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Ejercicio de enlace y alistamiento

Tal como la UDI decidió mostrarle los dientes a Piñera, antes que éste convirtiera en un campo de batalla la conformación de la plantilla parlamentaria, las fuerzas de izquierda extraparlamentaria -agrupadas electoralmente tras el pacto Juntos Podemos Más- hicieron lo propio con la Concertación y el Gobierno.


Tal como la UDI decidió mostrarle los dientes a Piñera, antes que éste convirtiera en un campo de batalla la conformación de la plantilla parlamentaria, las fuerzas de izquierda extraparlamentaria -agrupadas electoralmente tras el pacto Juntos Podemos Más- hicieron lo propio con la Concertación y el Gobierno.

De otra forma no se explica que, a solo semanas del Día de los Trabajadores, efeméride que congrega regularmente las marchas y manifestaciones del sindicalismo local, la CUT decidiera sacar a pasear sus tanques.

Tal como la definiera en su momento el ex-ministro del Trabajo y guaripola de la marcha de ayer, Osvaldo Andrade, la CUT es «un referente político» y no uno meramente sindical. Y, en un contexto en que el pacto por omisión entre la izquierda extraparlamentaria y la Concertación sufre los embates de las pasiones propias de ese tipo de negociaciones, este referente político es también el brazo armado del Partido Comunista y sus fuerzas asociadas.

Lo de ayer, entonces, es lo más parecido a una «parada militar» en el contexto de las relaciones bilaterales entre el oficialismo y sus vecinos del sur; una demostración de fuerzas en un campo en el que los partidos y el engranaje concertacionista ya no tiene mucho que mostrar: la calle. En efecto, tras 20 años de administración del Estado, los partidos del arco iris son prácticamente una extensión de la burocracia estatal y sus «bases» huelen mucho más a toner de fotocopiadora que a cuneta, guanaco y puños en alto.

Pero, como en toda contienda,  el sindicalismo también tiene un frente interno; frente en el que las bases de su capacidad negociadora temen -con bastante asidero- que entre los tira y afloja del establishment no está considerado el que ellos se beneficien de lo que se ha dado en llamar «el fin de la exclusión». Sospechan que en los cupos en discordia en las tratativas no hay espacio para dirigentes nuevos, jóvenes y representativos, sino que son más bien un retiro programado para añosos dignatarios sindicales que, con sindicatos nacidos al amparo de los escritorios de la Dirección del Trabajo, llevan años sujetos a las cuotas partidarias que configuran la dirigencia de la CUT.

Pensando en ellos también, la dirigencia de la central saca a trotar sus bases, las que de otro modo podrían insubordinarse e incluso amotinarse. Martínez, Rosas, Gajardo y compañía saben que el delicado equilibrio que emana de los acuerdos con el oficialismo requiere de que ningún dirigente que -a diferencia de ellos- no tenga nada que perder ni defender, ponga en jaque la tan bullada «paz social», que ellos amenazan romper sí llegara al poder un gobierno que no asegure la vigencia de los acuerdos que han modulado la geometría política que les entrega un puesto pequeño pero seguro en la mesa donde se toman las decisiones.

De ahí también la diversidad y la poca especificidad de los temas que convocaron la movilización. La crítica al modelo, la AFP estatal, la protección social son, en suma, temas con buena prensa en un segmento de la población pero que, ni individual ni colectivamente ponen en jaque al gobierno ó sus políticas específicas. Arturo Martínez lo sabe, posiblemente sea en ésta -la última canción de la fiesta-, en la que logren conquistar un puesto, por eso es mejor bailar con ganas pero sin variar demasiado los pasos para no caerse al suelo en el intento.

*Camilo Feres es consultor laboral y analista político.

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