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Obispo auxiliar de Santiago habría tratado de acallar a las víctimas de Karadima

La situación del ex presidente de la Unión Sacerdotal, Andrés Arteaga, se complicó por las graves contradicciones surgidas sobre el monto de los ingresos y destino de los dineros de la entidad que encabeza y de la Parroquia El Bosque. La falta de transparencia en los montos que manejaba Fernando Karadima y la Pía Unión Sacerdotal llegaban al extremo de confundirse, ya que tanto la parroquia como la entidad religiosa tienen el mismo RUT.


La situación del Obispo Auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga, en relación a las acusaciones que pesan sobre el ex párroco Fernando Karadima sobre abuso sexual, se ha complicado a raíz de las graves contradicciones surgidas sobre el monto de los ingresos y destino de los dineros de la Parroquia El Bosque.

De acuerdo a una investigación realizada por Ciper Chile, el informe de la PDI sobre los movimientos de dinero de dicha parroquia, los testimonios y documentos han demostrado inconsistencias y graves vacíos de sus libros contables.

En primera instancia, el reportaje se hace cargo de la falta de transparencia en los montos que manejaba Fernando Karadima y la Pía Unión Sacerdotal. Tanto era así que llegaban al extremo de confundirse, ya que tanto la parroquia El Bosque como la entidad religiosa tienen el mismo RUT.

Prueba de ello, el es pago que hace Karadima a Oscar Osbén Moscoso, ex feligrés quien mantuvo una relación cercana con el sacerdote de El Bosque Diego Ossa, cuando éste era párroco de la iglesia Jesús Carpintero de Renca.

«Eso indica que el Arzobispado de Santiago no puede fehacientemente afirmar que no hubo dineros de fieles destinados a entregar donaciones a testigos de los abusos de los que se acusa al sacerdote. Y ello porque simplemente nunca existió un sistema contable en El Bosque. De hecho, solo había un libro de ingresos y de egresos donde las cifras calzaban. Pero son libros contables primarios. Ni siquiera incluyen balances», indica el artículo.

En ese contexto de desorden, los detectives de la PDI pudieron detectar que había donaciones que no se ingresaban al libro. Entonces corroboraron que el responsable de esas cuentas era: el obispo auxiliar de Santiago Andrés Arteaga, director de la Pía Unión Sacerdotal hasta que el cardenal nombró al vicario Fernando Vives como interventor.

Más aún, los extraños manejos de dineros de la Unión Sacerdotal provocó que doce religiosos de esa asociación clerical decidieran alejarse.

Arteaga señaló a Ciper que “en relación a algunos cuestionamientos sobre asuntos económicos y financieros de esta asociación aseguro enfáticamente que están en pleno orden, de acuerdo a su finalidad y a la legislación civil y canónica”.

Argumentó también que “la entrega de la información con toda la documentación disponible a la autoridad eclesial evidenciará la grotesca distorsión, falsedad e impresiones de muchas afirmaciones publicadas y que desgraciadamente, ha encontrado al parecer eco entre estos sacerdotes.”

Sin embargo, frente a las preguntas de los detectives cambió de tono y respuestas. En el informe de la PDI, Arteaga admitió que los libros de la parroquia no incluyen inversiones financieras como “depósitos a plazo” cuyos montos él mismo desconoce.

Incluso, Arteaga reconoció que pese a figurar como la cabeza de esta organización desde hace dos décadas no tiene poder de firma.

Sorpresa fue cuando,  a la PDI le dijo que la persona que podría explicar con mayor precisión estos temas era Guillermo Tagle.

Entonces Ciper agrega: «Lejos de demostrar que los dineros de la asociación que presidía están en orden, el también vicecanciller de la Universidad Católica terminó diciéndole a la PDI que la persona que debían consultar para tales efectos era a Guillermo Tagle: ‘quien podría explicar con mayor precisión estos temas’.

¿Qué sabía Arteaga?….

El principal denunciante, el doctor James Hamilton, señaló ante la fiscalía: “Recuerdo que en una oportunidad mandó a varios sacerdotes, entre ellos a monseñor Arteaga, monseñor Juan Barros y otros que ya no recuerdo. Eran al menos seis sacerdotes que me hablaron en una de las salas de reuniones del templo. Se me indicó que mi fe flaqueaba y que el padre Karadima no estaba contento conmigo y que debía rezar más y comprometerme con la parroquia. La presión fue superior a mis fuerzas y cedí nuevamente”.

Por su parte, Andrés Murillo relata que el sacerdote constantemente toqueteaba a los jóvenes que lo rodeaban con admiración, recurriendo a movimientos que parecían accidentales o disfrazando sus abusos como chistes:

“A veces me pedía que lo llevara en auto y más de alguna vez trató de tocarme los genitales mientras manejaba, lo que me causaba mucha confusión. Una vez le dije que no me parecía su manera de tratar a la gente y se enojó muchísimo. Llamó al padre Andrés Arteaga y ambos, en una sala de reuniones, me retaron fuertemente. Yo tenía 19 ó 20 años. Me humillaron y Arteaga, quien era doctor en teología y posible obispo y a quien yo consideraba muy inteligente, cuestionó mi inteligencia y me dijo que debía dejar la filosofía y dedicarme al teatro, que debía escuchar a Karadima…”.

Agregando: “Había ahí un obispo. Karadima saca una botella de whisky. El obispo se puso muy nervioso y se fue de la habitación. Me dio un vaso de whisky y me dijo ‘para que te relajes’. Entonces comienzo a contarle mis problemas y Karadima me toca la pierna y luego, rápidamente, me toca los genitales. Yo quedé paralizado y no supe qué hacer. El abrió el cierre de mi pantalón e intentó masturbarme. Cuando pude reaccionar lo detuve y huí llorando del lugar”.

«Fui a hablar con monseñor Arteaga, pues ahora era obispo auxiliar y pensé que si era inteligente y justo, podría ayudarme, darme apoyo. Pero sólo me recomendó que fuera al psicólogo, que todo era un mal entendido mío. Que no siguiera diciendo esas cosas de Karadima, pues ellos tenían muy buenos abogados. Me dijo que había leído la carta que yo le había a enviado a monseñor Errázuriz hacía años atrás y que no continuara hablado cosas porque estaba haciendo mucho daño. Le dije que era yo el que había sufrido daños y que no me convirtiera en el victimario cuando yo había sido la víctima», aclaró Murillo.

En tanto, el sacerdote Fernando Ferrada Moreira, miembro de la Unión Sacerdotal (controlado por Karadima) asegura que un feligrés -Carlos Espinoza- le mostró los correos que Osbén y Ossa mantenían y en los que se narraba la relación de connotación sexual establecida entre ellos. También figuraba ahí la petición de 100 millones de pesos que hacía Osbén como compensación por los daños sicológicos.

“Carlos me dijo que a Óscar le habían pagado una camioneta y un millón de pesos. Me pasó el set de email que se intercambiaban Oscar y Diego Ossa. Eran cantidades grandes, millones. No quise seguir leyendo y se lo devolví. En esos documentos venían 4 hojas contando la relación de Óscar con el padre Diego y según me dijo ésta era similar a lo que dice Hamilton del padre Karadima”, dijo Ferrada.

“Luego me fui a hablar con el padre Andrés Arteaga, quien me dijo que había muchas falsas acusaciones, que se arreglaran entre ellos y no nos metiéramos nosotros. Le dije que él era el obispo y me señaló que él haría lo que tenía que hacer”, apuntó.

Más detalles en la investigación de Ciper Chile

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