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La irrupción de la derecha social

Claudia Rivas Arenas
Por : Claudia Rivas Arenas Periodista de El Mostrador @crivasa
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Aunque los centros de pensamiento del sector ejercieron un gran dominio ideológico y político mientras la Alianza estaba en la oposición, con la llegada a La Moneda estos quedaron rezagados ante la necesidad de ahondar en políticas sociales, desmarcándose de la ortodoxia neoliberal. Algunos atribuyen esta realidad a que el Presidente Sebastián Piñera ganó con “votos prestados” y asumen que lo que se está haciendo es lo correcto. ¿Comienza el divorcio entre la derecha económica y la derecha política?


El martes 5 de julio, pasadas las 20:30 horas, el presidente de la UDI Juan Antonio Coloma llegaba hasta el comedor de la bancada de diputados en el Congreso. Ese día el timonel, sin prever lo que estaba por venir en el partido, encabezó una cena en la que se analizaron los efectos del golpe de timón producido con el regreso de los “coroneles” a la dirección de la colectividad. Todos estaban satisfechos de los resultados de la movida. Es más, tras la cita se jactaban de que apenas se concretó, comenzaron a destrabarse algunas iniciativas que implicaban inyección de recursos. Y lo atribuían particularmente al rol asumido por Pablo Longueira. Los diputados estaban satisfechos, pues su cálculo es que le estaban empezando a doblar la mano al titular de Hacienda, Felipe Larraín, de quien aseguraban dirigía la cartera “con el mismo estilo que lo hacían los ministros de Hacienda de la Concertación”.

Comentario que no deja de sorprender en un gobierno de derecha. El posterior arribo de Longueira a Economía, se sospecha, profundizará entonces ese rasgo social que estiman imprescindible para revertir la situación del gobierno.

La llegada de la derecha La Moneda provocó un cambio trascendental en la manera de ver la sociedad chilena en una parte importante del oficialismo. Como una forma de sobrevivencia, reconocen algunos sectores, porque nadie quiere que esta pasada por el gobierno sea debut y despedida. En este sentido, la Alianza está divida. Por un lado existe un grupo que no está dispuesto a perder su identidad con tal de permanecer en el palacio de gobierno por varios periodos. No creen que valga la pena vender el alma al diablo, y dejar de lado las convicciones, por el sillón Presidencial. Pero, otros, mucho más pragmáticos, discrepan de esa postura y estiman que gobernar “va más allá de una idea conceptual”, aludiendo a los think tanks que han ido perdiendo influencia en la derecha, particularmente Libertad y Desarrollo ligado a la UDI, que hasta antes de que asumiera Piñera era el más poderoso oráculo del sector.

[cita]De allí la importancia de la llegada de Longueira al gabinete. Y ya antes de su ingreso al equipo ministerial, el ex senador se quejó en una entrevista a El Mercurio de que “hay mucha gente de derecha que no entiende el país en que vive, entonces nos pautean desde distintas trincheras de que hay que hacer lo que hacen los republicanos en Estados Unidos, los conservadores en Inglaterra, el PP en España, pero por qué no piensan un minuto de que nosotros hemos construido derecha en uno de los países más desiguales del mundo; es muy diferente”.[/cita]

El golpe de timón ocurrido en la UDI es una muestra clara de que en estos primeros 16 meses del gobierno de Sebastián Piñera ha ido brotando una tensión en el oficialismo. Y no sólo entre los dos partidos de la Alianza, sino también al interior del propio gremialismo. Un grupo de la tienda tiene la convicción de que el actual gobierno “perdió el rumbo” y cada día se sentía menos representado por la línea fijada por la administración Piñera. Algo que han dejado claro importantes figuras como Jovino Novoa, Hernán Larraín, y en menor medida Víctor Pérez, aunque no todos por la misma razón. Novoa fue enfático en señalar que el gobierno ya superó una etapa y lo ha instado a “impulsar con más decisión nuestra propia agenda”, aludiendo a una serie de reformas tanto en materia económica como laboral que, según él mismo admitió, no se estarían diseñando por un cierto “complejo” que a ese respecto carga su sector. Es decir, Novoa está en la línea de lo que ha planteado desde el inicio de esta administración Libertad y Desarrollo.

Antes del cambio de gabinete el director ejecutivo del think tank más influyente de la derecha, Luis Larraín, reiteró su visión respecto a que “al gobierno le ha faltado una identidad como centroderecha, que no ha habido suficiente convicción en aplicar políticas distintas a los gobiernos de la Concertación”. Pero cada vez da más la impresión de que no hay tierra fértil para sus alegatos. Aún cuando el experto advierte que tal como está actuando el gobierno “existe el riesgo de que caiga en el populismo y la desesperación”. Algo de lo que se ha hecho cargo el nuevo ministro de Economía, Pablo Longueira. Ante las críticas al estilo que ha mostrado a poco andar a cargo de la cartera, el secretario de Estado ha sostenido que “bienvenido el populismo, si se trata de defender a los más pobres y a la clase media”.

Longueira y la revolución social

El sello que pretende imprimirle Longueira a su gestión en Economía, demuestra que cada vez ha tomado más fuerza  al interior del gremialismo, en particular, y del oficialismo en general, el sector que aboga por una agenda centrada en lo social. Y es justamente lo que complica a Libertad y Desarrollo, por su afán de no aplicar políticas sociales similares a las que implementó la Concertación y que desde el centro de pensamiento son vistas como “populistas”. Sin embargo, esa línea es avalada mayoritariamente al interior de la UDI y RN, pese a las críticas del think tank de la derecha. Uno de los argumentos para conciliar estas políticas públicas con la línea de la tienda de calle Suecia es que la UDI es un partido “popular” y –según sentencia una fuente- “no podemos darle la espalda a quienes nos dan los votos”. Pragmatismo total.

Quien resume con toda claridad la postura asumida por un amplio sector de la derecha es el economista Eduardo Engel. En entrevista concedida a Qué Pasa hace unas semanas plantea que durante los gobiernos de la Concertación hubo una corriente que apostó por “usar mecanismos que se asocian con la derecha para obtener objetivos que se relacionan con la izquierda. Muchas de las mejores iniciativas de los gobiernos concertacionistas nacieron de este grupo y el éxito electoral del conglomerado se debió, en gran medida, a este tipo de políticas (…). También existe una corriente en esta línea dentro de la Alianza, pero casi no está representada en el Ejecutivo”, decía antes del cambio de gabinete que selló el ingreso de Longueira al equipo de gobierno. Y esa es una de las cosas que habría variado con el cambio de gabinete y la salida de quienes todavía no dejan del todo la línea más ortodoxa de Libertad y Desarrollo, como fue el caso de Juan Andrés Fontaine.

De allí la importancia de la llegada de Longueira al gabinete. Y ya antes de su ingreso al equipo ministerial, el ex senador se quejó en una entrevista a El Mercurio de que “hay mucha gente de derecha que no entiende el país en que vive, entonces nos pautean desde distintas trincheras de que hay que hacer lo que hacen los republicanos en Estados Unidos, los conservadores en Inglaterra, el PP en España, pero por qué no piensan un minuto de que nosotros hemos construido derecha en uno de los países más desiguales del mundo; es muy diferente”. Si bien, en la ocasión, no hizo mención sobre a quiénes se refería, en su sector muchos asumieron que la crítica iba dirigida al LyD. Ello, porque el ministro es uno de los que –como se dijo- presionó porque el gobierno y Hacienda asumieran una postura más social. Y en su partido a él le atribuyen el mérito de haber logrado que se abriera la billetera fiscal para aumentar los beneficiados en algunos proyectos de índole social, como el descuento del 7 por ciento en salud a los jubilados.

El nuevo rol de Economía

El flamante titular de Economía no esconde sus pretensiones para la cartera. Incluso no descarta de plano avanzar en un reforma tributaria si fuera necesario, cosa a la que su sector se ha negado históricamente, pero a la que varios representantes de la Alianza se han abierto últimamente. Aunque el ex senador admitió que ese “es un tema que no está hoy día instalado en el objetivo principal, pero es parte de lo que tenemos que abordar como sociedad”, añadió que “quiero avanzar hacia un país que tenga un desarrollo solidario, y que mientras más crezcamos haya más recursos para focalizar en nuestra clase media y en los sectores más vulnerables. La gente tiene que sentir que todos estamos recibiendo el beneficio del crecimiento y desarrollo del país, y veremos en el camino si los recursos o frutos de mayor recaudación o del cobre son necesarios, o de lo contrario tendremos que estar todos de acuerdo en conversarlo pensando en el bien del país”.

Incluso el fin de semana, aseguraba a La Tercera que “hay que poner al mismo nivel los equilibrios macro y la estabilidad social”. Lo que implica un nuevo trato sobre todo con las enormes utilidades obtenidas por las grandes empresas.

Por otra parte, en la UDI temen que sus socios de Renovación Nacional están dispuestos a avanzar, tanto como sea necesario, hacia políticas más populares que, aunque no los representan totalmente, atraen el apoyo del electorado, como la idea de la reforma tributaria, que implicaría aumentar el impuesto a las empresas más grandes, como planteó el fin de semana la senadora Lily Pérez. En el sector más liberal de la tienda de Carlos Larraín sostienen que “este no es el gobierno de la UDI”, porque –recuerda una fuente del partido- Piñera “hizo campaña como partido de centro y esa fue su oferta, por eso ganó”. Y no falta quien admite que “la mejor forma de subir en las encuestas es el asistencialismo, el mismo que practicó Bachelet”. En medio de un escenario político que obligó al mandatario a efectuar un cambio de gabinete para contrarrestar no sólo el malestar social, sino también la caída libre en las encuestas.

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