foxley.

Bonus track: un factor esencial para interpretar el proceso que vivirá la Cancillería  en los próximos días es si continuará Alberto Van Klaveren en la subsecretaría, hombre clave en el litigo ante La Haya con Perú.

 

 

 

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