Publicidad

Carlos Peña: “La política comienza a recuperar el papel que tiene en la vida social”

El rector de la UDP dijo que “la economía logró subordinar a la política, ella decretaba qué era posible y qué no, qué cosas eran sensatas y cuáles insensatas. De esa forma, el orden social se naturalizó, fue presentado como el resultado inexorable de leyes que no podemos controlar y que sólo el economista podría inteligir. Uno de los efectos de las movilizaciones es que ese hechizo de la economía se ha disipado: lo que apenas ayer parecía insensato (como discutir el lucro o subir los impuestos) hoy día es perfectamente razonable”.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, sostiene que los movimientos sociales, especialmente el estudiantil, han permitido disipar la hegemonía que mantenía el saber económico en la cultura pública, permitiendo una revalorización de la política, “concebida como la reflexión acerca de los asuntos comunes”.

En entrevista con La Tercera, Peña precisa que “uno de los fenómenos que uno puede advertir hoy día en Chile es una cierta valorización de la política, concebida como la reflexión acerca de los asuntos comunes. Durante muchas décadas el saber económico hegemonizó la cultura pública. La economía logró subordinar a la política, ella decretaba qué era posible y qué no, qué cosas eran sensatas y cuáles insensatas. De esa forma, el orden social se naturalizó, fue presentado como el resultado inexorable de leyes que no podemos controlar y que sólo el economista podría inteligir. Uno de los efectos de las movilizaciones es que ese hechizo de la economía se ha disipado: lo que apenas ayer parecía insensato (como discutir el lucro o subir los impuestos) hoy día es perfectamente razonable”.

Agrega que “la política comienza entonces a recuperar el papel que tiene en la vida social: deliberar acerca del tipo de sociedad en que queremos vivir. Todo esto constituye, sin embargo, un desafío para la clase política que, hasta ahora, no logra estar a la altura”.

Respecto al descontento y conflictividad que atañe actualmente al país, el rector de la UDP sostiene que la masificación educacional ha provocado tres consecuencias que lo explicarían.

“Tenemos, por una parte, a personas secularizadas, con mayores expectativas que sus padres. Y, cuando la gente es más autónoma, es más indócil y les cree menos a las elites. En segundo lugar, paradójicamente, se ha producido una inmensa frustración: esos miles de jóvenes que se han incorporado a la educación superior, esperan encontrar en ella los bienes que ese tipo de educación proveía cuando ellos estaban excluidos. Hace 30 años, ir a la universidad aseguraba una alta posición en la escala invisible del prestigio y del poder: eso hoy día ya no ocurre y entonces el acceso se experimenta como un engaño. Por otra parte, desde el punto de vista político, el fenómeno se traduce en una crisis de legitimidad”, menciona.

Añade que el descrédito de las instituciones como lo muestra la última encuesta CEP se produce porque “una sociedad que se moderniza en base al ideal capitalista se legitima esgrimiendo el ideal meritocrático: que cada uno reciba tantos recursos como esfuerzos hace; que las diferencias se distribuyan al compás del rendimiento. Pero de pronto en Chile se descubre que el lugar meritocrático por excelencia, la institución educativa, no hace más que reproducir las diferencias de clase social. En otras palabras, el proceso de modernización capitalista en Chile no tiene instituciones a la altura de los ideales que invoca para justificarse. Y la tarea actual de la política es elaborar una agenda para resolver esa inconsistencia”.

Además, asegura que el modelo de mercado no se encuentra en crisis en el país, afirmando que la encuesta CEP “muestra que los ideales de una sociedad capitalista —el esfuerzo personal, la distribución de la riqueza en base al esfuerzo, etcétera— están muy vigentes entre los chilenos. Me es difícil creer que esa sociedad esté reñida en el fondo de su alma con el proceso de modernización. Más bien lo que quiere es que esté a la altura de las promesas que formuló, que es distinto. No es que la gente no crea en el esfuerzo individual: se queja porque las instituciones educativas y la desigualdad no permiten que ese esfuerzo valga la pena”.

Y a renglón seguido precisa que “lo que ha caído en el descrédito más absoluto no es el modelo, sino la creencia de que el mercado, los simplemente incentivos carentes de toda regulación, podía mejorar por sí solo el bienestar social y lograr mayores niveles de oportunidades”.

Publicidad

Tendencias