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El realismo duro y la Quinta Cumbre

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Barack Obama en estos primeros cien días, en el cuadro grueso de su nueva política internacional ha desafiado la ortodoxia estadounidense, sobretodo la que hizo resaltar la anterior administración.


Las declaraciones y gestos varios del presidente  Barack Obama en la Quinta Cumbre de las Américas causan un fuerte escepticismo y antagonismo en la tradicional y siempre poderosa escuela del «realismo duro» en EEUU.

Especialmente con palabras que ponen el acento en la necesidad de construir relaciones basadas en la igualdad, el respeto mutuo y el interés común, en un sentido de asociación que no se someta a las diferencias del pasado. Leídas así pueden ser consideradas la antípoda de la doctrina del control en pos de la supremacía.

El esquema de orden internacional reducido a seguridad y finanzas que precede a Obama, -y que éste intenta desarticular- reconocidamente fracasó, pero aún permanecen sus agentes vitales. Se enardecen cuando aparecen brotes de concordia  – como en esta cumbre- para un clima pacífico en el repactar deudas y transacciones. 

Este, resumidamente consiste en la preservación de poder, supremacía  y seguridad (en el estado-nación) a través del uso de la fuerza como amenaza para la persuasión, y en consecuencia, el estado (sus políticas) propende a una conducta similar, más allá  del gobierno de turno y su ideología con un acento en la estabilidad.

Se habla irónicamente de Obama como el «nuevo Gorbachev». «Piensa bien,  pero políticamente no es saludable». (Steven R. Hurst. AP).  CNN y medios de ala conservadora manifiestan incomodidad con los palmoteos entre el jefe de la Casa Blanca y jefes de estado que despotrican en contra de EEUU. 

En el cirquito inmediato de Barack Obama hay puntos de interrogación. Lawrence Summers, director del Consejo Nacional Económico y un reconocido «halcón», señaló que «las relaciones dependen en algo más que sonrisas y apretones de manos». Es conocida su oposición a levantar el embargo sin un cambio de régimen, y su desconfianza frente a la región. Es como el Paul  Wolfowitz de la administración, ahora en la economía. Este decía que el Medio Oriente solo producía problemas y que el Asia las soluciones.

Robert Schlesinger analiza la postura de guerra fría de Summers al condicionar el levantamiento del embargo a la conducta de Cuba, y su incidencia estratégica en los intereses de EEUU. (The Huffington Post .20 de abril). Hay un sector de partidarios de Obama que aboga para que salga del equipo, y por su estilo abrasivo hay incertidumbre. 

En la otra trinchera, Barack Obama absorbió con malabarismo los zarpazos de Daniel Ortega, mientras su par venezolano Chávez le regaló un punzante libro a Obama, (Las Venas Abiertas…Galeano). Extraña que no le haya entregado en vez el magnífico estudio de Federico Brito: «Venezuela Siglo XX», un riguroso trabajo premiado por Casa de las Américas en 1967. Aunque centrado en Venezuela refleja la región explicando problemas con profundidad y rigor científico. Brito es seco y documentado ahorrando el ingrediente apoteósico.

La epopeya latinoamericana es una colusión de intereses criollos y apetito colonial. No es unilateral y contiene una izquierda antiimperialista también racista. Si un presidente de EEUU por primera vez en este tipo de reuniones llama a una suerte de concordia, especialmente tratándose de un político formado con una multiplicidad de desplazamientos y diversidades culturales no exenta de desgarros, el insistir con conocidas batallas y desgarradoras historias parece una ostentación.

Además, son las propias contradicciones de las elites locales de antes y de ahora en América Latina que se dejan invadir o atrapar por la presión externa, donde se cruza el complicado ámbito de los intermediarios locales en una situación de «nadie sabe para quién trabaja».

La pureza ideológica si alguna vez la hubo, de la clásica lucha antiimperialista, no siempre encuentra en abundancia los códigos reconocibles que le dan curso y más bien encuentra espacios de contienda muy hibridizados y disyuntivos. (Expresión de Homi K. Bhaba. Fernández y Garramuño. La invención de la Nación. Pp229. Manantial 2000. Buenos Aires). El petróleo y los recursos energéticos, así como el agua y la cultura, representan un núcleo en el cambio de paradigma de contiendas y aliados. 

Aunque es prematuro clasificar la política internacional de Barack Obama, sobretodo cuando sus asesores y el propio Obama en todos los tonos, evitan la auto clasificación y el arquetipo rígido, dentro de la convencional división de las miradas más recurrentes (realista, idealista, liberal o constructivista), su discurso estaría desafiando las ataduras rígidas de abordar el tema internacional con recetas preestablecidas.  

Y no podía ser diferente. Los espacios de poder y de contienda, así como de formación de alianzas se han hibridizado. El estado y los límites de su descomposición siguen siendo un epicentro, pero el alineamiento clásico para su protección y soberanía -que es el eje de las relaciones internacionales- supeditado a la pureza de principios inalterables, se ha  descompuesto en  la «inconmensurabilidad de las contradicciones» que ocurre en las transacciones.     

A pesar de la debacle en Irak, la escuela «realista dura» no parece estar inactiva. Es la misma legión que se adjudica, casi con  exclusividad, el desplome de la EX URSS (1991) y que instala el ajuste estructural a la economía global en la década de los años 80, cuyos efectos se experimentan en la actual crisis económica.

Fracaso tras fracaso comprobaron que el mundo no se derrumbó y  que los principios de gestión política  que los llevó al poder todavía invocan respetabilidad  porque tienen que ver con la seguridad basada en la confrontación. Así se protege al estado, una fábrica de soberanía (Altini), y de expansión. 

Con la mayor parte del poder a su disposición, después de casi dos décadas de consolidación, esta elite no supo qué hacer con ese poder: no hay paz, hay guerra, guerritas y beligerancia por doquier.     

Para Barack Obama no será fluido aspirar a la concordia y ayudar a gestar un nuevo marco de relaciones en una región marcada por antagonismos producidos por opciones de supervivencia puestas al límite, y una exagerada dependencia en recursos y políticas externas para su desarrollo.

Si efectivamente existe un nuevo paradigma de contiendas y aliados en espacios de poder y contienda hibridizados y disyuntivos, o si se reafirman los componentes clásicos del realismo duro, el devenir de los acuerdos de esta cumbre nos entregará una medida de la realidad.  

Por ahora, Barack Obama continúa en su odisea con enemigos externos e internos a su plan de concordia. Sin embargo, está aplicando uno de los principios más básicos: comprender mejor el circuito inmediato para enfrentar los desafíos mayores. En retrospección, ni Cuba ni los brotes de insurrección en la región han sido los enemigos principales de EEUU.

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